El Sonido de los Aborígenes Venezolanos
Por Hugo Álvarez Pífano ¿Es posible escuchar en nuestros días la música que tocaban los aborígenes venezolanos en tiempos de la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras: 1498? Yo considero que sí es posible. Más aún, un buen número de músicos académicos venezolanos han tomado los motivos indígenas para la realización de importantes obras musicales. Si mis lectores están en consonancia con este tema, es porque intuyen que la diplomacia cultural es una poderosa herramienta de la política internacional para dar a conocer y defender los valores culturales de un país: Una nación sin cultura propia, es un gentío condenado a desaparecer. Organización de las Naciones Unidas 1971 I LA MÚSICA DE LOS POBLADORES AUTÓCTONOS DE VENEZUELA 1.- Los aborígenes venezolanos y su musicalidad. Entre los seres humanos ha existido siempre a escala universal la necesidad de hacer música y vivir en compañía de la música, bien sea entonando un canto, al tocar algún instrumento -aunque solo se trate de un rudimentario artefacto rítmico- mientras se realizan las faenas cotidianas, se ejecuta una danza o se lleva a cabo una ceremonia religiosa. Esto ocurre, porque tanto el habla como la musicalidad son rasgos inherentes a la condición humana (1). Debemos asumir por lo tanto que, así como existieron en Venezuela aborígenes que tallaron sobre la piedra los llamados petroglifos y estos se conservan como expresiones ideográficas de una cultura autóctona, también hubo otros que cantaban canciones, bailaban y hacían sonar algunos instrumentos. El testimonio de estas manifestaciones son los cantos, danzas e instrumentos musicales, que ellos han trasmitido de generación a generación hasta nuestros días. Los antropólogos han encontrado en los indígenas venezolanos creaciones artísticas, que comprenden cuentos, leyendas, mitos, juegos y juguetes (especialmente en los niños pemones) danzas, canciones líricas escenificadas, cantos, ritos escenificados e invocaciones mágicas. En todos está siempre presente la poesía. Dice Fray Cesáreo de Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano “Nadie hasta lo presente ha encontrado poesía meramente recitada, siempre la hemos encontrado cabalgando sobre ritmos o melodías, es decir hemos encontrado cantares. Cantares simplemente o en danzas profanas o religiosas; cantares de piaches con abundante escenificación. Y, finalmente, se han encontrado los investigadores con ritos escenificados” (2). 2.- ¿Por qué algunas civilizaciones viven en un estancamiento permanente? Antes de examinar las manifestaciones musicales de los indígenas venezolanos, debemos formular una pregunta que es muy importante porque fija un punto de partida para nuestras observaciones: ¿Es posible escuchar en nuestros días la música que tocaban los aborígenes venezolanos en tiempos de la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras? Yo considero que sí es posible y para hacer esta afirmación tomo como elemento de juicio la tesis del filósofo estadounidense de origen español George Santayana (1863-1952), un humanista y un moralista, autor de importantes obras de estética, “The Reason in Art”, en que expone su filosofía del arte y “The Sense of Beauty”, en que da a conocer su teoría de lo bello. Santallana en su obra más importante “The Life of the Reason” (3), trata de explicar porque algunas civilizaciones han tenido un desarrollo gradual y sostenido, mientras que otras han experimentado una situación de estancamiento, se han ido quedando por decirlo así, en una especie de infancia permanente. Es evidente que la España que vino a las costas de Venezuela en 1498, traía junto con sus carabelas una serie de creencias, valores, procesos de pensamiento, instintos, deseos y un sistema de vida, muy diferentes a la manera de ser y de pensar de los españoles del presente Siglo XXI. No se trata de calificar en esta sede, si ese proceso evolutivo ha marchado de malo a bueno o de mejor a peor, pero sí de poner en evidencia que los españoles del pasado eran muy diferentes a los españoles de nuestros días; para citar un ejemplo muy simple, aquellos no fabricaban automóviles, ni se casaban un hombre con otro hombre como los españoles actuales. En todo caso, ha tenido lugar una evolución, a la que se suele llamar progreso. Por otra parte, los habitantes originarios de esta “tierra de gracia”, como la llamó el misterioso almirante, tenían también sus valores, creencias y un modo de vida, que después de 500 años no ha cambiado mucho, como lo demuestran los Yanomami, encontrados a finales del Siglo XX, sin haber llegado a la edad de los metales y sin haber tenido contacto con el “hombre blanco”. (Huelga decir que los Yanomami, para citar el mismo ejemplo, no tienen todavía fábricas de automóviles y continúan uniéndose un hombre con una mujer, como lo han hecho siempre). Ahora bien, ¿A que se debe esa diferencia en el proceso evolutivo de ambas civilizaciones? ¿Por que algunos grupos no cambian, mientras que otros experimentan grandes transformaciones? La tesis de Santayana a que hemos hecho referencia, se suele resumir en la frase siguiente: “Todos aquellos que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo”. Esto significa que cuando la experiencia no es retenida, la infancia de los hombres se hace perpetua, tienden a no evolucionar. El alba de cada día anuncia a éstos, que las experiencias y lecciones que tuvieron ayer han sido olvidadas. En estas condiciones de olvido permanente, una persona o un grupo es incapaz de tomar decisiones acertadas para corregir los errores. Más bien ellos actúan según sus instintos y sus reflejos, que son por naturaleza repetitivos. Cada día es poco más o menos el mismo día y esto es lo que Santayana llama “repetir el pasado”. El progreso, según el filósofo citado, requiere de una cierta estabilidad y de capacidad de retentiva en los individuos y en las sociedades. Esta es la base para la evolución humana: un comportamiento educado, basado en la experiencia y la práctica de la comunicación para intercambiar creencias, valores y conocimientos, que se van adquiriendo y no se olvidan. Para los indígenas, su historia es muy corta, todo les resulta reciente. De los abuelos para atrás, no hay nada, solo el olvido. Sus registros históricos son