Ernesto, el hombre que calculaba

Por Hugo Álvarez Pífano A menudo, el estatus social de una persona viene determinado desde su nacimiento por factores como su riqueza, religión, la raza o clase social a la que pertenezca su familia, pero también es cierto que, en los países de un adecuado nivel de desarrollo, los individuos pueden alcanzar una mejor posición social por méritos propios, a través de logros realizados mediante un alto nivel educativo. En otro orden de ideas, como alguien ha señalado con sobrada razón: necesitamos más arte, cultura y música en las escuelas. No para sacar más artistas, sino para formar mejores seres humanos.                                                                               I                      ERNESTO UN MUCHACHO BIEN DOTADO QUE NO RECIBIO EDUCACIÓN Para el momento en que Ernesto abrió sus profundos y oscuros ojos a un nuevo amanecer en San Felipe, se escuchaba a menudo en todos los pueblos del Yaracuy, una celebre conga cubana que decía en su estribillo: “uno, dos y tres, el paso más chévere, el paso más chévere, el de mi conga es”; y repetía hasta el infinito el mismo ritornelo. Esta sabrosa conga poseía la virtud de ser capaz de poner a bailar a un muerto y hasta a uno de esos monjes tibetanos que durante milenios se dedicaron a la contemplación en sus monasterios y a la visión inmóvil a través del “tercer ojo” (me siento obligado en aclarar a mis lectores que el tercer ojo tibetano se encuentra en la frente, en otras culturas -en especial latinoamericanas-  se localiza en la parte inferior del organismo) Entonces ocurrió algo insólito y sorprendente: la conga no puso a bailar a Ernesto en su cuna, sino que lo enseñó a contar, uno, dos y tres. De este modo sus primeras palabras no fueron mamá o papá, como otros niños, se escuchó más bien uno, dos y tres. En pocos días aprendió a contar hasta tres, en meses se extendió a diez, más adelante llegó a cien y posteriormente elevó sus guarismos a mil y hasta a millones. Ernestico, como también le decían, era llamado a las plazas públicas, bares y ventorrillos de comida callejera, para que realizara sus malabarismos numéricos: sumas muy difíciles, divisiones enrevesadas, reglas de tres en que hacendosos sastres cortaban piezas de telas en complicados horarios en interminables días, quebrados y decimales que se resistían a ser transformados en números enteros. En fin, todo tipo de dificultades y trampas matemáticas que Ernestico resolvía exitosamente. Pero todo se quedó allí, como una constante mecedora, siempre en movimiento, pero que no avanzaba ni para adelante ni hacia atrás, hasta el día en que Ernesto se consumió poco a poco en silencio, en una Venezuela pobre y olvidada en la que nunca tuvo la oportunidad de estudiar y desarrollar los dones que Dios le había dado.                                                                                    II UNA OBSERVACIÓN Y EL NOMBRE DE CUATRO UNIVERSIDADES DE UN ALTO NIVEL ACADEMICO 1.- ¿Por qué debemos estudiar? Con los estudios logras adquirir nuevos conocimientos y habilidades, así mismo éstos te ayudan a desarrollar tu potencial, dotar de amplitud a tus horizontes y alcanzar tus metas personales y profesionales, en pocas palabras: el estudio contribuye a tu crecimiento material y espiritual.  En efecto, la educación universitaria permite adquirir diversas ventajas en la inserción laboral y la trayectoria profesional, asociada a una mayor probabilidad de empleo o una mejor retribución salarial. Esos efectos positivos permiten considerar a la educación universitaria como un factor de promoción social de sus beneficiarios. No obstante, en algunos países las Universidades de élite son un factor para la consolidación de clases económicas dominantes. En estos casos no hay movilidad social alguna.                                                                                                                       1, a.- Cambridge y Oxford. Torino y Florencia Cuando tomamos conciencia en forma responsable, del valor y el mérito que se atribuye a los títulos de estudio, emitidos por las universidades conceptuadas como las de mayor nivel académico del mundo, fijamos la atención en dos “top universities” del Reino Unido de Gran Bretaña, como son Cambridge y Oxford. Luego en un nivel totalmente diverso, pero también elevado, a dos universidades públicas italianas: la de Torino (UNITO) y la de Florencia, ambas famosas en campos diversos: la primera en ciencias y tecnología, al punto de que tres de sus egresados han recibido el Premio Nobel de Medicina; la otra en la diplomacia, pues es la sede de la Escuela de Ciencias Políticas Cesare Alfiere, en honor al diplomático italiano que fue su fundador en 1873. Esta universidad tiene también presencia en las artes con una escuela de arquitectura que goza de gran prestigio en Europa, desde los aires de renovación artística cercanos al Renacimiento. 1, b.- Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad de los Andes (ULA).  Después fijemos la mirada en dos de las universidades públicas de Venezuela, la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad de Los Andes en Mérida (ULA). La primera posee una escuela de Estudios Internacionales de donde han egresado más de 3.000 profesionales con el título académico de Licenciado en Estudios Internacionales y con este requisito básico son admitidos como miembros en el Colegio de Internacionalistas de Venezuela (CODEIV). Hacemos mención especial a estas dos instituciones porque ellas constituyeron la columna vertebral de la Cancillería venezolana en los tiempos de la democracia (1958-1998) y siempre muchos miembros de ese honorable Colegio hemos sostenido la idea de que, en una futura reestructuración de la Cancillería, esta debe hacerse a partir de estas dos instituciones. Por supuesto, siempre estarán presentes como embajadores los políticos y los militares, pues somos un país que mantiene esta tradición contraria a la profesionalización del servicio exterior y a una diplomacia de carrera. Alguien me dirá que todos los países democráticos cuentan con políticos, militares y miembros de familias acaudaladas que son embajadores. Sí, esto es cierto, pero en una proporción muy baja. En Venezuela ocurre todo lo contrario. Pero no somos ingenuos, como decía un presidente –de infausta recordación- de la Comisión de Política Exterior del Congreso de la República, por cierto muy amante de engavetar los nombramientos de diplomáticos de carrera, Rubén Carpio Castillo, senador de AD por