El día en que fui acusado de palmotear al Nuncio Apostólico

    La visita de Monseñor Luigi Dadaglio, a la Cancillería Venezolana de los años 60                                   El Director de Protocolo de la Cancillería venezolana, embajador don Enrique Gil Fourtul estaba de plácemes: en su despacho de la Casa Amarilla recibía al Nuncio Apostólico, Monseñor Luigi Dadaglio, el diplomático más importante en la Venezuela de los años 60. Pero ¿por qué razón se le debía conceptuar en esta forma superlativa? Una entre varias: Monseñor Dadaglio había sido acreditado en Venezuela para lograr que el Patronato eclesiástico, que regía las relaciones entre la Santa Sede y el estado venezolano, fuera transformado en un Concordato. ¿Qué significa todo esto? Veamos. El patronato es el derecho que tiene el Estado de participar en la creación de diócesis y en la designación de sus titulares. El Patronato fue otorgado por la Santa Sede a la corona española, facultándola a crear diócesis y a designar obispos en las tierras de la América española. El Patronato fue heredado y continuado por los gobiernos republicanos. En el caso específico de Venezuela, la Ley de Patronato Eclesiástico fue aprobada por el Congreso de la Gran Colombia, presidido por Simón Bolívar en 1824 y más tarde ratificada por el Congreso de Venezuela en 1833. Por el lado contrario, el Concordato es una figura que rechaza la interferencia del poder civil en los asuntos del clero y le da a la Iglesia una libertad de acción bastante grande. El Concordato tiende a asegurar a la Iglesia Católica la libertad necesaria para el cumplimiento de su alta misión espiritual -erigir nuevas circunscripciones eclesiásticas, así como también fijar sus límites o suprimirlas, nombramiento de los arzobispos y obispos dentro de una competencia amplísima de la Santa Sede- dando así satisfacción al pedido del Concilio Vaticano II. Pues bien, esta era la misión de monseñor Dadaglio en Venezuela: la sustitución de un instrumento jurídico de casi 400 años de antigüedad, por uno nuevo (1). La otra razón para considerarlo el más fino diplomático del Vaticano y más aún el de mayor importancia, fueron sus actuaciones posteriores: En 1967, el Papa Pablo VI lo nombra Nuncio Apostólico en España, cargo que ocupó hasta1980. Allí tuvo participación activa en la transición política del franquismo a la democracia. A través de Dadaglio, Pablo VI preparó la renovación del episcopado español, introduciendo prelados jóvenes que tuvieron un fuerte protagonismo en la vida española de la transición democrática y lo que es más importante, en el cambio a un nuevo Concordato, que tuvo lugar en 1979 y es el convenio que regula las actuales relaciones entre España y la Santa Sede. En 1985, el Papa Juan Pablo II, lo nombra Cardenal. Se justificaba entonces todo el orgullo del Embajador Gil Fourtul de tener en su despacho a tan ilustre personaje, pero como la dicha no es completa, existía un pequeño detalle: el Nuncio no estaba allí para hablar del “modus vivendi” (eso no es materia a tratar en una Dirección del Protocolo) su visita obedecía a otras razones, él quería ampliar el inmueble que servía de sede a la embajada del Vaticano en Caracas, mediante la adquisición de una casa anexa. Se trataba entonces de un simple asunto jurídico-administrativo. El embajador Gil Fourtul le dijo: -Excelencia, voy a llamar al Dr. Ramón Carmona Figueroa, Consultor Jurídico, el embajador de mayor rango actualmente en Venezuela. Al parecer, los dioses benefactores no estaban de parte de Gil Fourtul, pues el maestro Carmona había regresado de una recepción en la embajada de Francia y tenía entre pecho y espalda algunos copetines y en seguida le respondió: -yo no puedo asistir, tengo un fuerte resfriado, discúlpeme con su excelencia el Nuncio, en mi lugar irá mi asistente, el Dr. Álvarez Pifano. Al escuchar esto, un insondable abismo se abrió a los pies del director de protocolo, quien espetó: -Esto es inaudito ¡fin de mundo! en la Cancillería venezolana, un tercer secretario no puede atender al Decano del Cuerpo Diplomático. Además, es un recién llegado, muy joven, de unos 24 años y para colmo procede de la provincia, me han dicho que viene de un pueblo llamado Cocorote, nadie sabe adónde queda eso. Entonces explíqueme ¿Cómo puede “un pobre muchacho de Cocorote” atender al diplomático más importante acreditado en Venezuela? El maestro Carmona era un hombre sabio y con capacidad para resolver situaciones aún más complicadas que esa y le respondió: Cálmese Don Enrique, en todas las cancillerías del mundo existen simples funcionarios que atienden temas puntuales, como adquisiciones de inmuebles y sus ampliaciones, explíquele al Nuncio que Álvarez Pifano es el funcionario que tiene asignada esta materia y en efecto, así es. Luego, hay un elemento muy importante, monseñor Dadaglio además de sacerdote es graduado de abogado y de diplomático; Álvarez Pifano es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia, en cierto modo es un colega en estudios universitarios en Italia. Otra cosa también muy significativa para el Nuncio: No le hable de Cocorote, por favor, los Pifano vienen de un pueblecito del Golfo de Policastro, en el mar Tirreno de la península itálica, esto era en la antigüedad la Magna Grecia; por su parte los Dadaglio son originarios de otro pueblecito del Piamonte, que a kilómetros de distancia dirige su mirada con nostalgia histórica a ese mismo mar. Estas dos regiones se integraron al Reino de las dos Sicilias (2). Abrumado de infaustos presagios, con este bagaje de inconvenientes protocolares a cuesta y con una Constitución de Venezuela (1961), encuadernada en piel de Rusia con letras doradas, que mi maestro me había dado, fui a atender al Nuncio Apostólico. Al llegar, le hice una profunda reverencia, creo que se me vio hasta la coronilla. Esto provocó una gran risa por parte del Prelado y me dijo: Bravo Pifano, de manera que somos del “Regno delle Due Sicilie” y soltó otra risa alegre y jovial. Para la ocasión me habían preparado una silla muy alejada del Nuncio y del director de protocolo, desde allí debía hacer de pie una intervención de