Por Abraham Clavero
El pasado 20 de febrero el Presidente de República Dominicana, Luis Abinader, puso en marcha la construcción de un muro fronterizo de 160 kilómetros que cubrirá, de norte a sur cerca de la mitad de los 391 kilómetros de frontera con Haití. En un acto cargo de simbolismo nacionalista, con la presencia de la cúpula militar y representantes de todas las tendencias políticas, Abinader resaltó que la verja permitirá “disminuir drásticamente la migración irregular, controlar el comercio bilateral, hacer frente al narcotráfico, a la venta ilegal de armas y al robo de vehículos”.
Este muro constituye la más reciente manifestación de dividir a pueblos que desde épocas ancestrales han convivido, desarrollando un sin número de vínculos y lazos surgidos a ambos lados de la frontera. Para entender este fenómeno es necesario retrotraerse a noviembre de 1989 cuando se produce la caída del Muro de Berlín. Este hecho significó un cambio de paradigma que abrió un nuevo periodo en las relaciones internaciones, permitiendo la unificación del pueblo alemán separado desde agosto de 1961 por una pared de 155 km de largo, la cual causó la división de familias, impidiendo la libre circulación de los berlineses, amén de todos aquellos que sacrificaron sus vidas tratando de evadirlo.
No obstante, con el paso del tiempo y la llegada del nuevo milenio fueron resurgiendo, de manera progresiva, gobiernos con posiciones nacionalistas que propiciaron la construcción de barreras destinadas a separar poblaciones de diversos países por un sinfín de motivos que incluye la xenofobia en todas sus manifestaciones.
De acuerdo con la información disponible, en la actualidad, más de 65 países ya han edificado muros o están en proceso de construirlos. Se considera que esta acción ha sido impulsada en gran parte por las protestas y rebeliones antigubernamentales que se extendieron por todo el Medio Oriente, a comienzos de 2011, mejor conocidas como “la Primavera Árabe”.
Desde la barrera de separación edificada por el Estado de Israel hasta la cerca de alambre de más de 3mil kilómetros que India está construyendo alrededor de Bangladesh o la enorme “berma” de arena que separa a Marruecos de las partes controladas por los rebeldes del Sáhara Occidental, los estudiosos del tema consideran que las paredes y las cercas son cada vez más utilizadas por los gobiernos que quieren supervisar la migración e implantar seguridad.
La distribución geográfica de este fenómeno permitirá una mejor comprensión del mismo. Al respecto, cabe destacar que varios países lo cuales durante el periodo de la Guerra Fría formaron parte de la órbita soviética (Pacto de Varsovia), integrándose luego a la Unión Europea (1 de mayo de 2004), entre los que sobresalen Hungría, Polonia, la República Checa, y posteriormente Bulgaria. Varios de sus gobiernos se han decantado por estos procedimientos.
Dentro de este grupo han surgido posturas de tinte nacionalista, que contradicen las normativas de la organización y ha traído como consecuencia la imposición de una serie de medidas a objeto de que no desvirtuar sus principios, a fin de propiciar la gobernanza e integración en común de los pueblos y Estados de Europa. Algunas de las construcciones más recientes incluyen el muro que Hungría ha emplazado en su frontera con Serbia y Croacia (2015), ante la gran cantidad de migrantes, en su mayoría musulmanes, que huían de los conflictos en Medio Oriente.
Cabe señalar que el 2 de mayo de 1989, dos meses antes de la caída del Muro de Berlín fueron demolidos los puestos fronterizos entre Hungría y Austria que servían para separaba a Europa Occidental del bloque soviético. Desde aquel momento, la tierra magiar se convertía en lugar de transito de miles de ciudadanos atrapados en sus propias fronteras incluyendo alemanes residentes en Berlín cuya única posibilidad de pasar al otro lado era volar hasta Budapest.
26 años después el gobierno de Viktor Orbán comenzó la construcción de una nueva alambrada. En esta ocasión se eligió la frontera con Serbia, sólo uno de sus siete países limítrofes. Se tiene previsto que, para finales de agosto del presente año, Hungría habrá concluido un muro de 175 km de largo y 4 metros de alto en pleno centro del viejo continente.
