Mijail Sergueievich Gorbachov

Hace apenas unos días murió una figura muy importante del siglo XX. Aun cuando muchos de sus proyectos no fueron exitosos Mijaíl Serguéievich Gorbachov merece ser recordado como una persona, que puso sus cualidades humanas al servicio de su país y de la paz en el mundo. “No dejen que se les escape el futuro el futuro es suyo”, dijo Gorbachov, en noviembre de 2019, cuando en una entrevista de prensa se le pidió un consejo a los jóvenes.  Cuando Gorbachov asumió el poder, en 1985, estaba claro que la Unión Soviética había sido muy útil para cimentar las diferencias sociales, en el que los miembros de la nomenklatura ocupaban el vértice de la pirámide del poder en Rusia. En ese momento, ya no había dudas de que el sistema instaurado por Vladímir Lenin, líder de la revolución de octubre de 1917, se encaminaba a una crisis profunda, si no se realizaban reformas con una relativa celeridad, sobre todo en el campo de la economía. Mientras estuvo en el poder, emprendió dos reformas fundamentales que cambiaron la historia de la URSS: la perestroika, que significa “reestructuración” en ruso y la glasnost que puede traducirse como “transparencia”. Estas medidas estaban dirigidas a darle un carácter moderno y humano al régimen soviético. Con la primera, Gorbachov construyó una nueva base económica más abierta al mercado internacional y a la libertad de empresa. Pese a ser un régimen comunista, la URSS permitió cierta autonomía local y autorizó la propiedad privada en artículos personales básicos. El objetivo fue pasar de una economía planificada y controlada por el Estado, a una economía de mercado, bajo la ley de oferta y demanda. Tengo la impresión de que Gorbachov aspiraba poner en práctica un sistema económico similar al que se estaba desarrollando en otros lugares del mundo, pero siempre desde las bases del socialismo. Con la segunda, y dentro del marco creado de la apertura hacia Occidente, se buscaba una mayor transparencia y democratización de la Unión Soviética. Mientras la perestroika se centraba en el plano económico, la ‘glasnost’ buscaba liberalizar el sistema político. Entre otras se pusieron en marcha diferentes medidas: liberación a disidentes políticos, se permitió la venta de libros hasta entonces prohibidos y se apostó por la libertad de prensa, el pluralismo político y la transparencia informativa, rebajando el control político sobre los medios de comunicación. Lo anterior cobra sentido al poder comprender que para el sostenimiento de la apertura económica con occidente, lo cual iba en contra de las políticas que se habían implantado en la Unión Soviética desde sus orígenes, había que asegurarse el apoyo de los soviéticos a las nuevas reformas. En ese sentido, la glasnost busco crear un debate interno entre los ciudadanos de la URSS, con el objetivo conseguir una actitud positiva frente a las nuevas reformas aperturistas. A eso los analistas políticos del mundo le llaman “TENER VISION POLITICA DE LARGO PLAZO” No obstante lo anterior lo que sucedió a continuación ya era cantado en todos los rincones de la ex Unión Soviética: la caída del Muro de Berlín y la proclamación de la independencia de las repúblicas que formaban parte de la URRSS, Azerbaiyán Letonia, Ucrania y Moldavia, Kirguistán y Uzbekistán. El inicio del fin de Unión Soviética, una federación de repúblicas que fue fundada tras la Revolución de octubre 1917. Sin embargo, esta situación le creo innumerables enemigos en la sociedad rusa, los llamados “viudas del comunismo”. Parece mentira que esto pueda suceder, difícil de explicar, pues para la sociedad soviética la falta de un Estado fuerte que todo lo ve, todo lo controla, sin ningún signo de libertades, una justicia a la medida de los jerarcas del partido comunista, significo la pérdida del padre que todo lo puede, todo lo da y todo lo quita, tal y como lo dibujo George Orwell en su libro titulado 1984, escrito en 1949, el cual me permito recomendar ampliamente. Quien escribe este articulo vivió durante 5 años en un país de la órbita soviética, después de la caída de la llamada cortina de hierro (URSS), y puedo dar fe que observar a la gente caminar por las calles, después del derrumbe soviético, fue lo más parecido a estar participando de un velorio de un ser muy querido por su familia. La tristeza que se respiraba se podía cortar con un cuchillo. Parecía que había más muertos caminando por las calles que los que estaban en el cementerio. Una de esas viudas del comunismo es Vladimir Putin quien de forma violenta y rabiosa han ido deshaciendo toda la herencia de Gorbachov, uno de cuyos grandes méritos fueron los acuerdos de desarme que firmó con EE UU. La reducción de los arsenales nucleares y la voluntad de llegar a un mundo desnuclearizado son aún más valiosos si se comparan con la realidad actual en la que la amenaza del arma nuclear se repite de forma irresponsable. El desarme que Gorbachov predicaba era el resultado de una mirada global sobre el mundo, una mirada hacia el futuro y una advertencia sobre los peligros de las visiones imperiales. Hace 34 años de la histórica intervención del líder soviético Mijaíl Gorbachov en la que el primer y el último presidente de la URSS anunció su dimisión y admitió el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Gorbachov pudo cambiar el destino del mundo aprovechando esa posición de poder en la Unión Soviética. Consiguió poner fin a la Guerra Fría, liberar al mundo de la amenaza de un conflicto nuclear y logró abrir las fronteras y trato, sin haberlo conseguido, que su país se uniera a Europa”. Luis Velásquez -Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Central de Venezuela, Estudios de posgrado en París II, Universidad de la Sorbona (Francia) y Universidad de Belgrano (Buenos Aires, Argentina), donde estudié Comercio y Desarrollo y Política Económica, respectivamente. -Viceministro de Comercio, Negociador Principal de Venezuela en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA), – -Viceministro de Industria. -Representante Permanente Adjunto ante ONU-Ginebra en la Misión Permanente de Venezuela en Ginebra, a cargo