Por Pedro Alexis Camacho
Es innegable que Venezuela pertenece a la tierra donde nace el sol, el Caribe, “donde las verdes palmeras se mecen airosas al soplo del mar”, como lo recuerda el arte boleristico de las Antillas. Somos parte de esa melodía. Nos identificamos con sus boleros, baladas, sones y danzones. Nos llama la atención el calipso y el reggae. Nos atrae el merengue, la salsa y la bachata. Estamos inmersos en esa zona multicultural y plurilinguistica cuyos países integrantes hoy en día están agrupados en lo que se ha denominado el Gran Caribe. Con los países hispanoparlantes, obviamente, la relación ha sido más fluida por razones de naturaleza cultural y por el hecho de hablar un idioma común. En los países y territorios no hispanoparlantes, particularmente, las Islas-naciones y territorios, su historia, clima y topografía ejercen una influencia notable en la manera de ser de sus pobladores y por ende en su actividad cotidiana. La intransmisibilidad de la prisa es un principio que se ejerce en el sentido estricto de la frase. La premura no tiene cabida en su vocabulario por lo que el sentido de la temporalidad no es muy preciso. Su vínculo con Venezuela por este y otros factores que más adelante se enunciarán, brotó con mayor dificultad y requirió más tiempo para ser digerido. Los diferentes gobiernos democráticos que llevaron las riendas del país durante el periodo señalado en el epígrafe, reconocieron al Gran Caribe, como una zona geoestratégica y orientaron su interés hacia la región caribeña. El resurgimiento de nuevas naciones como consecuencia del proceso de descolonización llevado a cabo en Naciones Unidas exigió de Venezuela la elaboración de un nuevo concepto de sus relaciones con sus vecinos y la necesidad de desarrollar una activa política de acercamiento y cooperación con esa área. Este escrito, en forma de preguntas y respuestas, recoge posiciones, esfuerzos, iniciativas que los diferentes gobiernos en la etapa referida llevaron a cabo, así como las carencias y dificultades que fueron tratando de allanar. Se plasman asimismo recomendaciones que en el transcurso de estos periodos constitucionales se fueron manejando. No es un análisis exhaustivo de todas las acciones que se intentaron poner en práctica en esa área, pero sí una aproximación haciendo énfasis en mi experiencia vivencial de varios años. Desde el inicio de la era democrática venezolana, el espacio antillano, como lo llaman las olas del mar que lo bañan, olvidado por algunos, recordado por otros y desconocido por unos cuantos, comienza a ganar vitalidad en el día a día de la política venezolana. La importancia de la zona se fue traduciendo en hechos y los gobiernos venezolanos empiezan a percatarse que, más allá de ser Venezuela un país suramericano, por esa área transita un volumen alto del comercio exterior venezolano y que en más de 2000 kilómetros de costa se concentra la mayor densidad poblacional del país. La voluntad política estuvo presente en el desarrollo de las relaciones con la cuenca del Caribe en sintonía con los objetivos estratégicos venezolanos y en consonancia con los recursos asignados para tal fin. Mi percepción es que Venezuela se orientó por la senda adecuada. Su fachada caribeña con “su verde esmeralda que brota del mar” como rasgo determinante de su fisonomía, pasó a ser uno de los frentes de la política exterior venezolana. La mirada hacia el Caribe se percibió como la regionalización de la cooperación Sur-Sur, peldaño previo para su inserción en una relación horizontal a nivel internacional de mayor envergadura. Para tal empresa, se fue marcando el paso hacia un genuino interés en el futuro de esa zona, a conocer a fondo sus problemas y a brindarle nuestra cooperación para contribuir a solucionarlos; subrayar lo que nos acerca, respetar las diferencias y trabajar para limar los inconvenientes. ¿Qué nos ha acercado? Muy tempranamente Venezuela se percató que nos vincula no solo el espacio geográfico y una historia compartida, sino el sistema democrático que impera en la gran mayoría de los países integrantes de la cuenca del Caribe. Nos han unido razones de seguridad y defensa, muchos anhelos comunes y aspiraciones respecto a la solución de grandes problemas socio-económicos. El espacio insular de la República comprende islas, como Margarita, enclavada frente al mar de la virgen bonita, islotes, cayos y bancos situados dentro del mar territorial o dentro de los límites de nuestra zona económica exclusiva. De tal manera que Venezuela limita por el norte con esa inmensa gama de países que conforman un “melting pot” de razas constituido por el caribe insular y naciones continentales con raices histórico-culturales disímiles que se palpan en sus costumbres, razas y