Tokio 2020 y el Olimpismo actual

Por Abraham Clavero La gran fiesta del olimpismo mundial finalmente ha podido realizarse luego de un año de retraso a causa del Covid-19 que amenazó, inclusive hasta último momento, dejar en suspenso la cita prevista para Tokio. Han sido las Olimpiadas más atípicas por encima de las de Moscú (1980) y Los Ángeles (1984) marcadas por el boicot, así como las de Múnich (1972) por el terrorismo. Un total de 224 entidades atendieron el llamado a este evento del cual solo Corea del Norte y Guinea estuvieron ausentes.   Aparte de las graves consecuencias de carácter económico que significó para Japón, dicho aplazamiento también tuvo sus repercusiones en el conglomerado de atletas que vieron interrumpidas su ciclo de preparación con miras de llegar en las condiciones más optimas posibles, pero sobre todo evitar ser contaminados por el “bendito virus”. Muchos no lo lograron debiendo declinar y perdiendo años de sacrificio. No hay duda que Tokio 2020 marcará un antes y un después en la evolución del movimiento olímpico internacional por los efectos emanados de la edición XXXII de las olimpiadas de verano y sobre todo los ajuste que se deberán realizar para la próxima cita en Paris en el 2024. Pero más allá de las huellas dejadas por la pandemia, los actuales juegos se han caracterizado por estadios completamente ausente de un gran actor como es el público; que solo han contado con la presencia del personal de seguridad, de los jueces y de los técnicos de los equipos participantes. Se extremaron las medidas de bioseguridad, conminado a los atletas a que se retiraran de las pistas no más culminar su actuación. Qué tiempos aquellos cuando los recintos se encontraban abarrotados de visitantes procedentes de todas partes del mundo, deseosos de disfrutar de las hazañas de los máximos representantes del deporte a todos los niveles. En esta oportunidad, se palpaba en el ambiente un inmenso vacío, una marca tristeza causa por la necesidad que tienen los atletas de sentirse aupados por público. Al hacer un balance de estos juegos hay que resaltar que por encima de las circunstancias antes mencionadas los países del Tercer Mundo y específicamente de América Latina continúan bastante relegados en sus desempeños deportivos, arañando solo algunas medallas gracias a atletas excepcionales de alta competencia de la talla de nuestra Yulimar Rojas. Al hacer un paréntesis, hay que recordar que la primera medalla olímpica lograda por Venezuela en unas olimpiadas fue gracias a Asnoldo Devonish, medalla de bronce en salto triple en Helsinki 1952. Que coincidencia. De manera pues, que el medallero olímpico ha continuado siendo acaparado por aquellos países que han puesto en práctica políticas masivas de desarrollo deportivo, permitiéndoles incluir, en muchos casos, varios de sus atletas en una misma prueba. En el top 20 solo aparecen Brasil y Cuba. Estas olimpiadas terminaron de confirmar la potencialidad de la R.P. China al poderse codear con los grandes en casi todas las ramas del deporte, ya sean de pista y campo, acuáticos o por equipos. Todo ello gracias, hay que reconocerlo, al desarrollo masivo del deporte en el país asiático, desplazando a otras entidades especialmente en las ramas del atletismo, la natación, la gimnasia y heterofilia por solo nombrar algunas. Diversos países han recurrido a otros medios para destacar como es el caso de Qatar, conformando un excelente equipo de atletismo con un grupo de nacionales y algunos nacionalizados que han contado con todo el apoyo económico otorgado por la familia real Al Thani. Un ejemplo de ello es el actual campeón olímpico de salto alto, Mutaz Essa Barshim. Para Qatar, el deporte, al igual que el canal de noticias Al Jazeera, se ha convertido en una carta de presentación que lo destaca en el Medio Oriente. Esta política se verá realzada con la celebración del Mundial de Futbol el próximo año. Otros aspectos dignos de mencionarse en esta cita olímpica en Tokio, es las decisiones del Comité Olímpico Internacional de hacerse eco de las demandas en favor de la igualdad de sexos estableciendo competencias mixtas en diversas especialidades por equipo, incluidas por primera vez en el calendario olímpico, como es el caso del atletismo.    Además, estos juegos se han visto marcados por otro de los grandes flagelos que afecta a la humanidad: los refugiados. De ahí la presencia, por segunda vez en la historia de estos juegos de un equipo Olímpico de Refugiados. De esta manera, el C. O. I. posibilitó a todos aquellos atletas, en dicha condición, procedentes de países africanos, asiáticos y latinoamericanos para que pudieran acudir a Tokio. En ese grupo se encontraba el boxeador venezolano Eldric Sella Rodríguez, quien, desafortunadamente, luego de su actuación no podrá regresar a Trinidad y Tobago. El Equipo Olímpico de Refugiados, estuvo conformado por 29 atletas procedentes de 11 países El grupo compitió en 12 categorías deportivas como atletismo, bádminton, boxeo, natación, entre otras. En 2015 el Comité Olímpico Internacional estableció un Fondo de Emergencia para Refugiados por un monto de 1,9 millones de dólares para que personas con estatus de refugiado se integraran al deporte. En la capital nipona, los 29 atletas que conforman al Equipo Olímpico de Refugiados eran originarios de Afganistán, Camerún, Eritrea, Irán, República Democrática del Congo, Siria, Sudán del Sur y Venezuela. Dentro de este tema, en Tokio, se ha acentuado aún más la tendencia de una gran cantidad de atletas que han buscado refugio en otras latitudes. Ellos han formado parte de esa inmensa oleada de inmigrantes que huyendo de las situaciones imperantes en sus países de origen han logrado librarse de políticas represivas y acciones terroristas que incluyen violaciones de sus derechos humanos. Un caso digno de mencionar en este aspecto es la atleta de fondo Sifan Hassan nacida en Etiopía, (oro en 5mil y 10mil metros y bronce en 1500 metros) que a los 15 años huyó a Holanda en calidad de refugiada, con la ilusión de convertirse en enfermera, y donde descubrieron su gran talento para el atletismo. También es el caso de Athing Mu, de origen