Por Luis Daniel Álvarez V.
Los inicios de las novelas y cuentos, más que marcar el preámbulo de una historia, están llamados a cautivar al lector. La narración de la espera del coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento que nos hace Gabriel García Márquez en Cien años de soledad podría equipararse a esa visión enigmática de la llanura que comenta Gallegos cuando Doña Bárbara inicia mostrando que un bongo remonta el Arauca.
El magistral escritor peruano Mario Vargas Llosa en su novela Conversación en La Catedral no se queda atrás y en lo que será una historia de rencillas, disputas, terror y confabulaciones da el paso inicial preguntándose ¿En qué momento se había jodido el Perú? De esta manera nos adentra el Premio Nobel en una historia que es la de su país, pero que en realidad puede ser colocada como la descripción de todos los Estados de la región durante gran parte de su existencia.
Lo interesante del asunto es que el inicio de la novela publicada en 1969 deja abierta una interrogante que décadas después se sigue haciendo y que a la luz de los resultados que se perciben no tiene aún una respuesta. Esta semana, en medio de lo que sería una nueva oportunidad para destituir a través de los instrumentos legales a Pedro Castillo, el primer mandatario leyó un discurso adelantándose a lo que podía ser la decisión en contra y anuló el Congreso y las instancias judiciales.
El repudio no se hizo esperar y en cuestión de minutos el pintoresco mandatario se quedó solo, al punto que algunos parlamentarios que iban a votar contra su salida, al ver la maniobra intentada le dieron la espalda y decidieron aupar su destitución en una sesión del legislativo que siguió adelante desconociendo el dictamen del otrora presidente. Para poner colofón literario a este artículo, podemos señalar que un dejo de realismo mágico también apareció cuando los pocos defensores de Castillo empezaron a sembrar la idea de que el presidente había sido manipulado a través de una bebida y que no sabía lo que hacía.
Lamentablemente la misma clase política peruana es culpable de lo acaecido, pues habiendo podido desplazar constitucionalmente al mandatario, las rencillas internas y diferencias, aunado a una baja aceptación a los partidos, instituciones y dirigentes, mantuvieron como por inercia a Castillo en el cargo, permitiéndole asomar el absurdo de un autogolpe, con tal de mantenerse en el poder. La angustia peruana no pasa y si no se atienden las causas de la descomposición el país seguirá jodido, tal como lo escribió Vargas Llosa con su pregunta profética hace algunas décadas.
Luis Daniel Álvarez
Internacionalista UCV, Doctor en Ciencias Sociales. Profesor en la UCV y UCAB. Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Secretario General del CODEIV. Miembro del Grupo Avila
@luisdalvarezva
Excelente descripción de la lamentable situación que vive el Peru y varios otros países de la región. Con la ventaja para Peru de que todos esos episodios no logran descarrilar la economía.