PEDRO ALEXIS CAMACHO –
Nota: En ocasión del cumpleaños de Simón Alberto Consalvi (7 de Julio), comparto un artículo que escribí el 14 de marzo de 2013, a pocos días de su fallecimiento.
Nunca se escribirá lo suficiente sobre Simón Alberto Consalvi. Abarcó tanto sobre tantos aspectos que sería imposible limitar su radio de acción. Fue un hombre noble, equilibrado, transigente, deslastrado de dogmatismos, con convicciones claras, con un alto sentido de la amistad y con un humor que le permitía llevar a cabo ideas y proyectos en un ambiente jovial sin perder la compostura. En otras palabras, un estratega, (una de sus palabras favoritas). Un hombre público. Sus cualidades políticas, aunadas a su ponderado criterio y elogiable discreción, constituían virtudes que inspiraban confianza aun en circunstancias difíciles. En fin, “una figura de postín”, como lo caracterizó Pedro Ramón Romera en su columna “La figura de hoy” en el diario 2001, el 21 de septiembre de 1988. La profesora y amiga Elsa Cardozo, en su reciente artículo “Consalvi y la Diplomacia”, resalta, de manera precisa, su habilidad en este campo. En efecto, su aquilatada gestión en el mundo diplomático se inicia como Embajador en Yugoslavia en los primeros años de vida democrática venezolana y completa su obra en Washington. En dos oportunidades se desempeñó como Canciller. A mediados de 1974 hace su entrada en el campo multilateral como Representante Permanente en la Misión de Venezuela ante Naciones Unidas. Y, fue precisamente allí, donde tuve mi primer encuentro con Simón Alberto, en virtud de que, por circunstancias de la vida, me encontraba ejerciendo funciones diplomáticas en esa Embajada. A partir de esa fecha nuestra relación tanto profesional como personal se fue fortaleciendo.La llegada de Simón Alberto a Nueva York coincide con una década intensa, marcada por una recia confrontación entre las dos Superpotencias. La guerra fría estaba en su climax, la carrera armamentista en pleno apogeo y la crisis energética o como la denominó Simón Alberto “la crisis del despilfarro de la energía”, en su punto mas álgido. La cohesión de la OPEP condujo a la urgencia de un cambio profundo en las relaciones económicas internacionales y se levanta la voz de los países en desarrollo para hacerse sentir en las decisiones a nivel mundial. La crisis económica golpea seriamente a todos pero en particular a los países mas pobres. El sistema de comercio y de pago establecido en Bretton Woods se desmorona. La ONU responde a las exigencias del clamor y abre rutas institucionales. Venezuela se incorpora a tiempo completo para contribuir a crear un orden internacional mas justo y actúa y fija posición firme como miembro activo de Naciones Unidas y como socio fundador de la OPEP. Sendas Asambleas Generales extraordinarias se lanzan para capear el temporal que se avecina.En diciembre de 1974 dos ilustres venezolanos se cruzan para marcar la pauta que los países en desarrollo debían seguir. Manuel Pérez Guerrero, Ministro de Estado para Asunto Económicos Internacionales, hombre de dilatada experiencia en negociaciones internacionales y el Embajador Simón Alberto Consalvi, cuyo talante intelectual y periodístico le permitió empinarse frente a las dificultades que se veían venir. “Una llave imperdible”. Se crean nuevas instituciones en Naciones Unidas y pululan las resoluciones orientadas a la búsqueda de un mundo mas ordenado y equitativo. Se establece el Fondo Especial de Naciones Unidas para ayudar a los países mas gravemente afectados por el caos económico y Simón Alberto entra en escena con muy buen pié. Al dirigirse al Representante del Secretario General de la ONU para la Operación de Emergencia creada, Dr Raul Prebisch, reprocha la posición de algunos países del Norte que habían asumido una postura negativa con respecto al Fondo y reclama “la solidaridad internacional que en circunstancias de emergencia debe privar por sobre cualquier otra consideración política”, poniendo como ejemplo los acuerdos suscritos entre Venezuela y los países de América Central “que se han llevado a cabo bajo estos mismos propósitos de solidaridad internacional a pesar de enfrentar Venezuela innumerables problemas económicos y sociales”.Como hombre dispuesto a no dejar las cosas como están e interesado en orientar a la Venezuela democrática por el camino pluralista, abierta a todas las tendencias políticas e ideológicas del mundo, Simón Alberto sostenía