Cruz Ramón Galíndez, un irrepetible periodista venezolano

Por Hugo Álvarez Pífano Nació para ser un verdadero periodista, pues siempre sintió un gran respeto a la verdad y a la búsqueda de la objetividad, no obstante, a menudo destacaba su opinión por encima de la obligación de informar simplemente, sin opiniones personales. Su mayor fuerza, fue la defensa del derecho que tiene el profesional de información a no trabajar en contra de sus convicciones e ideas, esta fue su contribución invalorable en las últimas tres décadas del periodismo en Venezuela.                                                                            I                                                     CONSIDERACIONES GENERALES Antes de escribir una crónica sobre un amigo al cual se le tiene gran afecto -me refiero al periodista del Yaracuy, Cruz Ramón Galíndez- es oportuno consultar la opinión de otras personas, que transitaron con él un camino de experiencias diarias y vivencias comunes: Vale a decir, lo conocieron en su dimensión humana, actuaciones profesionales y con él compartieron afectos y sinsabores. Hablo en este momento de un buen amigo de Galíndez: Horacio Elorza Garrido, abogado, político, historiador, productor de programas de radio y televisión, promotor cultural, escritor de temas costumbristas, quien ha publicado centenares de escritos y varios libros, uno de ellos “San Felipe de ayer” tuve la honra de escribir su prólogo, más aún, muy por encima de todo esto Jesús Horacio tiene la virtud de ser un gran comedor de empanadas, cuentan las historias que su madre la distinguida señora Pastora Garrido de Elorza, en lugar de darle su primer biberón, lo puso a chupar una deliciosa empanada de guiso, así llaman en Yaracuy a las empanadas de carne guisada, a partir de ese momento desarrolló una pasión irrefrenable por las empanadas. Cuando traté de hablar con él en San Felipe, la señora que le prepara las empanadas me dijo que esto no era posible, pues se encontraba en plena degustación y no permitía interrupción alguna -en sus propias palabras, se trataba de un acto de carácter sacramental, una comunión espiritual con la empanada- tajantemente no podía ser interrumpido. Me retiré, no sin antes obtener las recetas de las empanadas que ella le prepara y posteriormente la primera crónica que se escribió sobre Cruz Ramón Galíndez, el día mismo de su muerte: 14 de junio de 2018. Me sea consentido presentar a la benevolencia de mis gentiles lectores, las recetas de las empanadas que esta buena señora cocina para los desayunos de Horacio Elorza Garrido: 1.- Empanadas de morcilla, marinada en agua de azahares, zarzaparrilla o zarza morisca e infusión muy ligera de camomila, en modo de mantener un delicado equilibrio de sabores. Aromatizada con esencia de rosas, flores de lavanda y palitos de romero, sin romper este fino gusto de exquisiteces. Un balanceado y ligero manjar digno del paladar más exigente de gourmet alguno. 2.- Empanadas de longaniza, cocinada en grasa de pato silvestre y flambeada con Coñac Napoleón V.S.O.P. mezclada con brotes de espárragos, corazón de alcachofa y champiñones portobello fileteados en Brunoise, Mirepoix o Juliana. 3.- Empanadas de chicharrón con pelo, saborizado con bísquet de langosta, fumet de bogavante y una reducción de Moet & Chandon Brut Imperial Champagne. 4.- Empanadas de bofe (pulmón de res, esponjoso, blando y flexible), mondongo (finamente picado en mirepoix) y patas de pollo (sin las uñas y sin la gruesa piel) cocinados en salsa bechamel, ricota de cabra y queso “gorgonzola di venatura dolce”, perfumados con azafrán y un “bouquet de fine herb a la mode francaise”. Todo cubierto con delgadas rebanadas de dátiles argelinos -fileteados en cortes tipo pluma o láminas- y macerados en licor Grand Marnier. Es una empanada muy delicada. 5.- Y, al final, la reina de las empanadas, la más importante y magnificente de todas, cómo podríamos decir al poner un ejemplo: Se me ocurre un argentino -la gema más brillante del planeta- en una reunión social de élite. Hablamos de la empanada de lomito de lechón, de un cerdito de dos meses de edad, solamente alimentado con la leche de su madre. El lomito cortado en rebanadas y sazonado con sal y ají campana. El ají campana es una variedad de ají bastante picante que se cultiva en el Yaracuy, se le llama campana porque “pica y repica” pica al entrar -en la boca- y pica al salir -en el rabiñan- Hay muchas personas que disfrutan del “pique y el repique” y más aún del repiquetear del ají con la furia de una campana en alborozo, de aquí el éxito de estas empanadas preparadas con un sustancioso mojito del nunca bien ponderado ají campana. Advertencia: Estas deliciosas empanadas no son recomendables para personas que sufren de hemorroides o almorranas, a menos que se trate de auténticos masoquistas, siempre bien dispuestos a sufrir por una justa causa como esta: Comer exquisitas empanadas aderezadas con un ají que nos evoca el tañer de las campanas.                                                                                 II                                      ESTADÍA DE CRUZ RAMÓN GALÍNDEZ EN ROMA En el año 1961, al mes de mayo, en plena primavera visito Roma en labores periodísticas, tuve el placer de atenderlo, al final de su estadía tenía que tomar un vuelo nocturno de KLM, vía Roma-Ámsterdam- Maiquetía, 30 de mayo de 1961. Pues bien, había tiempo suficiente para descansar en mi casa, tomar algunos vasos del buen vino de los castillos romanos y comer una especialidad de mi cocina de esos lejanos años: Espaguetis con salsa napolitana hecha con salchichas finochiona y sopressata. Al efecto, compramos una generosa cantidad de vino de esa procedencia, muchas salchichas y fetuccini de pasta fresca. “I Castelli Romani” son una región histórica de Italia, famosa por su producción de vinos de excelente calidad, de un sabor único y gran versatilidad, combinan muy bien con pescados, aves, carnes rojas y de cacería. Son muy reconocidos en todo el mundo. “I vini dei Castelli Romani” más apreciados son el Frascati, el Est Est Est de Montefiascone, el Grechetto de Orvieto y el Verdicchio di Matelica. Lo que siempre me hizo admirar a los vinos de los Castillos romanos fue su espléndido color similar al sol de Roma, blanco