religiones, motivo por el cual, los gobiernos entre los años 1958 y 1998, acompasaron sus posiciones para afinar programas de cooperación de una manera regular y sistemática en diferentes sectores con el solo propósito de formar parte en el devenir de ese entorno multifacético. ¿Qué nos ha separado? Con los países hispanoparlantes mas es lo que nos ha acercado que lo que nos ha distanciado. A inicios de la instauración de la etapa democrática, Venezuela experimentó intervenciones de República Dominicana y Cuba en sus asuntos internos que lastimaron su soberanía y amenazaron su seguridad nacional, deplorables circunstancias que fueron sorteadas satisfactoriamente. Por los años 80, Centroamérica atravesó convulsiones internas con implicaciones internacionales derivadas de intereses encontrados en el conflicto Este-Oeste en cuyo contexto los gobiernos venezolanos en el marco del Grupo Contadora establecido en 1983, participaron activamente para contribuir con los procesos de paz y en la promoción del sistema democrático de la subregión. Respecto a los países no hispanoparlantes, la falta de contacto generó un desconocimiento mutuo que condujo a una animadversión hacia Venezuela por lo que la noción que en una época se tuvo fue la de una nación con ambiciones imperialistas y pretensiones territoriales en el caribe anglofono. Cambiar esa imagen de Venezuela ha sido un trabajo arduo. Por otra parte, los países de habla inglesa, dirigen el grueso de su política exterior hacia otras partes del mundo por razones de origen histórico-cultural. Muchos de sus productos ingresan exentos de gravámenes en la Unión Europea por su condición de países ACP, es decir, Asia, Caribe y Pacífico. Por el hecho mismo de ser ex colonias, sus metas culturales, políticas y económicas han sido distintas a las de Venezuela. Además son países de pequeñas dimensiones y por lo tanto más vulnerables por lo que dependen más de los centros de poder. Todo ello se ha traducido a que en ocasiones asumieran enfoques y soluciones a veces contrapuestos a posiciones venezolanas sobre algunos temas regionales e internacionales. La zona en reclamación con Guyana, la situación de Isla de Aves, el conato de golpe de estado y los incidentes pesqueros con Trinidad y Tobago, entre otros, han sido notas discordantes que se fueron afinando por la vía diplomática durante el espacio de tiempo indicado y, evitar de esa manera, se perturbaran los vínculos amistosos que han existido entre Venezuela y el área angloparlante caribeña. ¿Cuál ha sido la actitud de Venezuela? En el lapso en referencia, con los países de habla hispana, se suscribió un número importante de acuerdos e instrumentos de diversa naturaleza. Se creó el Grupo Contadora conjuntamente con Colombia, Panamá y México; se suscribieron acuerdos comerciales de alcance parcial con los países centroamericanos y se procedió a la firma de un acuerdo con Colombia en 1993 de Libre Comercio con Centroamérica. En 1980 se firmó El Acuerdo de San José con México sobre cooperación energética que incluía a Barbados, Jamaica y Haití. En los países y territorios no hispanoparlantes se establecieron representaciones diplomáticas en todos los países miembros de la Comunidad Caribeña (CARICOM), y consulados en algunos territorios insulares. Se crearon en 1985 los Institutos Venezolanos para la Cultura y la Cooperación (IVCC) para la enseñanza del idioma español y promover la cultura venezolana. Venezuela procedió a suscribir tratados de delimitación de áreas marinas y submarinas con algunos países. Se creó el Programa de Cooperación con el Caribe (PROCA) bajo la egida del MRE y con las Antillas Neerlandesas y Aruba se firmo en 1985 un mecanismo de consulta cuatripartito que incluía a Países Bajos. Con CARICOM, se fortalecieron lazos de cooperación (Banco de Desarrollo del Caribe, el Acuerdo de comercio e inversión suscrito en 1993). Se procedió al lanzamiento de la Asociación de Estados del Caribe en 1994 que cuenta en la actualidad con 31 países miembros. También en 1993, el Grupo de los Tres, integrado Colombia, Mexico y Venezuela suscribió un acuerdo con CARICOM y Suriname cuya meta habría sido erigir una área de libre comercio en una zona de una población estimada de 150 millones de habitantes e integrada por 17 países. Respecto a Haiti, Venezuela canalizó gran parte de su política de cooperación a través de ”Los países amigos de Haití”. ¿Qué es lo positivo y qué lo negativo? Lo positivo es que Venezuela pudo ir incursionando el área caribeña sin destemplar su cadencia, al contrario, fue amoldando su entonación al compás del ondeo de sus aguas coronadas de blancura. Su presencia física e institucional en la Asociación de Estados del Caribe se tradujo en proyectos y programas bilaterales y multilaterales