Dos factores han propiciado esta situación: por un lado, las políticas nacionalista y protectoras de la identidad nacional del partido gobernante, Fidesz-Unión Cívica Húngara. Por otro, el interés de decenas de compañías multinacionales europeas que han trasladado sus oficinas y fábricas atraídos por la mano de obra nacional y, especialmente por el bajo coste laboral en comparación con otros países de la Unión Europea.
Ente esta situación, el gobierno ha adoptado una posición proteccionismo enfrentándose a la Unión Europea y promoviendo campañas contra de la inmigración. Al respecto, han sido especialmente controvertidos los carteles colocados en todo el país, haciendo énfasis que los extranjeros no deben despojar a los nacionales de sus puestos de trabajo.
Pero en el fondo, indiscutiblemente, prevalece el temor de Hungría de enfrentar una situación similar a la de varios países europeos, por considerar que “el islam puede convertirse en un elemento perturbador con acciones de carácter terrorista y, además perjudicar los valores cultures autóctonos”.
Por su parte, Polonia inició la construcción de una valla fronteriza con Bielorrusia, el 25 de enero pasado, para controlar la migración ilegal entre ambos países, la cual se extenderá a lo largo de 186 kilómetros de los 399 kilómetros de frontera común, con 5,5 metros de altura y un presupuesto de unos 340 millones de euros. El gobierno nacional acusa a Aleksandr Lukashenko, Presidente de Bielorrusia, de estimular una “guerra migratoria”.
La decisión de levantar esta barrera fue tomada en noviembre de 2021, en el peor momento de la ola migratoria que, según Varsovia, impulsó a decenas de miles de personas a intentar penetrar ilegalmente en territorio polaco, a través de Bielorrusia, con la ayuda de las autoridades de ese país.
Esta situación fue calificada por Polonia de “guerra híbrida” y decidió proteger la frontera con 15mil efectivos policiales y militares. Además, endureció sus leyes para realizar expulsiones “en caliente” y desestimar peticiones de asilo en la mayoría de los casos.
Entre octubre de 2021 y enero de 2022 se produjeron más de 40mil intentos frustrados de infiltración ilegal desde Bielorrusia. Actualmente, está prohibido el libre acceso al perímetro fronterizo a cualquiera persona no residente, al igual que a periodistas y organizaciones humanitarias.
Dentro de esta tendencia, Bulgaria decidió erigir un muro contra la inmigración en la frontera oriental de Europa, (33 kilómetros y tres metros de alto) a lo largo en la zona limítrofe con Turquía que fue concluido en 2014. De esta manera, seguía el ejemplo de Grecia que, en 2012, inauguró el suyo de 12 kilómetros en la porción de tierra que la une a territorio turco (el río Évros ejerce de separación natural los restantes 194 kilómetros) justificándolo por haber comenzó a recibir un flujo creciente de refugiados y migrantes.
Luego, el gobierno anunció que lo extendería por otros 130 kilómetros (de los 240 que consta la frontera turco-búlgara) y finalmente por 60 kilómetros más. El Estado más pobre de la U.E. consideró que sería más económico invertir 122 millones de euros que pagar el sueldo a los cuerpos de seguridad nacional que vigilaban dicho sector. El resultado ha sido la contención de un gran número de refugiados, lo que ha llevado a la utilización de rutas alternas, más peligrosas, a través de las montañas de Istranca.
En menor medida, también destaca la edificación de una barrera de 13 metros de altura financiada por el Reino Unido en la ciudad portuaria francesa de Calais, destinada a evitar que los refugiados y los migrantes ingresen a Gran Bretaña. Su desarrollo comenzó en septiembre de 2017, mientras que Noruega construyó una cerca de acero (220 metros de largo y 3,5 metros de alto) en su frontera ártica con Rusia. En Irlanda existente desde hace más de 30 años, un muro para separar a católicos y protestantes. Barrios enteros de Belfast han sido desalojados con este mismo objetivo.
