Parece de Perogrullo, pero hay que decirlo y repetirlo: los recursos de hidrocarburos de Venezuela deben ser utilizados para impulsar el bienestar de los venezolanos. De lo contrario, no vale la pena rescatar la industria. Y menos para que sea usufructuado por unos pocos enchufados, o para que sea objeto de una grotesca corrupción como la vergonzosa que padecemos.
¿Es rescatable la industria petrolera venezolana?
Claro que sí. A pesar de la ruina en que han convertido a Pdvsa.
Las energías alternas no se han desarrollado al nivel que se esperaba, por lo que las matrices energéticas indican que los hidrocarburos seguirán en plan estelar por unos veinte o treinta años. Además, existe un alto volumen de reservas de crudo y de gas, que permitirían desarrollar cerca de tres millones de barriles por día y unos ocho mil millones de pies cúbicos de gas diarios, a la vuelta de pocos años. Y un parque refinador que puede orientarse a generar seguridad energética y hacia la creación de una petroquímica de primer mundo.
Finalmente, existe Citgo – ¡salvada por la campana!, hasta ahora – y la pequeña capacidad de refinación venezolana en Europa, que apuntalarían la comercialización internacional.
El primer ingrediente para la reactivación de la industria es la confianza. Este gobierno ni de lejos genera confianza. Sería necesario un nuevo modelo político para que los capitalistas sientan que su dinero va a tener el justo retorno. La confianza viene en un paquete integrado por seguridad jurídica, separación de poderes, respeto a los inversionistas, leyes de hidrocarburos modernas y competitivas… democracia.
Supongamos que mañana suspendieran las sanciones. ¿Vendrían los inversionistas petroleros? Si acaso muy pocos. Ergo, las sanciones no son la causa de desastre petrolero. La causa es este largo sabotaje gerencial – y “revolucionario” – de más de veinte años.
Petróleo para el ciudadano
El primer motor de la resurrección de Venezuela es el petróleo. Para lograr que la reactivación de la industria petrolera genere prosperidad y no que sirva para beneficiar a unos pocos en detrimento de las mayorías, es primordial generar planes y estrategias de utilización de sus beneficios que genera la industria. Veamos:
– En primer lugar, impuestos y regalías quede ninguna manera deben entrar en presupuesto de gastos, que a la larga generan inflación. Deben ser utilizados en inversiones. Igual sucede con las regalías, que deben ser descentralizadas. Todo ello a objeto que impulsen un desarrollo sustentable.
– En segundo término, la seguridad energética. Que el ciudadano pueda adquirir de manera continua y de calidad gasolina, diésel y gas para el transporte; gas directo o GLP para las bombonas de las cocinas; gas para las plantas eléctricas. Igualmente, gas para la siderúrgica, las empresas de aluminio y en general todo el parque industrial. Para ello es fundamental optimizar las políticas de mercadeo interno con flotas de vehículos, centros de distribución, gasoductos y oleoductos, como sucedió en la época de la nacionalización.
– También gas y corrientes de refinación para desarrollar una petroquímica de primer mundo. ¡Ah!, y asfalto para las carreteras.
No hay que olvidar que la primera seguridad energética es la alimentación, y que una industria que satisfaga las necesidades descritas, elevaría con empleos, poder adquisitivo y comunicaciones, la nutrición de los venezolanos.
– Además, políticas de Responsabilidad Social Empresarial, nada que ver con sustituir el rol de los ministerios. Más bien hacer como las empresas modernas: interactuar en equipos sociales con los gobiernos y las comunidades, a objeto de elaborar diagnósticos y adelantar emprendimientos y acciones en las comunidades aledañas a las petroleras, que con enfoque sustentable eleven la calidad de vida, y hacia el mediano plazo generen nuevas dinámicas económicas. De manera que cuando finalice la actividad de la industria petrolera queden pueblos prósperos, en lugar de pueblos fantasmas.
– Finalmente, es importante que la industria petrolera haga énfasis, además de en políticas ambientales, en utilizar energías alternas en sus procesos petroleros y estimular su uso en las comunidades, a objeto de lograr una Venezuela altamente competitiva en energías limpias.
Sería inexcusable no resucitar la industria petrolera; pero más aún sería desarrollar una industria de primera que no haga un eje dinamizador con el desarrollo de país. Hay que evitar que por mal uso de los beneficios de la industria de hidrocarburos se vuelva a materializar la profecía de Uslar Pietri: que al acabarse el flujo petrolero Venezuela sería un caso de la Cruz Roja Internacional.
Tal como sucede hoy, luego del gigantesco boom petrolero que le tocó a la “revolución”, que fue orientado – estratégicamente- hacia la destrucción del país. El Proyecto lobo feroz … made in La Habana.
Es tan importante desarrollar una industria petrolera de primera, como enfocar la utilización de sus beneficios hacia la prosperidad de Venezuela. Es imperativo superar este limosnero sentado en un barril en que nos hemos convertido.
Rafael Gallegos Castro
Ingeniero Petrolero. Ex-gerente en PDVSA. Profesor del IESA. Miembro de Gente del Petróleo. Coordinador Académico del Diplomado de “Diplomacia Petrolera y otras Energías” del CODEIV