LA SOMBRA QUE QUIERE IMPONERSE
Decir que las universidades venezolanas están a merced de la desidia, el abandono y las tragedias, no es una licencia discursiva o una metáfora elegante. En los actuales momentos las instituciones educativas, independientemente su naturaleza, origen o posición, están sumidas en unas tinieblas que las engullen a pasos acelerados, aprovechándose de un régimen indolente y cruel que les niega los recursos, y de una comunidad interna que pareciera, en su mayoría, estar simplemente de espectadora. En días recientes las llamas consumieron buena parte de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Universidad Central de Venezuela. La tétrica imagen de la institución consumida por el fuego se complementaba con el peligro que representaba la pérdida de valiosos archivos y la posibilidad de que líquidos inflamables que reposan en laboratorios cercanos hicieran combustión e incrementaran el riesgo. Pero la fatídica imagen no queda en los restos calcinados de libros, edificios y mobiliario, sino en que los bomberos que tienen su sede en la misma institución señalaron estar atados de manos por no disponer de los equipos adecuados y por carecer de agua para poder frenar el poder de las llamas. Algunos municipios prestaron apoyo para ayudar a controlar el siniestro, mostrando el incendio que la institución universitaria no logra satisfacer sus necesidades básicas. Lo ocurrido es la prueba fidedigna del interés del régimen por acabar a la universidad, volviéndola dependiente de las dádivas y las ayudas, mientras el insignificante presupuesto no tiene ningún tipo de lógica. Lamentablemente, es también la evidencia del desinterés por avanzar por parte de las instancias internas que demuestran carecer de capacidad de innovar y de mantener a la institución presta a no sucumbir. Pensar en el retorno al recinto universitario es un absurdo en un lugar que ni siquiera tiene agua y que ponen en duda los índices que la ubican como una institución de primer orden. Urge una reivindicación de la universidad combativa y valiente que se enfrente con herramientas a sus enemigos externos y a la inercia interna. Deben las instituciones cambiar la mentalidad de ser simples repetidoras de contenidos y sembrar en el corazón de las nuevas generaciones la irreverencia y el sentimiento por la libertad. Que de las cenizas a las que quedó reducida parte de la Universidad Central de Venezuela, renazca, cual ave fénix, una academia valiente que con entereza y claridad forme los recursos que la Venezuela de esperanza, que está por llegar, requiere. “Las naciones marchan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación” – Simón Bolívar