Son relevantes también las vallas en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla para evitar la entrada en España de emigrantes africanos, o el que Marruecos ha eregido a lo largo de 2.720 Km, conocido como “cinturón de seguridad”, para “protegerse” del Frente Polisario una vez que el Sahara fue descolonizado por parte España.
Dos casos interesantes a mencionar son los de Turquía y la República Popular China.
Desde la llegada al poder del Presidente Recep Tayyip Erdogan, Ankara comenzó a levantar un muro en su frontera con Irán, luego de haber finalizado la construcción de otro similar en la zona fronteriza con Siria. Según declaración oficial “Turquía está realizando dicha construcción para evitar una nueva afluencia de refugiados principalmente de Afganistán, a medida que los talibanes se apoderan del país” y también para interceptar a terroristas kurdos y contrabandistas.
Su edificación se inició en el 2017 y se extiende por 295 kilómetros (dos metros de espesor y tres metros de altura). La inminente llegada de refugiados procedentes de Siria y Afganistán contribuyeron a acelera los trabajos de esta pared de hormigón conocido como el “muro de Erdogán”, construido en medio del desierto y destinado a ser infranqueable.
En junio del año pasado, el gobierno finalizó la construcción de otro muro de 700 kilómetros a lo largo de su frontera con Siria para “bloquear” la entrada de terroristas, según lo expresado por el Ministerio de Defensa.
La política de Ankara de separación de pueblos, en especial de la población kurda, se encuentra en la génesis ideológica del Estado turco. A las barreras que sigue construyendo se deben sumar sus planes de expansión territorial sobre sectores kurdos de Siria siempre impulsados por ataques y bombardeos, y respaldando a grupos mercenarios, cuyos integrantes, en muchos casos, hasta hace pocos meses formaban parte de ISIS.
No hay que olvidar que Ankara de igual forma ha levanto un muro en la isla de Chipre para aislar a los cristianos grecochipriotas.
El caso de China es bastante notorio, ya que después de tantos siglos de haber edificado la famosa Muralla china, ahora en pleno siglo XXI está en proceso de realizar otra a lo largo de su frontera sur con Myanmar, de algo más de 800 kilómetros y casi dos metros de altura. Su objetivo, en principio, es evitar la expansión de las nuevas olas de COVID-19 y erradicar los cruces ilegales. Hasta ahora se han concluido más de 460 Km de dicha cerca.
Según informaciones publicadas por el Wall Street Journal, la alambrada servirá para separan la ciudad fronteriza de Muse (Myanmar) de Wanding y Ruili en la provincia china de Yunnan. China espera cubrir la totalidad de su frontera con Myanmar para octubre del presente año.
La frontera sur de China con Myanmar, Laos, Vietnam y Camboya es reconocida por su alto flujo de narcotráfico y los efectos que esta causa en las poblaciones de la zona. Sin embargo, el estricto control en esa zona, famosa por su comercio, ha provocado inconvenientes afectando la subsistencia de sectores locales de esos países.
Estas restricciones levantaron protestas de comerciantes, productores y de todas las comunidades de Myanmar, Laos y Vietnam que viven del comercio. Por su parte, el gobierno de Myanmar ha protestas debido a que el gobierno chino “no consultó con ellos antes de comenzar la construcción”.
La idea que se tiene, es que este obstáculo surge de una meditada planificación del gobierno de Pekín, que incluye, además, el objetivo de restringir la salida de sus ciudadanos hacia los países fronterizos para realizar negocios o buscar trabajo, pero, sobre todo, desea evitar que los disidentes salgan del país de forma clandestina.
En el continente asiático destaca, por diversos motivos, la alambrada que la India está construyendo a lo largo de la frontera con Bangladesh (3.286 kilómetros y tres metros de altura). El costo se estima en unos 800 millones de euros. Esta cerca ha ocasionado enfrentamientos con Dhaka, pues se considera que se está construyendo a menos de 150 metros de la frontera, lo cual estaría prohibido por los tratados de paz de 1974 entre esas naciones.
