La diplomacia cultural, poderosa herramienta de la política internacional
La diplomacia cultural es una forma de diplomacia en que la cultura es un instrumento, para el envío de mensajes políticos, que un estado quiere transmitir a través de esta hacia el ámbito de sus relaciones internacionales. Se cuenta que Josep Goebbels, ministro de propaganda de Adolfo Hitler, solía decir: cuando escucho la palabra cultura echo mano a mi pistola. ¿Qué preocupaba con la cultura a este famoso criminal de guerra? Un concepto elemental: La diplomacia cultural tiene como objetivo y finalidad la incorporación de la cultura a los intercambios internacionales y su utilización para suavizar una agresiva diplomacia política y económica de un país. Qué uso ha hecho Venezuela de esta herramienta básica de la política internacional, lo explico a continuación, pero antes me sea consentido narrar una hermosa historia que ilustra el tema. I Casimira Duque hacedora de muñecas de trapo en el Yaracuy Para un venezolano de los tiempos que corren, es difícil imaginar la ternura y el encanto que encierra en su pequeña vida una muñeca de trapo, con su cara radiante de belleza y su cuerpo hecho de retazos y viejos estropajos. Más aún, lo que estos imaginativos juguetes para niñas -confeccionados con los recortes y deshechos que los sastres y costureras tiraban a la basura- significaron para la chiquillería de las clases más humildes y marginadas de la provincia venezolana. No estamos solamente haciendo referencia a los dos botoncitos que representaban los ojos, al pedacito de fieltro rojo de la boca, al triangulo de querihuela azul que hacía las veces de una nariz y a las cabuyeras de pabilo amarillo que formaban sus cabellos primorosamente trenzados. También, al hilo del recuerdo, hablemos ahora de quienes fueron en la Venezuela pobre, los anónimos artesanos que se dedicaron a la fabricación de estos encantadores juguetes infantiles, los únicos que tuvieron en toda su vida las niñas pobres de la Venezuela olvidada. Nuestra historia se sitúa en el San Felipe de los años 40, donde una muchacha de origen muy humilde, llamada Casimira Duque, comenzó a confeccionar desde muy niña sus propias muñecas de trapo. Después, esta actividad constituyó una ayuda para su familia y posteriormente una fuente de sustento en la edad adulta. La primera carga que la pobre Casimira tuvo que llevar a cuestas fue su gracia ¿a qué padre se le ocurre poner este nombre a su propia hija? Pues bien, entre los habitantes del Yaracuy era muy común darles a sus hijos como nombre, el del santo del almanaque según el día en que nacieron. A ella le tocó el 4 de marzo día de San Casimiro, un santo polaco del siglo XV que llevó una existencia muy piadosa, murió a la edad de 26 años y sus últimos 13 años de vida los pasó haciendo penitencia. Casimiro es de por sí un nombre feo para hombres, pero para una humilde muchacha de pueblo ha debido ser aún más difícil de llevar el duro nombre de Casimira. Su segunda carga, más pesada aún que su nombre fue su situación de pobreza, en una región de Venezuela de poca movilidad social, vale a decir: quien nacía pobre, generalmente moría pobre, quien nacía “enmantillado” con los favores de la riqueza, tenía muchas probabilidades de conservarla. No obstante, Dios quien aprieta pero no ahorca, le dio a Casimira el don inapreciable de ser una costurera hábil y primorosa: zurcía tejidos deteriorados hasta hacer desaparecer como por arte de magia cualquier remiendo, hacía ruedos y pegaba botones, fabricaba encajes y era capaz de tejer con la habilidad de una araña, las sutilezas de la hilacha bordada y la hebra fina. Para rematar, creaba unas hermosas muñecas de trapo que llenaban de alegría a los hogares yaracuyanos, donde una pobre muñeca llamaba a compartir la felicidad con los hijos. Henrik Ibsen escribió un drama social llamado Casa de muñecas, se le considera la primera obra feminista que plantea el tema de la independencia de la mujer. Se trata de una chica criada como una muñeca, para la ostentación de su padre y después para el lucimiento de su esposo, hasta que ella se da cuenta de que no es otra cosa que un objeto propiedad de su marido y decide abandonarlo. Esta obra de teatro produjo una gran polémica a comienzos de siglo XX, pues Ibsen intentó denunciar con ella la condición de la mujer en esa época. Pero en la provincia venezolana la situación era mucho más dramática, aquí no se trataba de la mujer considerada como objeto, sino de la inmensa soledad que sufría la mujer venezolana, sin posibilidades de educación, de disfrutar de un sistema de salud y menos aún de tener un trabajo digno y adecuadamente remunerado ¡Que inmensa soledad ha debido sentir esta muchacha, Casimira Duque, sensible, talentosa y hábil para desarrollar su trabajo de artesana, en medio al abandono y de frente a ese duro desierto de la provincia venezolana. Todo lo que es hermoso tiene su instante, un momento, su precisa ocasión, después pasa y no regresa nunca más, por esta razón los antiguos representaban a “la ocasión” como una diosa calva, sin cabellos para sujetarla y no dejarla pasar de largo. Los poetas han sido maestros admirables en el arte de tejer esperanzas, de lanzar un rayo de luz en medio de la oscuridad en que transcurre la existencia solitaria de alguna mujer:La vida será buena todavía/ cuando en cada rosal mayo florece. (Luis López de Anglada).Está en ti la ventura/ como la primavera en la hoja nueva. (Jorge Luis Borges).El mundo por duro y triste que sea, todavía tiene sonrisas y esperanzas. (Luis Alberto Sánchez).Tras de cada nublado hay un lucero/ y por ruda tormenta sacudido/ florece hasta morir el limonero. (Andrés Mata). Devuelto al corazón en un segundo/ el fuego que soñé, la luz que fui. (Francisco Luis Bernárdez).Pero, para la pobre Casimira no hubo un florecer en mes de mayo, ni el reverdecer de la hoja nueva en primavera, tampoco las sonrisas