Los seis muros mas fascinantes en la historia de la humanidad

                                                              Consideraciones Generales Los seis muros de mayor significación, para sus respectivas culturas, en el mundo civilizado de nuestros días son: 1.- El Muro de Berlín, construido por los comunistas, fue considerado como el símbolo de la entera división entre Alemania Oriental (DDR) y Alemania Occidental (BRD) y su consecuencia inmediata: la condena a los habitantes de la Alemania del este a vivir en un régimen político que ellos no habían escogido, con la consiguiente pérdida de todas sus libertades. 2.- El muro de Donald Trump en la frontera entre México y los Estados Unidos de América, definido por su constructor como una línea divisoria entre: grandeza y opulencia por un lado y por el otro, miseria y pobreza, en muchos países que no pasan de ser “unos oscuros agujeros de mierda” Sic. 3.- El muro de los lamentos, el lugar más sagrado del judaísmo, reliquia todavía en vida del Templo de Jerusalén 4.- El muro de frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte, una sola nación que en los años 50 libró una guerra por las fronteras, que dejó cerca de dos millones de muertos y que aún no tiene armisticio 5.- La gran muralla china, construida en el siglo V antes de Cristo para evitar la invasión de los ejércitos de Mongolia y de Manchuria, según los astronautas que pisaron la luna, la única obra del ser humano que puede verse desde allí. 6.- El muro de la Embajada de Venezuela en Addis Abeba, la capital de Etiopía ¿Qué tiene de singular este muro? para ser conceptuado como uno de los más importantes en el desempeño de una función social y cultural y más aún, como un legado de Venezuela al desarrollo de la Etiopía moderna. Trataremos de explicarlo a continuación.                                                                 II                      Derrocamiento del Emperador de Etiopía, Haile Selassie.  El 12 de septiembre de 1974 un movimiento militar de oficiales de graduación media, apoyados por sectores populares e intelectuales de grupos de izquierda, derrocaron el régimen de tipo feudal del Negus Haile Selassie, Emperador de Etiopía. Para ese momento el imperio de Etiopía enfrentaba una profunda crisis política, económica y social como consecuencia de un gobierno esclavista y feudal que llevó a ese país a ser considerado el más pobre del mundo. La mayor parte de la población vivía en el área rural, donde experimentaba periódicas sequías y enfrentaba continuas hambrunas, en tierras cuya propiedad eran del Negus, la nobleza o la Iglesia Ortodoxa etíope. Todos, sin excepción, exigían tributos altísimos a los campesinos empobrecidos. Si existe una revolución que deba ser justificada a escala universal, esa fue la revolución de Etiopía.  Al ser derrocado El Negus, desapareció por siempre de la historia como un falso benefactor del pueblo etíope.                                                                 III                   La nueva Etiopía en un camino de esperanza y justicia social. Como una de tantas prioridades la revolución confiscó todas las tierras, villas feudales y castillos de la aristocracia etíope: en especial mansiones de gran lujo y opulencia. Para el nuevo gobierno se presentó un problema, cómo mantenerlas y darles conservación, la solución fue fácil: alquilarlas a los gobiernos extranjeros como inmuebles para sus embajadas. Como es sabido, Etiopía fue la sede de la Organización para la Unidad Africana (OUA) la cual agrupaba a 53 países del continente africano. Fue fundada el 25 de mayo de 1963, por importantes líderes regionales del tercer mundo como Kwame Nkrumah y Gamal Abdel Nasser. Tras su disolución el 9 de julio de 2002, fue sustituida por la Unión Africana. Además de estos numerosos países africanos recibía también a funcionarios de organismos internacionales y de naciones de Asia, Oceanía, América y Europa que sumaban tres largos centenares de diplomáticos de todo el mundo. Una brillante idea, alquilar mansiones de lujo para sede de representaciones diplomáticas, con lo que se aseguraba la restauración y mantenimiento de un gran patrimonio cultural.                                                                 IV                  Organización de la Embajada de Venezuela en Addis Abeba. En el mes de agosto de 1984 llegue al aeropuerto Bole International que sirve la ciudad de Addis Abeba, allí me esperaba el Jefe de la Misión de Venezuela en ese país licenciado Luis Sosa Vaamonde, Encargado de Negocios Ad hoc, un diplomático de carrera, culto, con experiencia de más de treinta años de servicio, quien tuvo el acierto de conseguir para la embajada de Venezuela un palacete propiedad de un aristócrata etíope, en los altos de una colina, en un céntrico paraje al sur de la ciudad. Tres días después, Sosa Vaamonde se marchó y quedé como Jefe de Misión con igual rango: Encargado de Negocios Ad hoc. Como dato curioso, nunca pensé que más tarde entregaría la misión venezolana en Etiopía a otro yaracuyano como yo: Alfredo Hernández Rovati, brillante diplomático de carrera, de una familia de prosapia de Yaritagua, quien murió muy joven víctima de un cáncer en la garganta. Recapitulando, entonces decíamos, la Embajada de Venezuela era un castillo medieval, compuesto de una construcción que fungía como residencia del embajador, otra como sede de las oficinas y una más como habitaciones de los empleados domésticos. Todo esto, con un lago interior navegable en canoa y un gran muro de unos tres kilómetros de circunferencia. Me hubiera gustado ofrecer algunas fotografías, solamente con el objeto de dar una idea de lo que representaba esta edificación de la edad media y su complejo habitacional.                                                                     V                                                 Desarrollo de los hechos En mi cuarto día de permanencia en Addis Abeba comencé a caminar sobre el muro, que ofrecía la posibilidad de disfrutar de hermosos paisajes de una misteriosa ciudad oculta entre las fallebas de tiempos de una antigüedad bíblica, dicho sea de paso, también en las noches de luna podían verse manadas de hienas hambrientas a la búsqueda de carroña en los basureros. Pero, ese día lo que me llamó más la atención, debajo del muro, en un paraje oscuro y muy sombrío fue un grupo de unos 30 hombres encuclillados, en una actitud que no me permitía discernir sobre lo que estaban haciendo. Entonces, pregunté a mi chofer, quien me