Su propósito es detener la inmigración ilegal, el contrabando y el paso de supuestos terroristas. Se piensa que de esta manera se apaciguaría a los separatistas assameses que han atacado últimamente a inmigrantes ilegales provenientes de Bangladesh. El contrabando y la emigración alcanza cifras muy altas en esta zona y además serviría para evitar que este país se convierta en la cuna de nuevos extremistas islámicos, tal y como ha ocurrido con Pakistán.
Dentro del contexto del Medio Oriente, hay que mencionar que en junio de 2002 el gobierno del Estado de Israel decidió construir un muro de seguridad de 600 kilómetros y 8 metros de altura en la frontera con Cisjordania. Esta vaya fue considerada por las autoridades israelíes como una medida defensiva, para impedir la entrada de terroristas palestinos.
En cambio, la población palestina la califica de “muro de la vergüenza”, ya que el verdadero objetivo de su construcción es la anexión de sus tierras, la expulsión progresiva de miles de sus conciudadanos y la definición de nuevas bases para una futura negociación sobre las fronteras de un Estado palestino.
Un estudio de la ONU indica que, con dicho muro, más de 270 mil palestinos quedarían atrapados en pequeños enclaves y otros 400 mil serían apartados de sus trabajos, escuelas y hospitales. Por su parte, en 2004, la Corte Penal Internacional consideró ilegal su construcción debido a que viola la Convención de Ginebra de 1949 que defiende los derechos de los ciudadanos civiles.
Existes otros casos a los que hay que hacer referencia en esta zona del mundo. Al respecto, la agencia oficial de noticias de la República Islámica de Irán (Irán Press TV) informó, el 14 de abril de 2011, que el gobierno estaba construyendo una barrera en su frontera con Pakistán señalando que “impediría que terroristas ingresen a la República Islámica y ayudaría a la región fronteriza iraní a alcanzar su potencial económico”. Informaciones de prensa estiman que el muro puede llegar a medir 700 kilómetros, con una altura de 3 metros.
Los medios informativos iraníes han manifestado “que el grupo Jundallah, con sede en Pakistán incursiona en la provincia iraní de Sistán-Baluchistán, situada a más 800 kilómetros al sudeste de Teherán, para llevar a cabo atentados terroristas”. Esta región está compartida por Irán, Pakistán y Afganistán, cuyas zonas fronterizas se consideran rutas de contrabando, en las que se incluyen opio y armas. Más del 90 por ciento del opio a nivel mundial utilizan dichas rutas.
La frontera de Irán con Pakistán y Afganistán (181 mil km²) con está poblada por casi dos millones y medio de baluchis, que hablan dicha lengua y son sunnitas. Esta minoría racial, ha quedado ahora divididos por el muro, las cuales habitan en ambos lados de la frontera y también en el área limítrofe de ambos países con Afganistán. Este grupo racial es partidario que la región sea un ente autónomo o incluso independiente.
Cada vez más Teherán ha mostrado una creciente preocupación por la influencia de los talibanes y Al Qaeda, en Pakistán y Afganistán, en los grupos criminales y militantes que operan en el lado iraní de la frontera.
Aparte de su tráfico de drogas y la anarquía, la región es considerada por Teherán como una zona de máxima seguridad debido a la estrecha relación de Pakistán y Afganistán con su archienemiga Arabia Saudita. Teherán ha culpado a Riyadh de apoyar a los insurgentes sunnitas, como es el grupo Jundallah, “el Ejército de Alá”, que combate contra el régimen chiita de Teherán.
También son dignos de mencionar los muros que Arabia Saudita ha levantado en su frontera con Yemen, y a lo largo de su frontera con Irak (900 Km). Los Emiratos Árabes Unidos tienen uno en su frontera con Omán, mientras que Kuwait ha reforzado el que erigió en su zona limítrofe con Irak, de 215 Km.
Con respecto al continente americano, el entonces Presidente Donald Trump decidió impulsar la edificación de un gran muro entre los Estados Unidos y México. Esta fue una de sus principales promesas de la campaña electoral, a fin de no dejar ingresar al país a inmigrantes indocumentados que se lograría mediante dicha construcción.
