Por Rafael Gallegos
Político a tiempo completo
Por allá en Rubio, estado Táchira, a finales de los años veinte o comienzo de los treinta del siglo pasado, un maestro regañó fuertemente a un alumno. Éste creyó que el reclamo era injusto y abusivo. El niño, llamado Carlos Andrés, se le plantó al profesor y le dijo en tono de amenaza: cuando yo sea presidente …
La anécdota puede parecer un poco exagerada, aunque yo oí a CAP dándola por cierta en una entrevista. Pero como sea, refleja en el niño a un político a tiempo completo, que lo fue Carlos Andrés Pérez toda su vida.
En su natal Rubio, CAP fue presidente del centro de estudiantes de su instituto. Luego llegó a Caracas a estudiar bachillerato. Se inscribió en el Liceo Andrés Bello. Era largo, flaco, tímido y con un fuerte acento andino que inspiraba bromas de sus compañeros. Al poco tiempo se convirtió en uno de los dirigentes fundamentales del liceo. Consiguió permiso para disponer de las llaves de la institución, y en las noches imprimía mensajes políticos. Se destacó como joven activista del PDN y luego de AD.
Cuando el golpe del 18 de octubre de 1945, CAP era estudiante de derecho en la UCV, y se convirtió en uno de los secretarios del joven presidente Rómulo Betancourt. Dejó los estudios y se dedicó a tiempo completo a la actividad política. Luego de la caída de Don Rómulo Gallegos, fue aventado al exilio en Colombia. Allí hizo el último intento de continuar sus estudios de derecho.
Preso en Colombia por la policía del dictador Rojas Pinilla, le ofrecieron que si se declaraba colombiano (su papá era de Chinácota, Colombia), le levantarían todos los cargos y no lo enviarían a Venezuela. Él no aceptó. Es fácil contar la anécdota; pero esa negativa le significó convertirse en preso de la terrible dictadura. Además de perseguido y preso, estuvo exiliado en varios países. En Costa Rica, era el redactor del diario La Prensa el 23 de enero de 1958.
Al caer la dictadura, regresó a Venezuela. Fue electo diputado al Congreso Nacional por su Estado Táchira en las elecciones de diciembre de 1958, ganadas por Rómulo Betancourt. Fungió como viceministro y ministro de Relaciones Interiores del presidente Betancourt. Luchó a brazo partido contra las conspiraciones militares, y la insurrección comunista dirigida desde La Habana por Fidel Castro, el Lex Luthor latinoamericano. Barcelonazo, Carupanazo, Porteñazo, guerrilla rural y urbana… todos esos movimientos encontraron a Carlos Andrés Pérez defendiendo con su vida a la naciente democracia.
En 1963 se reincorporó a su curul en el Congreso. Su retorno fue un escándalo. Los dirigentes de la oposición, donde se mezclaban los demócratas anti gobierno y los subversivos, utilizaron políticamente ese retorno y le dijeron asesino, vende patria, proyanqui y una serie de calificativos.
Ese día CAP llegó al Congreso temprano. Su compañero Jame Lusinchi, previendo alguna agresión le dijo Siéntate en la segunda fila porsiacaso. Le avisaron que una diputada lo iba a coger a carterazos. Entonces, CAP sentó a otra compañera a su lado, por aquello que lo que es igual no es trampa.
Como si no fuera con él, aguantó la sarta de insultos y ofensas de los opositores. Dicen que sin inmutarse. Años después diría que tenía una metralleta en su maletín… por si acaso.
En los años siguientes ocupó muchos puestos en la dirigencia política, entre ellos secretario general de AD. En 1973, compitiendo con Reinaldo Leandro Mora, se convirtió en candidato presidencial de su partido.
Un cambio radical de su imagen
El periódico Reventón, de extrema izquierda y muy leído por los estudiantes de la época, le publicó a propósito de su candidatura presidencial, una foto uniformado de policía. La nota aludía a su lucha contra la guerrilla. En la foto, CAP salía gordo, cachetón y malencarado. Le expresaron todos los epítetos y finalizaron diciéndole: Policía, te vas a quedar con las ganas, porque a Miraflores no vas a llegar.
