Por Mohamed Salem Daha
La lucha que emprendió el pueblo saharaui hace ya más de 50 años, primero contra el colonialismo español y luego contra el expansionismo marroquí, se inscribe dentro del marco de las luchas de liberación nacional de los pueblos africanos por su emancipación. La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por el auge de las luchas independentistas en el continente africano. En el año 1960 doce países del África acceden a la independencia. Hay que señalar también que los tres países que limitan el territorio del Sahara Occidental alcanzan su libertad en fechas próximas a este año: Marruecos en 1956, Mauritania en 1960 y Argelia- después de una larga y cruenta lucha donde más de un millón y medio de argelinos pierden la vida- en 1962.
Este escenario internacional de luchas populares contra la lacra del colonialismo encuentra oídos receptivos en la, hasta entonces, Provincia Españolas del Sahara, donde, a finales de los años 60, se funda el primer movimiento de corte nacionalista, anticolonial, organizado políticamente y que preconiza la lucha pacífica como medio para alcanzar la independencia nacional. Este movimiento, liderado por Mohamed Sid Brahim Basiri, Padre del Nacionalismo Saharaui, fue literalmente desmembrado por las fuerzas militares franquistas el 17 de junio de 1970, a raíz de la histórica manifestación de Zemla (barrio popular de la capital saharaui), cuando, militantes del movimiento independentista y la población saharaui en general, salen a la calle para rechazar pacíficamente la presencia colonial española y exigir la puesta en práctica de las resoluciones de las NNUU, especialmente la resolución 1514 (XV) de 1960, columna vertebral de la doctrina onusiana de la descolonización, que recoge la declaración sobre la concesión de la independencia a los pueblos y países coloniales a través del ejercicio de su derecho a la autodeterminación. Esta gesta histórica, que costó la pérdida de vidas humanas de civiles indefensos, de decenas de heridos, encarcelados y la desaparición, hasta nuestros días- a manos del ejército español- de su máximo líder, marcó el primer paso en el largo camino del pueblo saharaui hacia la libertad, ya que, desemboca, poco tiempo después, en el surgimiento de un auténtico movimiento de liberación nacional con un programa políticamente consolidado y la elección de la lucha armada como única vía posible para erradicar el colonialismo español del Sahara Occidental.
La fundación, el 10 de mayo de 1973, por un grupo de jóvenes saharauis liderados por Luali Mustafa Sayed, del Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente POLISARIO), reconocido por la comunidad internacional como representante legítimo y único del pueblo saharaui, constituye, sin lugar a dudas, un punto de inflexión en la historia reciente de ese pueblo, en la medida en que abre una nueva y superior etapa en su lucha hacia la emancipación definitiva.
Después de dos largos años de combates, contra el ejército colonial español, la Resistencia Saharaui obtiene grandes victorias, no solamente en el ámbito interno, donde la inmensa mayoría de la población cierra filas en torno al Frente POLISARIO, sino también en la arena internacional donde la presión sobre la metrópoli es cada vez mayor y el apoyo al derecho del pueblo saharaui se multiplica día tras día. En efecto, España, bajo el régimen del general Franco, se ve obligada a ceder y decide, finalmente, aceptar la propuesta de las Naciones Unidas para la celebración en 1975 de la consulta a los saharauis, bajo los auspicios de la organización internacional y previo envío de una comisión de la ONU (Comisión Visitadora) encargada de estudiar, sobre el terreno, los deseos y anhelos de la población autóctona y ofrecer así un informe detallado sobre la situación. En este informe quedó meridianamente clara la voluntad de los saharauis de luchar por su independencia nacional y su rechazo categórico a cualquier pretensión de soberanía extranjera sobre su país venga de donde venga.
Fue en esas circunstancias, y en el momento en que el pueblo saharaui se dispone, prácticamente, a acariciar el advenimiento de la anhelada y tantos años esperada libertad, cuando nuestros vecinos del norte y del sur (Marruecos y Mauritania respectivamente) comienzan sus incomprensibles, injustas e injustificables reclamaciones sobre la tierra de sus hermanos saharauis. Estos dos países- que también sufrieron en carne propia el flagelo del colonialismo y que fueron beneficiarios de la resolución 1514 (XV)-frenan, deliberadamente, la aplicación de la doctrina descolonizadora de las NNUU en el Sahara Occidental proponiendo consultar al Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) para ganar tiempo y adeptos a su aventura colonial.