En su cuenta de twitter Trump señaló que “necesitamos evitar que las drogas, el tráfico de personas, los miembros de pandillas y los delincuentes entren a nuestro país”. En su primera entrevista, como mandatario, con la cadena ABC, manifestó “yo digo que empezaremos pronto, en cuestión de meses y que, en principio, lo pagaremos nosotros, pero luego lo reembolsará México”.
La frontera entre ambos países se extiende por 3.218 kilómetros, de los cuales 1.126 kilómetros se encuentran en tierra, en tanto que el resto, 2.092 kilómetros corresponden al Río Grande. Según la Oficina de Auditoría del Gobierno de Estados Unidos, antes de 2005 existían solamente 241 kilómetros de muros fronterizos. En un periodo de aproximadamente de 8 años el cercado se extendió hasta cubrir alrededor de 1.060 kilómetros, cuyo costo fue aproximadamente de 2.400 millones de dólares. Cuando Trump asumió la primera magistratura casi toda la frontera terrestre contaba con algún tipo de cercado, incluyendo alambrados, listones o postes de acero, o mediante vallas vehiculares en forma de barricada.
Trump debió enfrentar dos obstáculos importantes para cumplir con su promesa electoral. El primero lugar, convencer al Congreso de que un nuevo muro era un elemento efectivo para disuadir la inmigración ilegal y el narcotráfico. Al respecto, el Washington Post señaló que “las pandillas mexicanas utilizaban herramientas eléctricas para hacer cortes en los nuevos muros a lo largo de la frontera cerca de San Diego”.
El segundo obstáculo, es que una gran parte de las tierras de la franja fronteriza son de propiedad privada. En este sentido, ese mismo periódico citó un informe relativo a la seguridad fronteriza y a la construcción del vallado en el que publico los costos considerables de este proceso, unido a su complejidad, ya que implicaba “la negociación para las adquisiciones, así como para las ventas voluntarias con más de 480 terratenientes”.
Algunos partidarios de Trump alegaban que sería mejor utilizar esos fondos en otras estrategias de reducción de la inmigración ilegal, debido a que “la edificación de un muro que se extendiera de costa a costa es el método más costoso y menos efectivo para proteger la frontera”. Cuando Trump dejó de lado el proceso presupuestal normal, 12 senadores republicanos presentaron sus objeciones a que hiciera uso de sus facultades presidenciales para declarar una emergencia destinada a financiar dicha barrera.
El esperaba lograr la construcción de más de 724 kilómetros antes de finalizar 2020. A esos efectos designó a su yerno, Jared Kushner, a cargo de las cuestiones relativas al muro fronterizo, quien enfrentó los mismos obstáculos.
Otros casos a ser tomados en consideración incluyen a Corea del Sur para protegerse de su vecino del norte, sin renunciar a la reunificación, con un muro a lo largo de toda la frontera. Botswana ha construido una muralla electrificada en toda su zona limítrofe con Zimbabwe para impedir la entrada de animales domésticos contaminados, pero en realidad es para limitar la llegada de refugiados que escapan de las masacres étnicas. Tailandia levantó en 2007 una barrera en sus límites con Malasia para evitar la entrada de terroristas islámicos malayos. Pakistán ha realizado, a su vez, un amuro lo largo de sus 2.400 Km con Afganistán. Uzbekistán edificó una valla en su frontera con Tadjikistán.
En un informe publicado en fecha reciente se analiza la construcción este tipo de construcciones en todo el mundo entre 1968 y 2018. Según los autores, de seis muros que existían en 1989 se pasó a 63 muros a lo largo de las zonas limítrofes o en territorios ocupados. A esta situación, se suma que muchos gobiernos ordenaron su militarización “mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital, patrullando tierra, mar y aire”. En la investigación se afirma que, “si contamos todos estos ‘muros’, su número puede ser interminable. Como resultado, “ahora es más peligroso y mortal que nunca atravesar las fronteras para las personas que huyen de la pobreza y la violencia y, una vez que han cruzado, el dispositivo fronterizo sigue activo y constituye una amenaza”.
