Democracias andinas en tensión

La Comunidad Andina ha logrado mantenerse como un esquema de integración, pero como bloque se ha debilitado en los últimos años. Sus cuatro países miembros (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) lograron importantes niveles de crecimiento económico previo a la pandemia del covid-19; empero, en el plano político están enfrentando serios desafíos en su institucionalidad democrática, situación que se agrava, producto de las consecuencias sociales de la pandemia. Brevemente recordemos que el bloque andino fue creado en el año 1969, con la firma del Acuerdo de Cartagena y como una reacción ante el agotamiento que enfrentaba el proceso de integración regional, por la dificultad de avanzar en la conformación de la zona de libre comercio regional en el marco de la vieja ALALC, que se había conformado con la firma del Tratado de Montevideo de 1960. Desde su creación el Grupo Andino, que luego con las diversas reformas del tratado constitutivo ha sido definido como Comunidad Andina, ha atravesado múltiples complicaciones, una muy significativa, fue el retiro de Chile (1976), país fundador que, con el golpe de estado del General Augusto Pinochet, no logró compatibilidad con el resto de los países miembros, en particular, con los gobiernos democráticos de Colombia y Venezuela, que se presentaban como instituciones sólidas y defensoras de los derechos humanos. La democracia se fue imponiendo en los diversos países miembros, lo que estimuló la creación a nivel del bloque del Parlamento Andino (1979), con muy limitadas funciones, pero como una expresión de los sistemas políticos plurales. En este contexto, también conviene recordar la adopción de la Cláusula Democrática (2000), que consagra a la democracia como un requisito institucional para la pertenencia en el bloque. No podemos realizar una evaluación de los avances jurídicos y conceptuales que en diversas áreas sociales han sido adoptados en la normativa andina, pero no podemos desconocer que se ha conformado un sistema de integración que cuenta con un acervo jurídico multidisciplinario, que contempla una diversidad de acuerdos sociales y un innovador mecanismo de solución de controversias, que permite la acción de los particulares en la defensa de sus intereses comerciales. Lamentablemente esos avances se han visto afectados con la incorporación del radicalismo ideológico que penetró el proceso andino, caracterizado, entre otros, por una narrativa de rechazo a los aspectos comerciales de la integración económica. El discurso sataniza el libre comercio sin valorar sus aportes, entre otros, en las transformaciones productivas, la generación de empleos, promoción de la competitividad, atracción de inversiones y el fortalecimiento del  bienestar social. El proceso bolivariano, que se fue radicalizando progresivamente, se enfrentó con la dinámica de la integración andina, en particular, con el gobierno colombiano del Presidente Álvaro Uribe Vélez, quien había asumido la decisión de negociar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, lo que sirvió de excusa para que el Presidente Hugo Chávez justificara su equivocada decisión de retirarse del bloque, que se anunció en el año 2006 y se hizo efectiva, en el 2011, cumpliendo las condiciones establecidas en el Acuerdo de Cartagena. El retiro de Venezuela y la posterior decisión de los cuatro países que permanecen en el bloque, de suspender el arancel externo común y, en tal sentido, los compromisos fundamentales de la unión aduanera, ha representado un debilitamiento del bloque. Pero las diferencias ideológicas no desaparece con el retiro del proceso bolivariano de Venezuela,  se mantienen presentes y el bloque se presenta dividido en dos frentes; por una parte, Colombia y Perú con una visión de apertura de mercado, más interesados en la Alianza de Pacifico y, por otra parte, el Ecuador de Rafael Correa y la Bolivia de Evo Morales más orientados al tema ideológico y la protección del mercado interno. Ahora bien, es importante destacar que en cada uno de los cuatro países miembros se han mantenido en la senda de la democracia; empero, en los últimos años se aprecia un progresivo deterioro de las instituciones. Situación que se aprecia con mayor rigor en los últimos meses por la intensa por los procesos electorales que se han presentado. Luego de muchas dificultades, en particular por la pandemia del covid-19, Bolivia logró avanzar en elecciones generales para la renovación, tanto del poder ejecutivo como de los miembros del poder legislativo, en octubre del 2020, con el triunfo de Luis Arce, el delfín de Evo Morales, lo que ha representado un duro golpe para la lucha por una democracia pluralista, competitiva y más comprometida con la defensa de los derechos humanos en Bolivia. Ecuador, luego de la primera vuelta para la elección presidencial (07 de febrero), en las que se logró el triunfo de Andrés Arauz, delfín de Rafael Correa, entró en fuerte cuestionamiento para definir el segundo participante en el balotaje previsto para el 11 de abril, entre Guillermo Lasso del partido CREO y Yaku Pérez del movimiento Pachakutik; lo que ha evidenciado las debilidades institucionales y las rigideces de los movimientos democráticos para lograr acuerdos de unidad. Perú también se encuentra en plena campaña electoral para elegir al Presidente y renovar los miembros del Congreso, cuya primera vuelta está prevista confidencialmente para el 11 de abril y la mayoría de los analistas la definen como una elección atípica, a la que se llega luego de cuatro cambios de presidentes en cuatro años y con un gran escepticismo de la población frente a los partidos y los políticos. Colombia, por su parte, con serios problemas internos, tiene prevista la elección de carácter general para la renovación de sus autoridades el 29 de mayo del 2022. No es fácil, ni conveniente realizar comparaciones entre diversos procesos políticos nacionales, toda vez que cada uno tiene su especificad; empero, es posible establecer algunas tendencias que caracterizan la situación política en los países miembros de la Comunidad Andina y que podríamos calificar como potenciales amenazas para la estabilidad de la democracia. Naturalmente que el primer gran problema que enfrenta todos los países de la subregión andina tiene que ver con los perversos efectos de la pandemia del covid-19. Todos los indicadores