La Franja del Sahel: cinturón de hambre, terrorismo, y golpes de Estado.
Por María Valeska Celis García y Abraham de Jesús Clavero Toro Las relaciones internacionales pasan por una dinámica de inmediatez, que relega a otras situaciones a un segundo plano, las cuales a mediano o largo plazo podrían revertirse, imprevisiblemente, en serias amenazas para la paz y la seguridad internacional. Por más de un año, todo el interés ha estado centrado en el conflicto Rusia-Ucrania para luego dar paso a un nuevo enfrentamiento árabe-israelí a causa del acto terrorista llevado a cabo por Hamas del 7 de octubre. En el ínterin ciertos acontecimientos les robaron protagonismo a estos dos hechos: los golpes de Estado en diversos países de la Franja del Sahel. Esta zona del continente africano se ha convertido en una seria preocupación para los países africanos, europeos y para la comunidad internacional en general. En la década actual, millones de personas que habitan esta Franja, se han visto obligadas a abandonar sus hogares por diversos motivos, incluyendo las consecuencias de la hambruna, el cambio climático y el terrorismo islámico. Al hablarse de la región del Sahel se hace referencia a las áreas que están a orillas del desierto del Sáhara; una extensa franja de tierra, difícil incluso de concretar qué países lo conforman, pues no hay un consenso común al respecto. De hecho, atendiendo a su significado en árabe (“costa”), esta región abarcaría una línea recta desde el Océano Atlántico en el oeste, hasta el Mar Rojo y, desde Senegal hasta Etiopía, agrupando a países con diversas características. El término sāḥil significa en árabe «borde, costa», y sirve para describir la aparición de la vegetación del Sahel como una línea que delimita el desierto del Sáhara. Es una zona eco climática y biogeográfica de más de tres millones kilómetros cuadrados, que actúa como espacio de transición entre el desierto del Sahara y la sabana sudanesa. Incluye 10 países: partiendo de Senegal, pasando por Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, para culminar en Eritrea, constituyendo un cinturón de 5.400 kilómetros de longitud y varios cientos de kilómetros de ancho. Es una zona de interacción entre el norte de África y el África subsahariana en la que tienen lugar intercambios humanos, financieros, religiosos y multifacéticos. A pesar de la abundancia de importantes recursos naturales que ha atraído el interés de potencias externas para su explotación: petróleo, oro, bauxita, cobre, uranio, níquel, cobalto con gran demanda a nivel mundial, las oportunidades económicas siguen siendo limitadas y su población extremadamente pobre. Durante las dos últimas décadas, esta inmensa zona ha sido percibida como una significativa amenaza a la seguridad a consecuencia, principalmente, de la mala gobernanza en el control de sus áreas rurales, que contiene fronteras porosas utilizadas, históricamente, por comerciantes, traficantes de drogas y armas. Otros acontecimientos incluyen los conflictos interétnicos, y las divisiones dentro de las tribus tuareg que han exacerbado las pésimas condiciones de esta región, a lo que hay que agregar el cambio climático. Para los estudiosos de la Franja, la crisis de Malí, ejemplificada por la inestabilidad política, los golpes de Estado, la presencia de grupos terroristas y el separatismo tuareg, es un signo representativo de lo que sucede en el Sahel. Tales condiciones justificaron para que la UE prestara mayor atención a Mali en particular y al Sahel en general, preocupada por la inestabilidad política, la inseguridad y las consecuencias humanitarias que podrían afectar a la región Sahara-Sahel. La UE ha mantenido un constante seguimiento al impacto de las condiciones de la región, para proteger sus propios intereses económicos y los efectos indirectos de la migración hacia Europa. Por su parte, la ONU ha reiterado, en diversos informes, que en la Franja del Sahel se combina una serie de acontecimientos explosivos de violencia, inseguridad, extrema pobreza e incremento de los precios de los alimentos, que colocan en riesgo la sobrevivencia a millones de seres humanos, especialmente en Malí, Burkina Faso, Níger y Chad. De ahí que esta región sea denominada también “el cinturón del hambre”. En la última década, 2,5 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares por los conflictos y la violencia surgida en el Sahel. Según la Coordinación de Ayuda de Emergencia de la ONU, casi 15 millones de personas, solo en Malí, Níger y Burkina Faso, necesitaron asistencia humanitaria en 2022, es decir, cuatro millones de personas, más que en el 2021. La ONU estimaba que ocho millones de personas padecerán hambre en los años venideros, debido a que el 80% de las tierras de cultivo están afectadas por el calentamiento global. La crisis alimentaria es causada por diversos factores interrelacionados incluidos el clima y la productividad, y de carácter sociales y económicos. La agricultura se basa principalmente en la producción de mijo, sorgo, maíz, fonio, entre otros que depende de las precipitaciones y del clima. El déficit de alimentos de estos países es responsabilidad en gran medida del equilibrio de la actividad agrícola, afectada por la escasez de lluvias, junto al aumento de la demanda a consecuencia del rápido crecimiento demográfico. El agotamiento de las reservas alimenticias obliga a muchas familias a adoptar prácticas de supervivencia que incluyen: reducir su dieta, la ingesta de frutas o plantas silvestres, el endeudamiento o la venta de sus medios de producción y los rebaños de ganado, lo que, a su vez, disminuye su estatus. Sin embargo, la situación crítica no es sólo el resultado de la sequía o la reducción del suministro de cereales, sino también de la vulnerabilidad y el bajo poder adquisitivo de muchos hogares cuyos recursos han sido limitados después de sucesivas crisis. A su vez, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advierte que las mujeres y los niños llevan la peor parte de esta crisis humanitaria puesto que en toda la región, hechos derivados de la violencia sexual, los abusos, la explotación, los matrimonios forzados y precoces, así como la trata de personas se han generalizado. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Sahel es uno de los más