En esta investigación se detallan también los Estados que han construido más muros: Israel (seis), Marruecos, Irán e India (tres), y Sudáfrica, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos Jordania, Turquía, Turkmenistán, Kazajstán, Hungría y Lituania (dos).
Los autores observan que hubo “un aumento constante de estas barreras desde 1989, con notables oleadas de construcción en 2005 y 2015. Solo en 2015 se construyeron 14 muros. Como conclusión, remarca: “que seis de cada diez personas en el mundo viven en un país que ha construido muros en sus fronteras”.
La construcción de este tipo de obstáculos implica además un negocio millonario. Se revela que las principales empresas que realizan este tipo de obras, y que al mismo tiempo suministran equipos de seguridad y armamento destacan: Airbus, Thales, Leonardo, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman, L3 Technologies, Elbit, Indra, Dat-Con, CSRA, Leidos y Raytheon, y las israelíes Elbit y Magal Security.
Asevera el informe que mientras aumenta la construcción de muros de separación «también estamos segregando a las personas, protegiendo los privilegios y el poder de unos y negando los derechos humanos y la dignidad de otros». “Las fronteras como el apartheid se construyen sobre ideologías racistas, niegan a grupos de personas los derechos básicos y perpetúan la violencia”. Puntualizan que el concepto de apartheid global «ayuda a explicar las tendencias y estructuras de poder y la segregación global», en las que «los muros son solo una de las dimensiones físicas y visibles de la creciente violencia cultural, estructural y física que se está creando en el mundo”.
Además, reflexionan que detrás del aumento de los muros y su industria “se esconde una narrativa poderosa y manipuladora que se ha vuelto hegemónica”. Sostiene que los emigrantes, en particular, son una amenaza para el modo de vida de algunos países, en vez de víctimas de políticas económicas y sociales perpetuadas y promovidas por sus países de origen, que obligan a las personas a abandonar sus hogares”.
Aseguran que “la utilización del lenguaje del miedo para persuadir a las personas de que apoyen las soluciones basadas en la seguridad, en particular la militarización de las fronteras, y hacerse indiferente ante sus consecuencias mortales”. Esta ideología que los gobiernos utilizan para dividir y expulsar personas, tiene un componente “manipulador”.
Según la investigación, las principales justificaciones para erigir los muros son: la inmigración (32 por ciento), el terrorismo (18 por ciento), el contrabando de bienes y personas (16 por ciento), el narcotráfico (10 por ciento), las disputas territoriales (11 por ciento) y la entrada de militantes de otros países (5 por ciento).
Conclusiones
A lo largo de este artículo se ha pasado revista a la proliferación que ha tenido lugar desde comienzos del presente milenio de un gran número de muros y vallas para separar a los habitantes de diversos países por un sinfín de motivos, incluyendo posiciones nacionalistas y actitudes de gobiernos autoritarios con tintes de xenofobia que pasan por encima de los lazos tradicionales que une a los pueblos.
Sin embargo, no ha bastado con cerrar las fronteras. Estas edificaciones siempre han sido consideradas símbolos de restricciones y separación entre los pueblos y que independientemente de ciertos objetivos, que pudieran tener validez para justificar su construcción, también ha servido para afectar profundamente los lazos sociales y económicos que por siglos han sido forjados.
Los muros, las murallas y todas las barreras físicas están motivados a la necesidad de contar con protección ante países y personas a las que se considera diferentes. En esto se incluye la condición socioeconómica, o debido a una identidad formada históricamente, la cual puede incluir razas, credos, ideologías, culturas, idiomas y otras características que le dan cohesión cultural o racial, mientras que en lo económico predomina la condición de propiedad o por la defensa del empleo.
Antes era frecuente que se acusara a los procedentes del medio rural de engrosar los cinturones de miseria en las grandes ciudades, causando problemas de empleo, así como el deterioro de servicios públicos, etc. Esa migración fue fundamental en el crecimiento y desarrollo de America Latina. En la actualidad, este fenómeno tiene causas e impactos similares a nivel internacional, con la diferencia de que esta última se interponen fronteras y otros obstáculos.
