Gorbachov, el otro hombre de la mancha

 Por Rafael Gallegos Castro          “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” …  así inicia  el monumental Don Quijote, que muestra las aventuras de un hombre que se volvió loco, intoxicado de leer tantas novelas de caballería, se declaró caballero andante, y dedicó su vida a defender a cualquier precio las causas que consideró justas. “En un lugar del totalitarismo de cuyo nombre no quiero acordarme” …  podría iniciar la también monumental historia del hombre de la mancha (en la frente), Mijail Gorbachov. Un quijote del siglo XX, que dedicó su vida a defender la paz, el emprendimiento y las libertades, desde el seno de la URSS, una economía de guerra que se había constituido en uno de los regímenes más férreos, represivos y castradores. Gorbachov hizo una vertiginosa carrera en el partido comunista, y en 1985, a los 54 años, casi un bebé para la gerontocracia del Kremlin, llegó al poder en la URSS. Fue un quijote, porque soñó lo que para muchos era imposible, desmontar tamaño aparataje, aspecto al que ningún analista político hubiera apostado ni siquiera un rublo, meses antes. Sin embargo, la URSS de la década de los ochenta ya mostraba indicadores de decadencia. La productividad tendía a la baja, cada vez se alejaba más de la competitividad capitalista (hay quienes dicen que a la URSS la desmanteló el chip). La escasez de alimentos y de productos se incrementaba. Pobreza y hambre en medio de un implacable totalitarismo. La desesperanza era el plato del día. Gorbachov conocía el problema y decidió – con valentía y una gigantesca dosis de quijotismo – cambiar el fondo de las cosas. Hacer peso para para romper el marasmo y acelerar los cambios, que al final resultaron un colapso. Decretó la perestroika o reestructuración, que consistía en menor planificación central y más mercado, así como en estimular los emprendimientos y permitir negocios privados. Estas medidas las acompaño con un sistema de libertades denominado glasnost (transparencia) que se materializó en paulatina libertad de expresión, de religión, liberación de presos políticos. Realizó las primeras elecciones libres en la URSS. Todo ello trajo una gran resistencia de la nomenklatura, ya que desmantelaba el poder constituido. En el aspecto internacional, hizo buenas migas con el presidente norteamericano Ronald Reagan, se comprometieron a disminuir el arsenal nuclear, lo que enfrió el peligro atómico. Gorbachov pidió acabar con todas las armas nucleares, y en Ginebra acordó con Reagan que jamás iniciarían una guerra atómica. También se propuso a no repetir por ningún motivo, los lamentables espectáculos tipo invasión a Hungría o a Checoslovaquia.  Acabó con la Guerra Fría, que había aterrado al mundo desde los albores de la postguerra en 1945. Como consecuencia de las medidas de Gorbachov, los países tras la cortina de hierro comenzaron a respirar aires de libertad. En 1989 cayó el Muro de Berlín y con él las dictaduras comunistas de todos los países tras la cortina de hierro. Por otro lado, se deshizo la URSS. Gorbachov renunció al poder y se retiró en 1991. En sus seis años de gobierno cambió la faz del mundo… y sin disparar (él) un tiro. Por cierto, el poderoso partido comunista de la URSS, el más grande del planeta, con 70 millones de miembros … no movió ni un dedo para defender al comunismo cuando se desmanteló la Unión Soviética. Pura buchipluma, burócratas y oportunistas, como todos los partidos gobierneros que tanto les gustan a las revoluciones comunistas. Gorby (como le decían por cariño) fue un outsider, más que ello un cisne negro, que son muy frecuentes en política. Cerramos con esta observación porque no tendría nada de raro que ante esta monumental crisis de desmantelamiento que padecemos, se estuviera gestando algún Gorby en Venezuela… en cualquier parte… mire a su lado. Las sociedades son seres vivos y en las crisis, paren liderazgos. EL TRIUNFO DE LOS QUIJOTES Y parafraseando a Vargas Llosa, los quijotes siempre triunfan porque al final los sanchos nos terminamos pareciendo a ellos. Es que somos sustancia de sueños. Gorbachov, el hombre de la mancha en la frente que hasta una profecía anunció fallidamente como un anticristo (“por la mancha lo reconoceréis”), resultó un materializador de sueños. No es exagerado elucubrar que tal vez por él … llegamos al siglo XXI. EPÍLOGO La influencia de la obra de este gran líder fue tan decisiva, que el pensador japonés Fukuyama publicó un libro: “El fin de la historia”, donde planteó luego de la caída de la URSS, se acababan las luchas de las ideologías y que el mundo sería liberal. Sin embargo, pocos años después, otro autor, Huntington explicó en su “Choque de civilizaciones”, que sobrevendría una era de conflictos entre civilizaciones, (ortodoxa, musulmana, hindú, confucionista, occidental, etc.) de sociedades con valores diferentes, y que la occidental, saldría perdiendo. Gorbachov, que murió a los 91 años, sobreviviendo treinta años a su gobierno, pudo observar a Putin impregnando de autoritarismo al sistema ruso y tratando de restablecer el imperio: Georgia, Crimea, Ucrania. Y cómo las civilizaciones, ortodoxa (rusa), confuciana y musulmana, se enfrentan con la occidental, en Ucrania, Taiwán, e Irán. El mundo se mueve hacia quien sabe que derroteros, pero el legado de paz y libertades de Gorbachov, es un deber ser. ________________________________________________________________________________________________________________ Rafael Gallegos Ingeniero Petrolero. Ex-gerente en PDVSA. Profesor del IESA. Miembro de Gente del Petróleo. Coordinador Académico del Diplomado de “Diplomacia Petrolera y otras Energías” del CODEIV