con frecuencia reuniones con el expresidente Rómulo Betancourt. Se reunían en la Misión o en alguna de esas pintorescas plazas neoyorkinas. Quizás, como resultado de esas conversaciones y, obviamente, con el consentimiento del Presidente Carlos Andrés Pérez, el 29 de diciembre de 1974 en un memorable encuentro celebrado en la sede de la Misión de Venezuela, en el cual estuve presente, el Embajador Consalvi y el Embajador de Cuba ante la ONU, Ricardo Alarcón, intercambiaron las Notas para reanudar las relaciones diplomáticas entre ambas Naciones. Como se recordará, la ruptura se había producido a raíz de los actos subversivos protagonizados por el gobierno cubano durante la administración del Presidente Rómulo Betancourt. Su inquietud profesional no se quedo solamente en el marco de las Naciones Unidas. De ninguna manera. Muy hábilmente Simón Alberto incursionó en otros caminos. Inició y concluyó a principios de 1977 una Maestría en Asuntos Internacionales en la Universidad de Columbia. Me imagino que un sueño premonitor le rondaba en su cabeza. Es posible también que la terrible enfermedad que acabó con la vida de su hija Silvia lo forzó a buscar otros derroteros, entre los cuales, la vida universitaria fue uno de ellos. Los momentos trágicos no fueron óbice para Simón Alberto. Los afrontó con aplomo y valentía. Pero su acción no se detuvo allí. Hizo lo imposible para que Horacio Arteaga, mi amigo y compañero de lides diplomáticas en la Misión, y quien escribe estas notas, estudiáramos la misma maestría, y así fue como los tres, en períodos diferentes, completamos los estudios y obtuvimos el título de Master. Con muchos obstáculos nos tropezamos. Debíamos cumplir con el trabajo cotidiano que demandaba mucha dedicación sin descuidar las tareas exigentes de la Universidad, para lo cual, en varias ocasiones, nos vimos en la necesidad de estudiar algunas materias conjuntamente en la casa de Simón Alberto.A principios de 1975 se inician las labores preparatorias para la celebración de un nuevo período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas dedicado al Desarrollo y a la Cooperación Económica Internacional. El 1 de septiembre del mismo año, Manuel Pérez Guerrero abre fuego en la Plenaria de la Asamblea para dejar por sentado la responsabilidad compartida entre ambos grupos de países. Simultáneamente, Simón Alberto en su libro “Petróleo y Estrategia Mundial”, sentencia que a partir de 1973 “la reivindicación de la OPEP de los derechos del Tercer Mundo quedará inscrita en la historia como la primera y mas importante acción en las relaciones de los países en desarrollo con las sociedades industriales”.Los esfuerzos en el marco de la ONU por reacomodar el orden económico y llegar a acuerdos para beneficiar a todas las partes involucradas se diluían. Ante esta situación el Presidente Carlos Andrés Pérez interviene en la Asamblea General de Naciones Unidas en Noviembre de 1976 y persiste en la existencia de una intriga internacional promovida por empresas transnacionales y por algunos países desarrollados con el objeto de hacer responsables a los países de la OPEP de la catástrofe económica global. Simón Alberto se hace presente y busca vías alternas, se da cuenta que la ONU por sí sola no esta en condiciones de brindar una mejor calidad de vida a nivel internacional. Como buen zorro periodista fomenta un encuentro entre el Presidente Pérez y la Universidad de Columbia con el propósito de interesar al sector académico en la problemática económica mundial. Por su parte, Manuel Pérez Guerrero, a mediados de Diciembre de 1976, logra, luego de arduas negociaciones, llevar a Paris lo que se llamó “el Diálogo Norte-Sur” que no era otra cosa que una conferencia sobre la cooperación económica internacional pero fuera del marco de la ONU con la participación de un grupo representativo de países seleccionados sobre la base del principio de la distribución geográfica equitativa. La premonición de Simón Alberto se hizo realidad. Alrededor de Mayo de 1977 compartí con Horacio un agradable almuerzo con Simón Alberto en un pequeño pero acogedor restaurante italiano en Manhattan. Era una mañana resplandeciente con un clima todavía muy primaveral. Luego de una copa de vino, Simón Alberto nos confesó que el Presidente Pérez le había ofrecido el Ministerio de Relaciones Exteriores. La noticia aunque inesperada, nos llenó de regocijo y brindamos por el éxito en su nueva tarea. En