En el contexto Norte-Sur no debe extrañar, que parte de la población de países africanos decida emigrar a Europa para mejorar su nivel de vida. De igual manera, el aumento del flujo de emigrantes de América Central, México y Suramérica a Estados Unidos; estas corrientes se encuentran estimuladas por los deseos de progreso y por la creciente inseguridad que viven diversos países de la región. Dadas estas condiciones socioeconómicas, el muro fronterizo que construye Estados Unidos en su zona sur podrá disuadir a algunos e impedir el paso a otros, pero esa medida no evitará totalmente la entrada de indocumentados.
En resumen, en los actuales momentos se asiste a una nueva revolución de expectativas posterior a la de mediados del siglo xx; la primera incentivó la migración rural-urbana, la segunda tiene alcances internacionales y motiva ampliamente la migración a grandes ciudades y a otros países.
Por otra parte, los flujos de población enfrentan grandes obstáculos, especialmente si se trata de trabajadores, con excepción de los países miembros de la Unión Europea. Por el contrario, los flujos financieros prácticamente no tienen restricciones; gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, se realizan en forma instantánea en el marco de un sistema financiero internacional prácticamente sin regulación.
Ahora bien, no sólo estas barreras artificiales construidas por el hombre se han levantado en serios obstáculos físicos, sino también el hecho que diversos países han elaborado medidas para restringir los movimientos migratorios, a través de la imposición de prácticas consulares, al exigir un visado para poder ingresar legalmente en determinados países.
Ese es el caso de Venezuela. Hemos visto como desde el año pasado, diversos países han impuestos la obligatoriedad de obtener previamente una visa para poder viajar, cuando durante mucho tiempo se disfrutaba del principio de la reciprocidad de movimiento.
No hay barreras ni vallas que impida a los venezolanos desplazarse libremente, pero si medidas consulares que prácticamente cumplen con las mismas funciones que las cercas y murallas construidas en otros países. La diáspora venezolana de más de 6 millones de personas cada día afronta nuevos obstáculos en su afán de lograr un mejor futuro en otros lares.
En la medida que esa avalancha de refugiados continúe creciendo de una forma desmesurada, los países afectados seguirán ideando formas para enfrentarlas e inclusive de disuadirlos para que se abstenga de traspasar las fronteras. Sin embargo, la mejor forma de ayudar a esos países, con grades volúmenes de inmigrantes, sería la elaboración de programas de asistencia masiva para el desarrollo interno que permitan por lo menos cautivar a una parte significativa de refugiado a quedarse en casa.
Pero también debe considerarse un sistema de intercambio comercial internacional que sea más justo, para que los países productores de materias primas, de donde precisamente provienen grandes grupos migratorios se vean recompensados por un comercio internacional más ecuánime, y no simplemente sufragando precios que en muchos casos no cumplen con los requerimientos de esos países, ni llenan las expectativas de los sectores más implicados en su producción.
De igual manera, que los países receptores flexibilicen sus sistemas migratorios estableciendo cuotas de ingreso, así como diversos procedimientos que humanicen un tanto esta situación por la que deben pasar estos flujos migratorios y que se convierten en una verdadera violación de sus derechos humanos.
Por encima de todos estos aspectos, aún quedan otros que deben ser sopesados para enfrentar esta “nueva epidemia” que afecta a toda la sociedad internacional, con diásporas procedente de todos los continentes, y que surgen por diversas circunstancias de manera progresiva, tal cual como lo que está sucediendo en los actuales momentos con el pueblo ucraniano.
Abraham Clavero T.
- Egresado de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV 1972.
- Estudios de Posgrado en Fletcher School Law and Diplomacy, Boston, Massachusetts 1976-1978.
- Funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores 1981- 2007 (R.P. China, Indonesia, Arabia Saudita, Marruecos y República Islámica de Irán).
- Jubilado del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Internacionales con el rango de Embajador 2008.
- Profesor en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Santa María desde 2010