Pero, ¡oh sorpresa! La candidatura de CAP marcó una era. Asesorado por empresas norteamericanas, cambió radicalmente su imagen. Adelgazó, se dejó las patillas y el pelo largo a la usanza de la época, y se vio más juvenil. Brincaba charcos para demostrar que representaba a la “democracia con energía”. Modernizó su vestimenta y hasta puso de moda las chaquetas de cuadritos. Y sobre todo cambió su serio y tímido gesto por una esplendorosa sonrisa. La publicidad inventó, o dejó colar, que CAP era un hombre parrandero, pícaro con las damas, y muy alegre. Chelique Sarabia le compuso “Ese hombre si camina”, lo demás… es historia.
Del policía malencarado que dibujó Reventón, sus asesores lo convirtieron en un político de infinito carisma, que hizo vibrar a las masas. Derrotó al candidato del gobierno, Dr. Lorenzo Fernández, cuyos publicistas le proyectaron una imagen familiar, tradicional, madura, religiosa y muy formal.
La abundancia con criterio de escasez, ¿o al revés?
En 1973, como consecuencia de la guerra del Yom Kipur y del embargo petrolero, los precios del combustible se cuadruplicaron. En diciembre de ese año, Pérez arrasó en las elecciones presidenciales.
El primer presupuesto del presidente CAP triplicó al último de Caldera. El país entró en una vorágine de abundancia. Incremento de sueldos, obras de infraestructura, adelanto de Guri, Plan IV de Sidor, universidades, escuelas, hospitales, nacionalización del petróleo y el hierro, Plan de Becas Ayacucho… Venezuela se redimensionó. Además, su gobierno afirmó a Venezuela en el contexto internacional y sirvió de catalizador en la democracia latinoamericana.
Juan Pablo Pérez Alfonzo alertó acerca de que tanto ingreso de divisas podía dañar al país. Venezuela será como un indigente que se gane la lotería y comience a comer siete veces al día, se descompensará – decía el padre de la OPEP – y esa descompensación será conocida como Efecto Venezuela- finalizaba.
Recomendó bajar la producción petrolera hasta un millón de barriles por día – en el subsuelo se revaluará, decía-. Para situarnos en contexto, debemos recordar que las reservas petroleras venezolanas se estimaban para menos de 20 años y no se visualizaba como prioritaria la transición energética. En línea con las observaciones de JPPA, el gobierno de CAP creó, a fin de represar los excedentes, el Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV).
Sin embargo, a bajar los ingresos petroleros, el gobierno se endeudó hasta el punto que el siguiente presidente Luis Herrera Campins, expresó: recibo un país hipotecado. Y de paso, se hablaba de altos índices de corrupción.
En pocos años, la abundancia se convirtió en escasez. En 1983, LHC procedió a devaluar el bolívar.
A pesar de tantas obras, tanto logro, entre ellos la profundización de la democracia y los altos niveles de vida, el primer gobierno de CAP no utilizó los abundantes ingresos petroleros para generar un desarrollo sustentable. Más bien la abundancia aflojó los resortes morales. El “pleno empleo” implicó duplicar la burocracia y multiplicar el gasto público. La moneda dura alejó la sociedad de la productividad. Las importaciones suntuarias marcaron récord, y la tribu “ta barato” comenzó a escribir sus páginas en los paraísos turísticos del mundo, donde a veces por el dispendio, los confundían con jeques árabes.
CAP, luego de su presidencia, reflexionó, e inició un mea culpa que lo llevó a aplicar grandes transformaciones en su segundo período gubernamental.
Continuará…
Rafael Gallegos
Ingeniero Petrolero. Ex-gerente en PDVSA. Profesor del IESA. Miembro de Gente del Petróleo. Coordinador Académico del Diplomado de “Diplomacia Petrolera y otras Energías” del CODEIV