Julio, luego de atender en Ginebra el Consejo Económico y Social de la ONU y el Comité sobre Desarme, cuya presidencia la ejercía Simón Alberto, viajamos a Londres un fin de semana, y fue muy cerca del Támesis, luego de saciar la sed de arte por la galerías de Soho, cuando Simón Alberto efectuó una llamada “estratégica” a Caracas por medio de la cual constató que el Presidente Pérez había firmado su nombramiento. Mientras tanto Nueva York retomaba el Diálogo Norte-Sur emprendido en París. En Diciembre de 1977, Simón Alberto, Canciller de la República, durante el debate general de la Asamblea General de la ONU expresó: “El Diálogo Norte-Sur se encuentra paralizado…por la negativa a negociar con ánimo constructivo de parte de, por lo menos, un importante país industrializado. El diálogo por el diálogo es tan dañino y tan frustrante como la ausencia de diálogo”.En Agosto de 1978 cuando la campaña presidencial entraba en su fase final y se intensificaba la lucha electoral, regresé a Caracas como Asistente en el Gabinete del Ministro. Los otros dos asistentes eran Horacio Arteaga y Ruben Franco. El Jefe de Gabinete era David López Henriquez y Eduardo Soto, Asesor. Durante casi los 5 años de la vida de Simón Alberto resumidos en estas páginas, ejecutó una intensa y diversa actividad que abarcó desde su asunción a la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU hasta el atrevimiento de romper el protocolo en la Casa Amarilla en ocasión de una recepción oficial a fines de 1978 cuando se dejó guiar por el compás de la música contagiosa de los Antaños del Estadio.El 3 de Diciembre de 1978, Luis Herrera Campins obtiene el triunfo electoral. Llegué muy temprano a la Cancillería y en el Despacho ya se habían congregado algunos Directores. El ambiente era melancólico (otra de sus palabras favoritas cuando algo le disgustaba). Junto con Horacio, tuve la oportunidad de conversar con Simón Alberto, quien a pesar del nuevo escenario político, nunca perdió su buen humor. Nos ofreció un jerez, si recuerdo bien, y luego de una corta charla sobre los últimos acontecimientos, nos retiramos. A partir de ese instante se inició un período de transición, durante el cual pude comprender que el ejercicio del poder se parece mucho a una relación amorosa: en la primavera se habla de lo por venir, en el ocaso de lo pasado. Simón Alberto así lo entendió también. El 12 de marzo de 1979 en horas del mediodía, José Alberto Zambrano Velazco, el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, alabó las cualidades y los méritos de Simón Alberto por su actuación frente al Despacho. Al concluir el acto, Simón Alberto hizo su “salida triunfal” por la puerta principal de la Casa Amarilla, en virtud de que siempre utilizaba el acceso frente al edificio de Ambos Mundos, o sea la puerta lateral. Allí, Horacio y yo lo esperamos. Simón Alberto nos invitó a subir al automóvil asignado al Ministro, por última vez, al menos por esa ocasión. La tristeza nos embargó a todos. Nos dirigimos al restaurante Bar Basque, en la Candelaria, a deleitarnos con las famosas “cocochas de mero”, ritual que solíamos hacer con cierta frecuencia cuando las condiciones laborales en el Gabinete lo permitían. Le dimos rienda suelta a la imaginación. Surgieron infinidad de cuentos y anécdotas. El suculento almuerzo y el vino blanco, inseparable compañero de tan gustoso plato, redujeron a su mínima expresión la tensión proveniente de tan sentida circunstancia. Los años pasaron pero la amistad permaneció. Simón Alberto regresó como Canciller durante el gobierno de Jaime Lusinchi y el vínculo amistoso y cordial siempre estuvo presente. Horacio y yo ocupamos posiciones de mayor responsabilidad en la Cancillería durante el ejercicio de sus funciones como Ministro. Tiempo después, ya nosotros jubilados del Ministerio y él en su actividad privada nos reuníamos en su solariega y grata casa del Alto Hatillo. Simón Alberto prefería vernos a Horacio y a mi en sus ratos de esparcimiento y a solas. Con un trago en la mano hablábamos mucho, o mejor dicho, él era el que hablaba, nosotros tratábamos de rememorar tantas cosas que disfrutamos durante muchos años…. .Nunca se escribirá lo suficiente sobre Simón Alberto Consalvi, un amigo de verdad.
Diplomático venezolano con un ejercicio de 30 años en la carrera (1972-2002). Alcanzó el rango de Embajador y su último cargo fue Director General Sectorial de Economía y Cooperación Internacional.