El bautizo de un libro singular
Doctor Víctor Luis Granadillo C. Tratado Elemental de Derecho Civil Venezolano. Imprenta Oficial del Estado. San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela, 1950 (Primera Edición). Por Hugo Álvarez Pifano I CONSIDERACIONES GENERALES 1.- Carencia de textos de estudios venezolanos en las universidades del país. A los inicios de la década de los años cincuenta del siglo pasado, eran muy pocos los profesores de derecho de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad de los Andes de Mérida (las más prestigiosas universidades en aquellos tiempos) que tuvieran un texto de estudio relacionado con la materia sobre la cual impartían catedra. Dicho sea de paso, esta es una carencia que todavía se prolonga con creces hasta nuestros días, por esta razón despierta a la curiosidad que un jurista yaracuyano inmerso en la soledad, descuido y olvido de la provincia venezolana, haya tratado de hacer escuchar su voz al publicar un manual de enseñanza, un texto de estudio dirigido a estudiantes y a profesores universitarios, del mismo modo, un libro de consulta para los abogados en ejercicio. 2.- Indiferencia hacia un meritorio texto de estudio. El “nuevo ideal nacional” del coronel Marcos Pérez Jiménez. Pero ocurre, que a este libro ni los unos ni los otros lo tuvieron en mientes para la docencia o el ejercicio de su profesión, como se suele decir en lenguaje campechano no le pararon bolas: no tuvo comentarios positivos ni negativos, los profesores no lo recomendaban a sus estudiantes y menos aún los abogados en ejercicio lo citaban como opinión valida de un jurisconsulto, simplemente fue ignorado como un grano más de arena en la inmensidad del desierto del Sahara. Para esa época los abogados de renombre no escribían manuales de estudio ni textos universitarios, eso no les interesaba, estaban muy ocupados en cimentar las bases jurídicas del “nuevo ideal nacional” el eslogan del coronel Marcos Pérez Jiménez para ideologizar los comienzos de una férrea y larga dictadura. La actividad jurídica entendida de ese modo, en aquellos aciagos días, producía mucho dinero y de eso se trataba para los abogados: crear dinero rápido para el enriquecimiento ¿Qué sentido tenía escribir manuales de estudio? Eso no producía dinero. 3.- Bautizo del libro: parafernalia y peripecias. El otro aspecto de la publicación de este libro es el que tiene que ver con su bautizo y este acontecimiento nos lleva a pensar que el doctor Víctor Luis Granadillo, al parecer no andaba muy bien de sus entendederas, como solía decir Cervantes -el máximo escritor clásico de las letras españolas- al referirse al Quijote. Esto lo observamos por el modo que escogió para bautizar su libro y que constituye el objeto de la presente crónica. II EL ENTORNO CULTURAL EN EL PEQUEÑO MUNDO DEL YARACUY EN LOS AÑOS CINCUENTA 1.- Introducción del primer protagonista de esta reláfica. En la década de los años 50 se encontraban en las tiendas que vendían artículos para bromas, unas ampollas de vidrio llamadas “peo liquido” las cuales contenían una sustancia fétida, que combinaba en forma admirable la hediondez intensa de las aguas negras, el asfixiante hedor cadavérico de la carne podrida y el insoportable y penetrante olor nauseabundo de los gases que desprenden las fermentaciones intestinales de los seres vivos. Pero lo más terrible, digno de una pesadilla dantesca, era el efecto sicológico que producía el “peo liquido” en la mente de sus víctimas: las personas que inhalaban sus emanaciones mefíticas, creían que se trataba realmente de la expulsión de gases de un ser humano. Pensaban que nadie, por enfermo de gravedad que estuviese, podía incubar algo tan hediondo, nauseabundo y tóxico para la salud. Entonces el pánico se apoderaba de las gentes, todo el mundo no pensaba otra cosa que correr para liberarse de esa peste, del flagelo de una grave enfermedad. Hoy en día, que todos saben que no es otra cosa que una sustancia química, nadie le hace caso, pero en esa época en que la gente creía que se trataba de un genuino pedo, el efecto era demoledor: trancar la respiración y desaparecer del lugar contaminado. A este punto debo decir, que cuando mi primo Carmelo Pifano viajaba a Caracas traía una provisión de “peos líquidos” calculada estratégicamente para hacer desaparecer a la entera población de San Felipe, en una veloz estampida, de salto rápido y no parar jamás, hasta llegar a un lugar confiable y seguro como la montaña de Sorte, en los predios de la Reina María Lionza, donde se respira un aire puro que hace bien por igual a los vivos y a los muertos. 2.- Introducción del segundo protagonista. Hecha de este modo la presentación del primer protagonista de esta reláfica, me resta ahora introducir al segundo: el doctor Víctor Luis Granadillo C. nativo de Nirgua -que en tiempos de la Colonia se llamó “Nuestra Señora de las Victorias del Prado de Talavera” un nombre que, como todo el mundo mágico del viejo Yaracuy, envuelve un fino y noble sentido de hermosa poesía- era hijo de un pequeño empresario local que fundó en San Felipe la primera fábrica de hielo, en esta empresa de su padre él tuvo que aprender a reparar los refrigeradores porque en el Yaracuy no había técnicos que pudieran hacerlo, se traían de Puerto Cabello o Barquisimeto. Hasta el día en que se graduó de abogado en la UCV, Víctor Luis -inteligente y emprendedor- reparó neveras, cavas, aparatos de aire acondicionado, etc. Fue profesor de francés, lo que le valió el remoquete de “mesié Granadillo” A inicios de la década de los 50, escribió en primera edición una obra de 2 volúmenes, a la que llamó “Tratado Elemental de Derecho Civil Venezolano”, el volumen primero se imprimió en la “Imprenta Oficial del Estado Yaracuy” en una vieja máquina de linotipo, manejada con mucha maña por Caracciolo Castillo, conocido con el apodo de “mosquito de piña” Cuando tuvo el primer ejemplar en su mano, calientito como arepa salida del budare, se dispuso a bautizarlo. Ahora bien, con una cabeza redonda y calva, bien provista de