El presidente Hugo Chávez: sus primeros pasos en política exterior (2000-2001)

Por Pedro Alexis Camacho Durante el segundo semestre del año 2000, asumí el cargo de Director General Sectorial de Economía y Cooperación Internacional y tomé conciencia de que el embrión de la política exterior del presidente Hugo Chávez comenzaba a formarse con fuerza y un cambio histórico parecía hacer crujir el modelo político desarrollado en los 40 años anteriores de observancia del sistema democrático de Venezuela. Afloraba una cierta confusión y desorientación en la conducción de la política exterior del gobierno recién inaugurado. El lado endeble desde el ángulo institucional se presentaba en el proceso de toma de decisiones y los bruscos saltos sin análisis severo y con muy poca consulta con las Direcciones competentes del Ministerio de Relaciones Exteriores. De buenas a primeras, el nuevo gobierno ordenó el regreso de un considerable número de embajadores y funcionarios de alto rango lo que irremediablemente condujo a un cuello de botella difícil de resolver. Dos personas, El embajador Jorge Valero y el general Arévalo Méndez ocuparon el cargo de viceministro del ministerio durante el periodo en referencia y la Dirección General del Despacho creó una serie de funciones inherentes a las Direcciones Generales Sectoriales con el propósito, quizás loable aunque muy poco práctico, de darle cabida a funcionarios recién llegados. Obviamente, una superposición de actividades y duplicación de funciones muy pronto se hizo sentir con el consiguiente e innecesario conflicto de competencias. No obstante, muchos de estos funcionarios permanecieron sin ejercer ningún oficio específico y, algunos de ellos, se dedicaron a “pasillanear” por los corredores del ministerio expresando inquietud sobre su futuro.  La Dirección General Sectorial de Economía y Cooperación Internacional (DGSECI) integrada por un equipo multidisciplinario de profesionales vinculados al servicio exterior y un personal administrativo y técnico muy calificado, se entregó de lleno al estudio de las materias de su competencia y al desafío que planteaba la llegada de un nuevo gobierno. Venezuela sería la sede de la Reunión Cumbre de la OPEP en el año 2000 y, simultáneamente, ejercía la presidencia del Consejo de Ministros de la Asociación de Estados del Caribe cuya tercera Cumbre se celebraría en la Isla de Margarita en diciembre de 2001. Asimismo, se hacía necesario hacerle seguimiento al Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas suscrito por países caribeños y Venezuela que sustituía el Acuerdo de San José con México, así como al análisis de la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA). Por otro lado, Venezuela presidía el Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela), asumía la secretaría pro tempore de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y ejercería la presidencia del Grupo de los Quince constituido por países de distintos continentes. Debía atender además, los diferentes encuentros a nivel bilateral y multilateral que se tenían previstos e intentaría ingresar al Mercado Común del Sur (MERCOSUR). A todo ello había que añadir los compromisos internacionales que venían de administraciones anteriores los cuales, urgía afrontar o revisar según las directrices y lineamientos  del gobierno recién instalado; se trataba de obligaciones contraídas tales como el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), el Programa para el Caribe (PROCA), los Institutos Venezolanos para la Cultura y la Cooperación con sede en países caribeños no hispanoparlantes, el Acuerdo Comercial de Alcance Parcial con países centroamericanos, el Acuerdo (unilateral) de Libre Comercio firmado con países miembros de la Comunidad Caribeña (CARICOM), la delimitación de áreas marinas y submarinas con los países del Caribe Oriental, la eliminación y/o concurrencias de representaciones diplomáticas y consulares en el Caribe no hispanoparlante, el Diálogo Norte-Sur y la participación venezolana en organismos de cooperación Sur-Sur. Con estos términos de referencia y en consulta con otras Direcciones Generales Sectoriales, por instrucciones del canciller José Vicente Rangel, se inició el estudio de la situación de los funcionarios recién regresados al servicio interno que aún no contaban con una adscripción idónea con el objeto de incorporarlos a actividades que requerían atención específica y a tiempo completo. En un punto de cuenta, la Dirección General Sectorial de Economía y Cooperación Internacional (DGSECI) elevó a la consideración del ministro Rangel la preocupación, al tiempo que se le instaba a arreglar este percance institucional “con el propósito de contribuir a optimizar las actividades de las tareas del Despacho a través de un mejor aprovechamiento de los recursos humanos”. La intención consistía en proceder a la reasignación de funciones de dichos funcionarios en calidad de asesores en las diferentes Direcciones, de conformidad con su experiencia e inclinación profesional con el fin de atender los diferentes frentes antes mencionados hacia los cuales se orientaría la política exterior del gobierno nacional. El canciller Rangel, siempre abordable, recibió con agrado el planteamiento y tomó la decisión favorable sobre el particular. No obstante, su implementación se quedó en el camino.  Uno de los primeros avances en política exterior consistió en demostrar que las relaciones internacionales debían girar en torno a la multipolaridad. Es decir, luego del desmembramiento de la Unión Soviética, el nuevo gobierno no estaría en condiciones de aceptar que Estados Unidos pasara a ser el pivote fundamental alrededor del cual se moviera la actividad política y económica del mundo pese a que existía conciencia que hacia el país del norte se destinaba el grueso de nuestro petróleo y numerosos productos venezolanos provenían de esa nación a engrosar las filas de las importaciones de Venezuela.    A pesar de que la concepción multipolar era compartida por la mayoría de las fuerzas vivas del país, sectores de la vida nacional no consentían que dicha estrategia conllevara a que la balanza debía inclinarse hacia países como Rusia o China con el objeto de romper con la unipolaridad representada por los Estados Unidos. Esta ecuación asomaba una serie de incógnitas que no podían despejarse con claridad en el periodo comprendido en el título de este escrito y conformaron un marco de contradicciones de la política exterior del gobierno. No fue posible hacer realidad un encuentro oficial entre Hugo Chávez y Bill Clinton quien por cierto, concluía su segundo mandato. Quizás, de haberse logrado esta reunión, se hubieran