El Sonido de África en Venezuela

Contribución del africano a la formación de la música venezolana 1.- La música único bien del esclavo africano. El esclavo africano que vino a América no poseía absolutamente nada, ni siquiera su nombre propio original, y mucho menos lo que se suele llamar en nuestros días como derechos humanos, pero si él hubiera tenido a mano un hipotético equipaje, sin dudas que en el mismo se encontrarían solamente los ritmos y cantos de su lejana tierra de África, eso fue lo único que no le pudieron quitar los negreros cuando lo privaron de su libertad. Y fue precisamente esa música, el elemento más importante que lo ayudó a sobrellevar la pesada carga de la esclavitud. 2.- Asentamientos de los africanos en Venezuela En Venezuela los establecieron en las zonas donde existían las grandes plantaciones de caña de azúcar, cacao y algodón, las actividades mineras y la pesca de perlas, que requerían de una enorme mano de obra sin compensación: los valles del Tuy, de Aragua y del río Yaracuy. Además, toda la costa del Mar Caribe, algunas áreas del occidente cercanas al lago de Maracaibo y la región de Guayana, especialmente en El Callao. A partir del Siglo XVI fueron introducidos a los territorios insulares de Venezuela, especialmente a Nueva Cádiz de Cubagua y a la Isla de Margarita, grandes contingentes de esclavos destinados a las actividades de extracción de perlas. Entre los años de 1526 y 1532- el período más productivo de la explotación perlífera- de una población de 2000 europeos establecidos en Cubagua, éstos poseían unos 1764 esclavos, casi uno por habitante (1). 3.- El tambor, instrumento emblemático del africano Si algo han sabido hacer muy bien los africanos, en todo momento, es tocar el tambor, desde su tierra lo trajeron circulando en su sangre y depositado en el tuétano de sus huesos, especialmente de sus caderas y manos. Al ritmo de tambores, palmas y vehementes movimientos rítmicos, muy pronto comenzaron a celebrar sus ritos religiosos africanos, más tarde cuando se hicieron cristianos, asociaron sus manifestaciones rituales con el calendario religioso. También durante el trabajo entonaban sus rítmicos cantos, pues es más fácil trabajar cantando. Así mismo, durante la noche en las barracas o en sus chozas o junto a la familia, solían cantar en otra forma más íntima, por decirlo así. 4.- El mismo tambor, el tambor venezolano En Venezuela existen muchas clases de tambores herederos de ancestros africanos, que se utilizan en las diversas tradiciones musicales populares, casi todas asociadas a celebraciones rituales del calendario religioso. La “Fiesta de San Benito” viene acompañada por una batería de 7 tambores de madera a la que llaman Chimbángueles, de diferentes tamaños y de una sola membrana. Del más grande al más pequeño, se suelen denominar de la siguiente manera: Juan mayor, tambor mayor, arriero, tambor de respuesta, requinta, requintilla, media requinta, y medio golpe. En la “Fiesta de San Juan” que se celebra en la región costera de Barlovento en el Estado Miranda, se utiliza el conjunto mina que está formado por dos tambores, la mina y la curbatay unos palos de nombre laures. El tambor mina es el más grande del conjunto y al igual que la curbata posee una sola membrana. Otro grupo de tres tambores que se utiliza también en la “Fiesta de San Juan”, para acompañar la pieza llamada malembe, es el conjunto redondo, estos tienen dos membranas y más de un metro de longitud en tamaños diferentes, se les suele llamar prima, cruzao y pujao. Pero tal vez el que goza de mayor difusión en Venezuela es la tambora, de forma cilíndrica y tamaño variable, puede ser abierta o cerrada, cuando se le cierra con un cono de madera recibe la denominación de culo e’puya. Se le utiliza en diversas manifestaciones afro-venezolanas como la fulía barloventeña. El conjunto de fulía está asociado con los cantos de velorio y se ejecuta con pequeñas tamboras redondas de dos membranas, llamadas comúnmente tamboras de velorio. Existe también el conjunto de aguinaldos y más reciente aún el conjunto de gaitas, que está integrado también por tamboras asociadas al furruco, un tambor que tiene fijada sobre su membrana una varilla, que se frota con la mano cerrada y trasmite la vibración a la caja de resonancia. Así mismo, es interesante ver en Barlovento un tambor de parche clavado y extremo inferior abierto al que llaman cumaco, muy usado también en la “Fiesta de San Juan”. Otros instrumentos de origen africano utilizados en la música venezolana son la marímbola, instrumento idiófono de origen congolés (sanza), utilizado como sustituto del bajo. El furruco, que como hemos dicho es un instrumento de fricción, también de origen congolés (kinfuiti), acompañante imprescindible de los conjuntos que interpretan aguinaldos o villancicos- también la gaita zuliana- durante las festividades navideñas. Los palitos o claves, de naturaleza aerófana, cuya ejecución se hace de manera acompasada al golpear el uno contra el otro. 5.- La palabra, señora del ritmo y el compás. Manuel Rodríguez Cárdenas, el maestro inigualable de la poesía negroide en Venezuela, nos enseñó que el color de la piel deja de ser una barrera y en calidad de elemento integrador, se proyecta como expresión de sentimientos y emociones, de ritmo y cadencias acompasadas, cuando se transforma en poesía o música. Su fuerte poema negroide La gesta de Faustino Parra (2), es un buen ejemplo de canto a todos los atributos del hombre afrovenezolano: “Negro el pelo, negro el rostro, negro el caballo trotón negro como un cuervo negro, la punta del corazón”. Son también de origen africano las palabras rítmicas, que acompañan en cálido compás, la música popular propia de la zona costera del Mar Caribe venezolano, tales como bemba, cachimbo, banana, cucambé, chingo, fuácata, gongorocho, kananga, ñinga, pinga, purunga, achantarse, añingotarse, etc. 6.- Presencia de la negritud en la música académica. 6.a) A este respecto, una de las obras más interesantes de nuestra música académica es la Suite Santa Cruz de Pacairigua (195) de Evencio Castellanos, quien era originario de Cúa en el Estado Miranda, en el corazón de la negritud de esta tierra y siempre sintió gran simpatía por las pequeñas villas y caseríos que conforman la Venezuela rural, pero en modo especial por aquellos de