Una democracia en crisis, pero perfectible

La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción

de todos los demás que se han inventado.

Sir Winston Churchill

            YOLANDA VANEGAS REYNALES

            Cuando el ser humano decide integrarse en comunidad después de muchísimos años de nomadismo, tiene que crear mecanismos culturales que regulen y controlen esa sociedad y permitan la subsistencia del hombre. De allí va surgiendo lo que posteriormente se constituye como Estado, del cual nace la idea de la ciudadanía y del ciudadano. Los Estados van a asumir históricamente diferentes concepciones, entre las cuales se encuentran los totalitarismos y las democracias, ambos en diversos grados y características. Estas últimas son, sin lugar a dudas, las más adecuadas para los fines que el hombre aspira, toda vez que es lo que más se acerca a la defensa de los derechos humanos y al respeto de la dignidad, pero como todas las concepciones culturales, cuando no logra los objetivos entra en crisis y hay que buscar los cambios necesarios. Se impone, entonces, reflexionar sobre lo que ha determinado esa crisis, comprenderla y actuar en consecuencia, como lo dice Andrés Rosler. No basta sólo comprender, sino que también hay que actuar.

            Desde épocas muy remotas, ya las prácticas democráticas vienen arrastrando discriminaciones y exclusiones, como lo manifiesta el sociólogo Boaventura de Sousa Santos. En la antigua Grecia, por ejemplo, no todos gozaban del carácter de ciudadanos y existía exclusión de los que llamaban estigmatizados, como los esclavos, a quienes se les despreciaba socialmente. Sin tener que analizar los distintos períodos históricos en donde se han apreciado iguales desprecios, podemos afirmar que en este siglo todavía se observa la exclusión de los que se considera distintos y se relega al gay, a los enfermos mentales, a los que carecen de fortuna, a las minorías raciales y étnicas, estableciéndose un dualismo de nosotros-ellos. De esa manera, no se respetan, pese a que las legislaciones digan lo contrario, los derechos civiles, políticos y sociales de los que son despreciados, discriminados o excluidos.

            De igual manera, se ha sostenido la tesis por parte de varios estudiosos, entre ellos el filósofo Yuner Flórez Eusse, de que el Estado ha pretendido siempre dominar a las masas representadas por los más desposeídos, con el fin de mantenerla enajenada, utilizando el derecho y las leyes como un medio para tal objetivo. El ser humano decidió constituir la sociedad y con ella al Estado como instrumento para organizarla y controlarla, pero se tergiversó ese concepto atendiendo intereses particulares de élites favorecidas. En ese orden de ideas, se observa que en la época contemporánea, los que detentan el poder con mucha frecuencia incurren en actos de corrupción, es notorio el tráfico de influencias y la manipulación de la ley en búsqueda de enriquecimiento o de la perpetuidad en el ejercicio de un mandato, todo ello en detrimento de las clases más vulnerables, siendo evidente el desprecio a la dignidad humana que es el bien protegido en la teoría.

            Por otra parte, el afán de lucro, la inequitativa distribución de la riqueza, la explotación indiscriminada de los recursos naturales, el irrespeto de la naturaleza y su aprovechamiento sin límites, han ido causando que los gobiernos se conviertan en lo que el citado Boaventura de Sousa Santos llama una democracia de baja intensidad, que es puramente representativa, con dominio de pocos, defensora de los intereses de élites y oligarquías y con predominio represivo. En el caso colombiano, si bien la constitución define al Estado como social y de derecho, lo cual involucra el predominio de la ley y de los derechos del hombre, también hay una realidad en la que se observa corrupción en todos los poderes del Estado, impunidad en casos de delitos cometidos por personas con influencias económicas o políticas, estados de pobreza extrema agudizada en estos tiempos de pandemia, falta de distribución equitativa de recursos, compras de votos en los procesos electorales, falta de protección a los indígenas y a su Madre tierra y otros de la misma naturaleza, que ubican en situación de crisis de la democracia. Si fue instaurada para el bienestar de todos, no lo está cumpliendo cabalmente.

            Ante esa problemática, hay que reaccionar y llevar a la democracia a un estado de alta intensidad. Eso supone que el ciudadano se concientice y adquiera formación y responsabilidad, convirtiéndose en un ciudadano activo; que la concepción democrática no sea solamente representativa sino también participativa; que se procure el respeto a la dignidad humana como lo pregona Kant y, en fin, que con todos esos aportes se replantee el Estado y con él la democracia. Ante la pregunta de si se debe tolerar al intolerante, la respuesta debe ser que sí, lo cual se hace con argumentos y diálogo, para no caer en lo que Miguel Miranda Rodríguez alertó sobre los diálogos entre gobierno y las FARC para terminar la lucha armada. Apunta tal autor, que en las conversaciones ambos grupos mantenían total rechazo de los puntos del otro, lo cual conducía al fracaso, puesto que no había tolerancia.

            Se podrá así afirmar que como hemos expresado, la democracia actual tiene fallas, pero se pueden corregir y revertir, lo cual la hace perfectible y pese a su crisis actual, el hombre en general y el colombiano en particular, tendrá el mejor escenario para su desarrollo y bienestar.

yolvanrey@gmail.com

 @damaparo

Escritora, poeta y luchadora social. Estudiante de Filosofía en la UNAD en Colombia

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