La pandemia del Covid-19 se ha convertido en un factor disruptivo, ha acelerado problemas estructurales, ha creado nuevos y las consecuencias en términos sociales resultan cada día más dramáticas, se está incrementando la pobreza, la situación se presenta más acuciante para los países en desarrollo. Está cambiando nuestra cotidianidad y también se aprecian las profundas repercusiones en el ámbito político y en la dinámica de la geopolítica internacional.
En el plano político, frente a la primera oleada del virus en el 2020, cuando se empezó a comprender su crecimiento exponencial y nivel de letalidad, la reacción natural fue el aislamiento de los países, la adopción de las rígidas concepciones de soberanía nacional y de seguridad, en algunos casos con matices militares.
Ante la incertidumbre y la complejidad, un ambiente de autoritarismo fue apareciendo en escena, con mayor rigor en los países con débiles instituciones democráticas. En el caso de los países con regímenes autoritarios, la pandemia ha servido para reforzar sus prácticas y agudizar la represión y la violación de los derechos humanos.
Resultó impactante, en un primer momento, observar como algunos países desarrollados, con solida institucionalidad democrática, apelaron a prácticas nacionalistas y de protección de sus mercados; en particular, en el comercio de productos sanitarios. Afortunadamente, la extraordinaria capacidad científica de nuestros tiempos, permitió un rápido el conocimiento del virus, su estructura y dinámica de funcionamiento, lo que ha conllevado la pronta adopción de protocolos para evitar o reducir su impacto.
En el contexto del desarrollo científico, aparece de inmediato el objetivo de lograr, al más corto plazo, las vacunas que puedan incrementar la capacidad inmunológica y reducir o eliminar el nivel de letalidad. Ahora bien, el panorama relativamente optimista se tiende a concentrar fundamentalmente en los países con mayor capacidad económica, que han logrado aprobar paquetes millonarios para atenuar los efectos económicos y sociales de la pandemia y, además, han logrado comprar, por adelantado, en pleno proceso de producción de las vacunas, cantidades que sobrepasan el número de sus habitantes.
Por el contrario, los países más vulnerables no pueden cumplir de forma estricta los protocolos de prevención, pues la pobreza se enfrenta ante el dilema del virus o el hambre; tampoco pueden sus gobiernos, muchos de ellos caracterizados por una profunda corrupción, adoptar programas millonarios de auxilio financiero; ni pueden comprar la cantidad de vacunas necesarias para su población.
Estamos conscientes que el coronavirus no es un virus contra los pobres, toda vez que el contagio no discrimina y nos puede afectar a todos, pero la respuesta sanitaria está resultando absolutamente asimétrica, inequitativa y perversa. Al ver los hechos, nos encontramos que el virus afecta con mayor rigor a los más vulnerables, que no tienen la capacidad para protegerse, ni los recursos para enfrentar clínicamente el problema.
Adicionalmente, no debemos olvidar que la mayoría de los países en desarrollo no cuentan con las condiciones sanitarias para enfrentar la dimensión letal de la pandemia, algunos de ellos han despilfarrado sus recursos o con una corrupción colosal, los han registrado en las cuentas personales de la camarilla en el poder.
Carlos Malamud y Rogelio Nuñez del Real Instituto Elcano (06/04/2021), resumen las graves consecuencias de la pandemia para nuestra región en los siguientes términos: “América Latina es una de las regiones del mundo más afectadas con la pandemia, con cerca de 23 millones de contagiados y más de 600.000 muertos a mediados de marzo de 2021. Con poco más del 8% de la población del planeta, tiene casi el 20% de los contagiados y casi el 30% de los muertos del mundo. Además, el virus ha provocado una fuerte contracción económica, con una caída media del PIB regional del 7,7%, el cierre de casi 3 millones de empresas y un fuerte incremento del desempleo, que afecta sobre todo a jóvenes y mujeres. Las consecuencias sociales de esta crisis suponen un retroceso de 12 años en los niveles de pobreza y de 20 en la pobreza extrema”
Ante las serias amenazas de la pandemia, la Unión Europea, en el marco del Consejo Europeo, logró aprobar en julio del 2020, un paquete de recuperación y el presupuesto para el periodo 2021-2027, orientado a la reconstrucción de Europa ante la pandemia, por un monto impresionante de 1.8 billones de euros. Con esta acertada decisión se logró superar la fase inicial se exacerbó el nacionalismo y se abrió espacio a las soluciones coordinadas y comunitarias; empero, no podemos dejar de resaltar que no se aprecia es la disposición para actuar frente a la complejidad global del problema.
