FEDERICO DE MARTENS Y ROY CHADERTON MATOS
Dos caballos de Troya: británico y guyanés respectivamente, muy efectivos, en la posible pérdida definitiva del territorio esequibo venezolano. Venezuela no pudo tener un árbitro peor que Federico de Martens e Inglaterra uno mejor para sus apetitos expansionistas, pero más allá de todo esto, en nuestros días, Guyana jamás contó con la colaboración de un “tonto útil” y un mentecato como Roy Chaderton Matos, para agenciarse con el territorio arrebatado a Venezuela. A continuación, explico con claridad lo que he dicho. Primera parte 1.- Negativa de Gran Bretaña a tratar directamente con Venezuela Inglaterra nunca aceptó dirimir con Venezuela la controversia sobre el territorio esequibo, en razón de que consideraba a nuestra nación como un conglomerado de semisalvajes, los cuales no merecían ser tratados en relaciones de igualdad política, jurídica y menos aún sociales, con Gran Bretaña. Por el contrario, en ejercicio de su autoridad como imperio conquistador de otras naciones, pretendía fijar una línea de límites a su entera conveniencia e imponerla con el poder de su fuerza como potencia colonizadora. Por lo demás, se trataba del siglo XIX, un mundo regido por la actitud dominante de los grandes imperios colonizadores: Gran Bretaña, a la cabeza, el más infame de todos: fue llamada con oportuno cinismo “la pérfida Albión”; Bélgica, el más cruel, cometió atrocidades increíbles en el Congo belga y lo exprimió hasta la agonía, de allí extrajo su prosperidad y su riqueza; Holanda, de un voraz apetito devorador de los recursos de sus colonias: Indonesia, Surinam, Curazao, Aruba, Bonaire, San Eustació, San Martens y Saba; Alemania, de infausta recordación en sus colonias en África y Asia, todas perdidas y disfrutadas por otras potencias colonizadoras; y la Rusia zarista, la peor de todas, con una explotación inhumana en todos sus territorios. Este grupo de potencias poseían un común denominador: la fuerte marca candente, al rojo vivo, de un despiadado racismo contra África, Asia y América latina. Venezuela, como todos los otros mencionados, tuvo que sufrir esa humillación. 2.- Interviene un país democrático: Estados Unidos de América. Entonces, hace acto de presencia la figura de Grover Cleveland, Presidente de los Estados Unidos de América (1885-1889 y 1893-1897) quien en aplicación de la doctrina Monroe, en su forma más simple: América para los americanos, manifestó a los ingleses que su gobierno no aceptaba en territorio americano ese tipo de imposiciones coloniales, en consecuencia –de igual a igual- si ellos se negaban a aceptar a Venezuela como contraparte, los Estados Unidos de América representarían en esta disputa territorial a Venezuela. 3.- Un problema histórico planteado por la izquierda tradicional Ahora bien, a este punto surge un problema histórico un tanto delicado, algunos historiadores de la izquierda tradicional han señalado que los estadounidenses ejercieron presión indebida para que Venezuela aceptara que ellos la representaran en este litigio territorial. Esto no es cierto, la verdad sea dicha: la intervención de Cleveland paró las apetencias territoriales de Inglaterra que quería llegar hasta la desembocadura del río Orinoco, como límite de la Guayana británica. Lamentablemente se cometieron, como veremos a continuación, varios errores, en especial la designación del presidente del tribunal arbitral: Federico de Martens, un probritánico y convencido racista –un colosal Caballo de Troya- que favoreció un laudo que otorgó a Inglaterra un 90 por ciento del territorio venezolano en disputa. 4.- Constitución del Tribunal Arbitral. Sigamos adelante, Inglaterra y los Estados Unidos de América –como representantes de Venezuela- acordaron que el tribunal se compondría de dos juristas británicos, de dos estadounidenses y un quinto “arbitro neutral”. Este último fue el Profesor Federico de Martens, funcionario de la Cancillería de San Petersburgo de la Rusia zarista. Como puede observarse, el tribunal se constituyó sin jueces venezolanos –nunca aceptados por Gran Bretaña- para dirimir una controversia territorial que afectaba la integridad territorial de Venezuela. La constitución de este tribunal fue establecida así en el Convenio de Washington del 2 de febrero de 1897. 5.- La irrespirable atmosfera política del Siglo XIX Se trataba del siglo diecinueve, un mundo configurado internacionalmente con arreglo a la lógica del imperialismo imperante, en que se imponían las decisiones de las grandes potencias, a daño de las pequeñas naciones. A nuestro país se le reconocía una soberanía de tipo colonial o en el mejor de los casos de protectorado. Inglaterra siempre se mantuvo firme en negar a Venezuela la escogencia de un juez venezolano e impuso que solo aceptaría examinar los alegatos de Venezuela si estos eran presentados por abogados estadounidenses, a quienes correspondió asumir la defensa de la posición de Venezuela. Lamentablemente –otro error, se escogió un bufete privado de abogados, nunca funcionarios del Departamento de Estado, con experiencia diplomática- así nuestro país fue discriminado y con la única opción de participar en un proceso, sin precedentes en el mundo, que culminó en el conocido y nefando Laudo Arbitral de 1899. Hoy en día se diría: se violó el derecho que tiene todo estado a defender, con sus propios representantes plenipotenciarios, sus legítimos derechos. 6.- Qué sabemos de trucos y artimañas de Gran Bretaña. Actualmente, se sabe que el ruso De Martens era un pro-británico por intereses creados: partidario del entendimiento entre Rusia e Inglaterra. Desde un punto de vista académico, estaba convencido que el Derecho Internacional Público era asunto de naciones civilizadas, mientras que el Derecho Natural era el trato reservado a las naciones primitivas o en proceso de ser civilizadas, como él consideraba a Venezuela. Dentro de este orden de ideas, de Martens entró en una vil e infame componenda con los jueces británicos que condujo a despojar a Venezuela de 160.000 kms. de su territorio. Gran Bretaña, por su parte, con la astucia de una zorra en un corral de gallinas, antes de la firma del convenio de 1897, comenzó a diseñar la constitución de un jurado, que hiciera posible la dirección de un falso brazo de la justicia hacia el lado de los intereses británicos: dos jueces ingleses (por supuesto a favor de Inglaterra) dos jueces estadounidenses (en defensa de los intereses