El dictamen del TIJ, el 16 de octubre de 1975, fue contundentemente adverso a las pretensiones expansionistas marroquí-mauritanas: “La corte llegó a la conclusión de que los elementos e informaciones puestos a su disposición no demuestran la existencia de ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sahara Occidental, por una parte, y el Reino de Marruecos o el complejo mauritano, por otra. Por lo tanto, la Corte no comprobó que existieran vínculos jurídicos capaces de modificar la aplicación de la resolución 1514 (XV) en lo que se refiere a la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, a la aplicación de la libre determinación mediante la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio”.
Marruecos y Mauritania, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de las NNUU, de la otrora Organización para la Unidad Africana (OUA), hoy Unión Africana (UA), del dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, del informe de la Misión Visitadora de la ONU y del principio de la intangibilidad de las fronteras heredadas de la época colonial-pieza clave de las relaciones interestatales de la organización continental africana- se embarcan en una absurda aventura expansionista contraria a todas las leyes internacionales y a la voluntad del pueblo saharaui, que demostró, en más de una ocasión, su inquebrantable decisión de constituirse en un estado independiendo y soberano de conformidad con el reglamento jurídico internacional.
La invasión militar marroquí-mauritana, con la anuencia de la metrópoli española (Acuerdos Tripartitos de Madrid) y el visto bueno de las grandes potencias imperialistas, supuso, no solamente una afrenta intolerable a los cimientos mismos de la jurisdicción internacional y de los principios elementales de del derecho internacional, sino también y sobre todo, un golpe bajo a la lucha, los sueños y anhelos de libertad de todo un pueblo cuyo único pecado fue y sigue siendo el haber levantado las armas para defender su dignidad tantas veces violentada, violada y secuestrada, primero por los colonialistas y luego, por los nuevos ejércitos de ocupación.
Mauritania, después de fracasar en su intento de acompañar a Marruecos en su locura expansionista, gracias a la formidable resistencia del pueblo saharaui, anuncia en 1979 su intención irrevocable de renunciar a sus reclamaciones territoriales sobre el Sahara Occidental, rompe con los tristemente célebres Acuerdos Tripartitos de Madrid, firma un acuerdo de paz con el Frente POLISARIO, retira sus tropas del conflicto más allá de sus fronteras reconocidas internacionalmente y, pocos años después, reconoce la República Árabe Saharaui Democrática proclamada por el Frente POLISARIO, el 27 de febrero de 1976, tras la salida del último soldado español.
Marruecos, sin embargo, persiste en su empresa colonial y extiende, en un claro desafío a la comunidad internacional, sus dominios a las zonas saharauis abandonadas por el ejército mauritano, lo que le valió una importante condena por parte del Consejo de Seguridad.
Este país, el mayor violador del mundo de las resoluciones de las NNUU y del Consejo de Seguridad, desde la entrada escandalosa de sus huestes en el territorio del Sahara Occidental el 31 de octubre de 1975, practicó y sigue practicando, paralelamente a las barbaridades de la propia ocupación militar, una política de tierra quemada y de siembra de terror en todos los rincones de patria saharaui. Miles de civiles, niños, hombres y mujeres desaparecieron para no aparecer jamás. Centenares de asesinados a boca jarro y enterrados en fosas comunes. Miles de presos políticos en las tenebrosas celdas del rey marroquí, donde los horrores de la tortura y el desprecio fueron el pan nuestro de cada día. Se practicó, en definitiva, una auténtica política de limpieza étnica y de violaciones sistemáticas de los derechos humanos más elementales que persiste hasta nuestros días a pesar de la presencia, sobre el terreno, de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO), única misión de la ONU en el mundo que no tiene entre sus prerrogativas el mandato indispensable de defender, proteger y promocionar el respeto de los derechos humanos, por la obstinada oposición del régimen de ocupación Marroquí apoyado, en todo momento, por Francia.
Esta es, en resumen, la triste realidad, en la que se desenvuelve la vida diaria del pueblo saharaui, a lo largo de los últimos 50 años. Un pueblo dividido entre los que sobreviven bajo la bota inclemente del ocupante marroquí y los que pudieron huir, en los primeros años de la tragedia, hacia territorio argelino, donde se asientan los Campamentos de Refugiados Saharauis, que viven, gracias a la ayuda y la solidaridad internacional, en uno de los desiertos más duros del planeta, la Hamada argelina. Tanto unos como otros, los saharauis- en las Zonas ocupadas y en los Campamentos de Refugiados- continuaremos, decidida e incansablemente, nuestro combate libertador hasta la recuperación definitiva del último palmo de nuestra patria sojuzgada y envilecida por tanta ignominia y oprobio, aunque para ello necesitemos otros 50 o 100 años de resistencia.
Por Mohamed Salem Daha
Embajador de la República Árabe Saharaui Democrática en Venezuela
@EmbajadaSahara1