Libertad creativa
Por Abraham Clavero Cuando la comunidad internacional continúa centrada en la evolución de la crisis entre Rusia y Ucrania o en las recientes divergencias de Estados Unidos con la República Popular China a causa de la visita de Nancy Pelosi a Taiwan, en el allanamiento de la residencia del ex presidente Donald Trump, e inclusive de los primeros días de gobierno de Gustavo Petro en Colombia, salta la noticia del atentado contra el escritor Salman Rushdie. El ataque realizado por Hadi Mata, el pasado 12 de agosto, encaja perfectamente en la denominada Intolerancia religiosa que se ha ido esparciendo de forma significativa, representada por la persecución religiosa que prevalecen en diversas zonas del mundo. El ataque contra el escritor Rushdie de inmediato nos remontó a aquella situación sucedida hacía más de 30 años, en aquel remoto 14 de febrero de 1989, el gobierno iraní emitió un edicto religioso, o fatwa, el cual fue leído en Radio Teherán por el entonces líder de la revolución el Ayatolá Ruhollah Jomeini, haciendo un llamado a la ejecución del escritor, y que debería extenderse a los editores que publicaran el libro. Dicha sentencia se vio neutralizada en 1998, cuando se produjo una especie de tregua por parte del gobierno iraní, durante el mandato del moderado Presidente Mohamed Jatami. De esta forma el régimen de los ayatolas dio un paso al costado, comprometiéndose públicamente a dejar sin efecto la sentencia. La justificación del cambio de postura iraní se debe atribuir, en gran parte, al acuerdo marco alcanzado con el Reino Unido para normalizar las relaciones bilaterales. A su vez el escritor, nacido en la India, también hizo su aporte para calmar los ánimos, adoptando una actitud prudente al declarar que dejaría de vivir oculto, y manifestando al mismo tiempo que estaba arrepentido de haber llegado a afirmar que era un musulmán practicante cuando, en realidad, no profesaba la fe musulmana ni era creyente en la religión. Sin embargo, esa rectificación de Teherán ha contribuido a que muchos seguidores del islam, partidarios de la ejecución de la fatwa, manifestaran que dicha sentencia solo podría haber sido revocada por la persona que la emitió: el Líder religioso Jomeini, fallecido en 1989. En consecuencia, para determinados grupos fundamentalistas continúa vigente independientemente de la postura del gobierno iraní. Si bien la reacción oficial de la República Islámica, por el ataque de Hadi Mata fue relativamente moderada, diversos periódicos iraníes, de línea dura elogiaron su acción terrorista. Al respecto, el diario Kayhan, cuyo director es nombrado por el líder supremo, manifestó su respaldo al señalar: “mil aplausos al valiente y obediente que atacó al apóstata y malvado Salman Rushdie en Nueva York”, añadiendo: “la mano del hombre que desgarró el cuello del enemigo debe ser besada”. Cabe destacar, que lo menos que Teherán desea en estos momentos, cuando existe la posibilidad de restablecer el acuerdo nuclear del 2015 (Plan de Acción Integran Conjunta) con Occidente, desechado por el entonces presidente Donald Trump en 2018, es reabrir un frente que constituyó por mucho tiempo un motivo de enfrentamiento con aquellos países que protegían a Rushdie. Tanto ayer como hoy, los Versos Satánicos aún se considera, en el mundo islámico, un libro blasfemo, acusándose al autor de apostasía, y de acuerdo con las tradiciones del profeta (ahadiz), dicha conducta debía castigarse con la muerte. Este intento de asesinato demuestra que las amenazas contra Rushdie aún perduran en la mente de muchos islamistas, aunque las protestas masivas han cesado de forma progresiva, mientras que los temas y las cuestiones planteadas en su novela siguen siendo objeto de intensos debates. Salman Rushdie es un escritor que se le conceptúa poseer un estilo que lo acerca al realismo mágico de los autores latinoamericanos del siglo pasado. Su amplia obra literaria “combina el realismo mágico con la ficción histórica, se ocupa principalmente de las numerosas conexiones, interrupciones y migraciones entre las civilizaciones orientales y occidentales, y gran parte de su ficción se desarrolla en el subcontinente indio”. Sin embargo, sus obras han suscitado muchas polémicas a consecuencia de las críticas realizan contra diferentes ideologías políticas y sociales. En relación con los Versos Satánicos, diversos críticos consideran que “es un libro que se adentra en el corazón de las creencias musulmanas cuando Rushdie, en secuencias oníricas, desafía y a veces llega a burlarse de algunos de sus principios más sensibles”. Por otra parte, uno de los personajes principales, Gibreel Farishta tiene una serie de sueños en los que se convierte en el arcángel Gabriel. Además, Rushdie eligió un nombre alternativo e incitador para Mahoma, al llamarlo Mahound, el cual fue utilizado por el cristianismo, durante la Edad Media, al considerarlo un demonio. A través de Mahound, Rushdie parece poner en duda la naturaleza divina del Corán. Otro aspecto indignante para los musulmanes es que en el libro se atribuye opiniones sexistas a Mahound de ciertos pasajes del Corán que colocan a los hombres “a cargo de las mujeres” y dándoles el derecho de golpear a las esposas de las que “temen la arrogancia”. Además, Rushdie, en su relato ficticio de acontecimientos clave del islam, da a entender que, más que Dios, el propio profeta Mahoma es la fuente de las verdades reveladas. En defensa de Rushdie, algunos estudiosos han argumentado que su “burla irreverente” pretende explorar, si es posible separar la realidad de la ficción. Ante la avalancha de comentarios y críticas surgidas después de su publicación el autor ha defendido que los textos religiosos deberían estar abiertos a la discusión. “¿Por qué no podemos debatir sobre el islam?”, dijo en una entrevista en 2015. Agregó que “es posible respetar a los individuos protegerlos de la intolerancia, y al mismo tiempo ser escéptico sobre sus ideas, incluso criticarlas ferozmente”. Este punto de vista, sin embargo, es contrario a la opinión de aquellos para quienes el Corán es la palabra sagrada de Ala. En relación al agresor, con miras a comprender su desquiciado comportamiento, hay que hacer referencia a sus orígenes libaneses. Su familia procede de Yarun,