En el caso de los Estados Unidos, superada la fase errática e irresponsable de Donald Trump, el Presidente Joe Biden ha concentrado gran parte de sus primeros días de gobierno ha enfrentar disciplinadamente la pandemia, tanto en sus consecuencias sociales, económicas; como sanitarias y ha logrado que el Congreso apruebe, el pasado mes de marzo, un plan de rescate de aproximadamente 1.9 billones de dólares. Una posición asertiva y efectiva del Presidente ante su país; empero, de nuevo nos preocupa la ausencia de la visión global para enfrentar la pandemia.
Adicionalmente, debemos destacar que, el sistema multilateral, con sus debilidades y limitaciones, ha logrado reaccionar efectivamente y se ha adoptado el programa Covax, para apoyar a los países más débiles en la contratación de vacunas; empero, las tendencias críticas en la región, que por lo general amenazan la estabilidad de la democracias, resaltan que los países ricos de occidentes se han concentrado en la solución de sus problemas y se han olvidado del resto del mundo.
Por otra parte, la reacción de la geopolítica del autoritaritarismo se presenta, en términos mediáticos, hábil y efectista. China, ante la crítica por su opacidad en los orígenes del virus y la investigación abierta en la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha reaccionado con agresividad, pero también con asertividad y ha desplegado, particularmente en los países en desarrollo, la llamada diplomacia de las mascarillas y de las vacunas, generando la imagen de un apoyo masivo para los más débiles.
China y en alguna medida Rusia, están capitalizando la grave crisis de la pandemia del Covid-19, para la expansión de sus proyectos autoritarios. Recordemos que en la región China se ha convertido en uno de los principales socios comerciales y un gran acreedor. Su modelo de expansión es asimétrico, depredador de nuestros recursos, discrecional y arbitrario; pero hábil, dinámico y oportuno. Cuando la región se siente sola frente a la pandemia, China despliega su diplomacia de apoyo en recursos sanitarios y una mayor acceso a la vacuna.
Occidente en general y, el Presidente Biden en particular, pareciera que están perdiendo esta oportunidad para promover un programa de apoyo a los países en desarrollo. No se trata que los Estados Unidos asuman unilateralmente las soluciones, pero el liderazgo para la adopción de un programa de apoyo a los países en desarrollo, al tenor del Plan Marshall que contribuyó eficientemente a la reconstrucción de Europa después de la II Guerra Mundial.
Para enfrentar efectivamente la pandemia se requiere de soluciones globales, la vacuna debe ser administrada a escala mundial, en consecuencia se requiere de millonarios recursos y gran capacidad de gerencia. Es un problema que reclama la participación de todos, en particular, de los organismos multilaterales, el sistema financiero, los países desarrollados; para enfrentar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y facilitar el acceso a las vacunas.
Joe Biden pareciera que está perdiendo una gran oportunidad en su deseo de retomar el liderazgo global y fortalecer el orden liberal basado en principios que privilegia las libertades, la democracia y los derechos humanos, de nuevo pareciera que la geopolítica del autoritarismo gana terreno con el manejo manipulador de la pandemia.
Por Félix Gerardo Arellano Porras
Internacionalista UCV, Ex Director y Profesor Titular de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV