De los Tribunales de Núremberg y Tokio a la Corte Penal Internacional

Por Abrahan de Jesús Clavero Toro Luego de un intenso trabajo en diversas instancias de la Organización de Naciones Unidas, unificando los diversos criterios que prevalecían para ese momento en el ámbito jurídico de la comunidad internacional, el 17 de julio de 1998, ciento veinte países adoptaron en la “ciudad eterna” el instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional, mejor conocido como el Estatuto de Roma, Dicho instrumento entró en vigencia cuatro años después el 1 de julio de 2002. Venezuela lo ratifica el 7 de junio 2000, siendo publicado en la Gaceta Oficial Nº 5.507 (Extraordinaria) del 13 de diciembre de ese mismo año. De esta manera, se logró el anhelo de la comunidad internacional de contar con un instrumento de esa importancia desde fines de la Primera Guerra Mundial y, reafirmado al concluir la segunda confrontación de carácter universal en 1945. Hay que recordar que, durante muchos siglos prevaleció el concepto clásico mediante el cual el derecho internacional se concebía como un derecho exclusivo de los Estados. Un gran número de renombrados juristas entre los que destacan Ancelotti, Grocio, Pufendorf, Niemeyer, Scelle, insistían que la presencia de otros sujetos de derechos y obligaciones distintos de los Estados era simplemente inconcebible, dejando poco margen a la aprobación de normativas que impusieran obligaciones y deberes a los particulares. A esto habría que agregar, que el Derecho Internacional no disponía de órganos para juzgar directamente al individuo. Este cambio, debe atribuirse a la evolución que experimentó el concepto de responsabilidad internacional al reconocer que junto con los Estados había otros sujetos activos y pasivos, en la medida que fueron aceptados como sujetos del Derecho Internacional Público; es decir la subjetividad jurídica internacional del individuo. Los sangrientos acontecimientos acaecidos en Europa a comienzos del Siglo XX abrieron una intensa polémica que terminaría dando un vuelco completo al enfoque sobre esta materia. Para agosto de 1945, las Potencias Aliadas y vencedoras en la Segunda Guerra Mundial llegaron a un acuerdo para “el Enjuiciamiento y Castigo de los Mayores Criminales de Guerra del Eje Europeo”, lo que condujo a la creación del Tribunal Militar de Núremberg y posteriormente el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente (Tribunal de Tokio) los cuales establecieron sus propios estatutos y reglamentos. Desafortunadamente, ambos tribunales impusieron la justicia de los vencedores sobre los vencidos. Dentro de este largo proceso destinado a juzgar a los responsables de esas atrocidades, se debe mencionar también la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada, abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General de la O.N.U., (Resolución 260 A (III) del 9 de diciembre de 1948), que entró en vigor el 12 de enero de 1951, de conformidad con su artículo XIII. Es necesario, de igual manera, hacer alusión a los Convenios de Ginebra concertados antes de 1949 los cuales sólo se referían a los combatientes, y no a las personas civiles. Los acontecimientos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial pusieron en evidencia la ausencia de convenio alguno que protegiera a los civiles en tiempo de guerra. Por ende, y tomando en cuenta la experiencia en esa confrontación mundial, se adoptó el IV Convenio (1949), destinado a la protección general de la población contra algunas consecuencias de la guerra. Sin embargo, no hacía referencia a la conducción de las hostilidades, razón por la cual fueron agregadas más tarde por los Protocolos Adicionales de 1977 con la finalidad  que “el derecho internacional humanitario fuera más completo y universal, y se adaptara mejor a los conflictos modernos”. Dentro de esta retrospectiva es importante mencionar que el Tribunal Militar de Núremberg emitió una opinión el 1 de octubre de 1946 que terminaría por abrir la puerta para juzgar a todos aquellos que hubiesen cometidos crímenes de guerra, al afirmar que “el Derecho Internacional está preocupado por las acciones de los Estados soberanos y no proporciona ningún castigo para los individuos, y más allá, que en los actos en cuestión son los Estados, pero quienes los llevan a cabo no son personalmente responsables, y son protegidos por la doctrina de la soberanía del Estado”. Cabe agregar, además, que “los crímenes contra el Derecho Internacional son cometidos por individuos, no por entidades abstractas y solo castigando a los individuos que cometen tales crímenes se puede dar cumplimiento a lo dispuesto en las normas del Derecho Internacional y hacer cumplir la ley (…). La verdadera esencia de la Carta (O.N.U.) es que los individuos tienen deberes internacionales que trascienden las obligaciones nacionales de obediencia impuesta por un estado individual.” Todos ellos constituyeron elementos útiles para permitir su aplicación cuando en la Comunidad Internacional se comenzaron a desarrollar los denominados “conflictos internos”, a medida que se diluyeron los “conflictos internacionales”. Estos no tuvieron la magnitud de una confrontación mundial, pero sí la de carácter regional como los acontecidos en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, con el desmembramiento de la antigua Yugoslavia (1993) y las atrocidades raciales cometidas en Ruanda (1994) que llevaron a la creación de los Tribules Penales ad-hoc para impartir justicia en ambos casos. Dentro de este esquema, fueron establecidos otros tribunales como los Paneles Especiales para  Crímenes Graves en Dili (Timor Oriental 1999) el Tribunal Especial para Sierra Leona (2002), las Cámaras Extraordinarias para las Cortes de Camboya (2003) y el Tribunal Especial para El Líbano (2007) creados por el Consejo de Seguridad. No obstante, a pesar de estos importantes avances en materia penal, el objetivo realmente que se perseguía era la elaboración de un Código de Crímenes contra la Humanidad, e igualmente el establecimiento de un órgano supranacional permanente que juzgara a quienes habían llevado a cabo estos tipos de crímenes internacionales. La Comisión de Derecho Internacional (C.D.I.) de la O.N.U. comenzó a presentar ante la Sexta Comisión un conjunto de informes anuales sobre esta materia. Así pasaron varios años, al igual que diversos periodos de sesiones de la Comisión y de la Asamblea General, sin lograr el más mínimo avance en