A dialogar. No hay de otra
Al culminar el acto de instalación del proceso de diálogo que en la Ciudad de México, bajo los auspicios del Reino de Noruega y con México como anfitrión, adelantan la alternativa democrática venezolana y el régimen, surgieron comentarios de diversa naturaleza. En mi caso ratifiqué que debía insistirse en ese mecanismo, pues no hay otra opción para una salida lo menos traumática y dolorosa posible a la crisis nacional. Un académico de renombre manifestó que acompañaba mi apoyo, pero más que por convicciones, lo hacía por inercia, pues la delegación oficialista se maneja con crueldad y poco compromiso. Esa es la razón por la que corresponde ir a un proceso de esta naturaleza, pues si las diferencias naturales emanan en sistemas libres y democráticos, no hace falta aplicar una logística de envergadura, pues en los espacios regulares o a través del sufragio se dirimirían las controversias. Se aplican procesos como el iniciado en México cuando las vías para solventar el conflicto se han cerrado. En este caso, ante el escepticismo que algunos puedan esgrimir, ante fracasadas experiencias anteriores, hay que argumentar que en esta oportunidad, el proceso va supervisado por la comunidad internacional de una manera determinante, no solo en la discusión, sino en el seguimiento a lo acordado. Aunque la noticia de la negociación es fundamentalmente política, ello no excluye otros temas que se vienen asomando por la alternativa democrática desde el 2017. Existe un planteamiento social que gira en torno a la necesidad de conseguir medicamentos y alimentos, garantizar un canal humanitario y atender el tema migratorio. Ello, aunque poco mencionado, ha sido una de las variables fundamentales por las que se ha luchado. Por ende, debe tener la ciudadanía convicción de que la dirigencia no se ha apartado de ese planteamiento. Una segunda arista gira en torno a una necesaria reinstitucionalización del país, en lo que atinadamente Gerardo Blyde en su discurso definió como la construcción de un verdadero sistema de pesos y contrapesos. En este momento Venezuela tiene una realidad endeble en la estructura de sus órganos del Estado, por lo que debe revisarse la composición de los poderes. Aunque parezca extraño, en este punto es factible, si la voluntad lo expresa, llegar a acuerdos rápidos, adecuando el Tribunal Supremo de Justicia con la incorporación de los 13 magistrados principales y 20 suplentes elegidos y juramentados por la Asamblea Nacional el 21 de julio de 2017 y con la revisión del Poder Ciudadano y del Poder Electoral. Existe una tercera arista que se palpa al revisar los planteamientos y que es de naturaleza electoral. La propuesta ha sido transparente desde sus inicios y se refiere a la necesidad de construir una opción comicial, que incluya elecciones presidenciales y parlamentarias, que bajo reglas de supervisión y respeto, lleven a que el ciudadano tenga la capacidad de elegir. Esa línea se complementa con el justo reclamo de que las tarjetas de los partidos, confiscadas por medio de artilugios oscuros y maniobras de dudoso proceder, tienen que ser entregadas nuevamente a sus autoridades oficiales y legítimas. Por el bien de Venezuela esperemos que el diálogo tenga éxito. La supervisión activa de la comunidad internacional hace que las posibilidades aumenten de manera determinte. La ciudadanía debe insistir en que la agenda tiene cumplirse y de esta manera abrir paso a la edificación de un país en el que paulatinamente demos los pasos necesarios para que la libertad vuelva a imponerse y el amanecer de libertad nos ilumine un horizonte de esplendor y democracia plena en el que los términos negociación y diálogo recuperen su majestad. Luis Daniel Álvarez V. Internacionalista UCV, Doctor en Ciencias Sociales. Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV correoacademicoldav@gmail.com @luisdalvarezva