Por Luis Daniel Álvarez V.
Ha transcurrido poco más de un mes y ya el gobierno del presidente peruano Pedro Castillo pareciera dar pasos acelerados hacia su descomposición. Un gabinete que se tambalea ante los resquemores de una sociedad que nota que contradictorios actores dogmáticos ocupan espacios en lo que sugiere ser un orquestado plan para establecer una sociedad diferente, o en su defecto, destruir la existente. Lo más delicado es que bajo el sombrero del primer mandatario parecieran pulular cúmulos de planteamientos que van desde las reminiscencias de la dictadura de Velasco Alvarado, pasando por el fatídico recuerdo de Abimael Guzmán y su terrorista Sendero Luminoso y desembocando en la figura de Antauro Humala, para al final culminar en un discurso vacío, demagógico y en lo absoluto adaptado a la realidad de su país.
Como si no fuese suficiente, algunos miembros del entorno gubernamental se han dado a la tarea de querellarse. El primero fue Héctor Béjar, un polémico personaje que pese a su avanzada edad llegó a ocupar durante algunos días el Ministerio de Relaciones Exteriores. De militancia cerrada, controversial vida y radicalismo discursivo, el titular de la cancillería irrumpió violentamente contra gran parte de las líneas de política exterior de su país. Sin embargo, su ejercicio fue efímero cuando salieron a la palestra unas declaraciones anteriores a la llegada al cargo, en la que fustigaba a la armada y asomaba controversiales hipótesis sobre el terrorismo. Temeroso de que se le hiciera un voto de censura, o tal vez de que los radicales le increparan sus argumentos, terminó renunciando al cargo.
Las impertinencias de Béjar compiten con la actitud provocadora de Guido Bellido quien con un lenguaje poco atinado y una actitud de profundo mal gusto, ha salido a amenazar a los detractores de su gobierno y a señalar que él como primer ministro obtendría la confianza parlamentaria a su gabinete a como diera lugar. En la actitud ramplona que lo viene caracterizando, fue denunciado por una congresista de su país que comentó que ante una petición para solicitar unos espacios administrativos, Bellido le había recomendado que se casara y ante la respuesta de la sorprendida legisladora, que le recordó que era viuda, el personaje le respondió que solo faltaba que la violaran, comentario que ha generado, y con razón, repudio en gran parte de la sociedad.
Son solo dos muestras de una gestión en la que muchos de sus integrantes han dado de qué hablar por sus acciones en el pasado y en la que en el gabinete hay muy poca participación de las mujeres. Incluso, varios de los miembros del Congreso que votaron a favor de la confianza del gabinete, señalaron que lo hicieron por un sentido de gobernabilidad y no por muestra alguna de solidaridad o respaldo. Tal es la inestabilidad de la gestión del mandatario que hasta su desempeño protocolar se ha puesto en duda al cuestionarle hechos como no retirarse el sombrero cuando preside o hace acto de presencia en determinadas ceremonias y saludos.
Pareciera que no hay beneficio de la duda. Estamos en un momento de certezas en el que Castillo no es más que un personaje que llegó a la primera magistratura para cumplir la voluntad de algunos sujetos que tras bastidores mueven los hilos del poder. Todo parece indicar que no tendrá ningún carácter respondón ni se separará de sus mentores, pues su actitud deja en evidencia que es regido por un precario proceder y por generalidades, consignas y desplantes que marcan su comportamiento. De todas maneras, en el horizonte no se vislumbra una salida, por el contrario, la crisis del sistema parece seguir incrementándose, dejando nubarrones que hacen presagiar turbulencias que pueden retrotraer al país a etapas superadas hace mucho tiempo.
Luis Daniel Álvarez V.
Internacionalista UCV, Doctor en Ciencias Sociales. Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV
@luisdalvarezva