Golpe de Estado en Sudan
Por Luis Daniel Álvarez V.
Se ha convertido, lamentablemente, en un hecho recurrente, que ante ciertas maniobras y acciones, se generen explicaciones que, aunque en muchos casos absurdas, buscan colocar un halo de normalidad al momento que atraviesa la sociedad. Desde torpezas manifiestas hasta arbitrariedades de todo tipo, tratan de ser justificadas con el velo de la ironía y bajo una serie de posiciones que empleando discursos tapan las tropelías ejecutadas, revirtiendo la naturaleza de lo que acontece.
Las autoridades que proceden de esa manera quieren transmitir una visión de superioridad absoluta. El objetivo que desean alcanzar es sembrar la idea de que lo que hacen no es para enriquecerse o para perpetuarse en el cargo, sino que su acción va cargada con la nobleza de proceder por un bien colectivo y para ayudar a que las poblaciones vivan mejor. Algunos de los que acostumbran a justificar todo de esta manera llegan al extremo de instar a los demás a hacer sacrificios que ellos no están dispuestos a asumir.
Estos tutelajes normalmente se acompañan de criterios plagados de arbitrariedad. A la justificación de todo lo que hacen desde el poder, se une la práctica de una censura que a partir de distintas perspectivas tiene el fin de silenciar la manera en la que avanzan. Lo que se quiere es que nadie ponga en duda lo que acontece y que aquellos que perciben el descaro con el que se mueven y el divorcio cierto entre las palabras y las actuaciones, no tengan ningún canal para denunciar y llamar la atención al respecto.
De la manera más grotesca que pueda verse, notando que pareciera considerar a los demás sin capacidad para discernir, el líder golpista de Sudán, Abdelfatah al Burhan, señaló en una rueda de prensa que el depuesto primer ministro Abdalla Hamdok estaba preso en su casa. El militar agregó que la detención e incomunicación del dirigente era una medida que buscaba protegerlo, por lo que solo le faltó al líder militar señalar que Hamdok debía darle las gracias por derrocarlo, aislarlo y tenerlo detenido.
Preocupa lo que acontece en Sudán, entendiendo que el derrocamiento del gobierno es una variable que detiene la transición democrática, frena la inserción internacional del país, mueve la dinámica de un pacífico reacomodo en la región y puede implicar el retorno al poder de unidades cercanas al expresidente Omar al Bashir, personaje que debe enfrentar un proceso ante la Corte Penal Internacional. Algún día la justicia también llegará a alcanzar al golpista Al Burhan, pero él en su defensa, cuando lo interroguen, con el cinismo que ha demostrado, esgrimirá que más bien deberían agradecerle por derrocar, detener y apartar a los líderes de la transición.
@luisdalvarezva