en diferentes sectores del Gran Caribe y se reforzó con visitas de mandatarios y autoridades. Los mecanismos comerciales y el Acuerdo de San José cosecharon frutos en benéfico de ambas partes. Al respecto, se inició el estudio sobre la posibilidad de ampliar el alcance del Acuerdo a otros países del área o establecer algún mecanismo similar con o sin la participación de Mexico.Lo negativo es que esta energía no siempre se correspondía con los recursos financieros y materiales que se disponía. Los planteamientos reflejados en declaraciones o comunicados conjuntos o, incluso, en instrumentos bilaterales, pese al esfuerzo puesto por el Ministerio de Relaciones Exteriores, a veces se diluían en trámites burocráticos de otras instituciones que intervenían y se convertían en obstáculos para el seguimiento que deberían hacer nuestras misiones diplomáticas y consulares. Los sectores comercio, trasporte y turismo, tres elementos que conforman un triángulo fundamental en el desarrollo de la zona, no cristalizaron debidamente. ¿Cómo pudimos haber tenido una mayor y mejor participación ? Se hubiesen alcanzado mayores objetivos mediante una conducta política mejor coordinada y sostenida en el tiempo. La Cancillería en ocasiones logró jugar el rol coordinador, supervisor y ejecutor de las actividades de cooperación hacia esa zona pero no siempre fue así. Se llegó al convencimiento de que algunas actividades de cooperación e instrumentos comerciales podrían permanecer, fusionarse, actualizarse o reestructurarse e incluso, eliminarse. Se echaron las bases para una reorientación de los recursos de manera de estimular al sector privado a tener una mayor participación en los planes de cooperación, poniendo el acento en el nivel de desarrollo de cada nación receptora, así como evitar las dádivas en lo posible e imponer la norma del quid pro quo a rajatabla. La reactivación de iniciativas de cooperación en el campo de la capacitación de recursos humanos caribeños y los intercambios en distintas ramas culturales, pasarían a constituir materia relevante. Al respecto, se habían iniciado los estudios para la creación de una Universidad del Caribe con iniciativas de complementación con la Universidad de las Indias Occidentales con el objeto de evitar una duplicación de esfuerzos. ¿Cómo garantizar un clima político de cooperación y estabilidad Venezuela en la etapa bajo análisis, mostró un genuino y permanente interés para encarar las dificultades que atravesaban los países caribeños al facilitar sus experiencias, buscar con ellos soluciones y demostrar seriedad y continuidad en la relación con esta caleidoscópica zona, independientemente de las posiciones ideológicas y de los sistemas políticos de las naciones receptoras de la cooperación. El petróleo se convertiría en la punta de lanza para lograr una mayor estabilidad en la zona. Una participación de las pequeñas y medianas empresas venezolanas pudieron observar un incremento en el comercio. En este sentido, la Cancillería aconsejaba la exploración del mercado caribeño en forma de empresas conjuntas, con participación de socios caribeños locales. El acuerdo comercial sobre comercio e inversión entre Venezuela y CARICOM, se convertiría en el medio idóneo para identificar acciones comerciales o joint Ventures. En la misma línea de acción, Venezuela propuso en el marco de la Asociación de Estados del Caribe establecer rondas de negocios con el propósito de estudiar posibilidades conjuntas. ¿Dónde estaban las principales amenazas? Durante el ciclo aludido, en los países hispanoparlantes cualquier complicación que hubiera podido entorpecer las relaciones por difícil que hubiese sido, se resolvía satisfactoriamente a través de los canales diplomáticos. Algunas etapas fueron complicadas por los espasmos políticos que azotaron a algunos países centroamericanos. Sin embargo, Venezuela siempre asomó buena disposición para coadyuvar a mantener la paz en el área. Respecto al Caribe no hispanoparlante o, para ser más precisos, el angloparlante, el panorama ha sido diferente. En relación a la controversia territorial con Guyana, todo marchaba bien con el caribe anglófono si los nexos con el vecino país iban por buen camino. CARICOM siempre le ha puesto la lupa al estado por el que atraviesan las relaciones entre los dos países y, en algunos casos, se ha pronunciado con enojo al tener un indicio, aunque sea infundado, sobre alguna “postura ventajista” de parte de Venezuela. No obstante, en la etapa contemplada, si bien surgieron acordes desentonados y tolvaneras, los nexos entre los dos países se fundamentaron en el diálogo y la cooperación para buscar una solución práctica y pacífica. Los gobiernos venezolanos se percataron que cualquier expresión o frase de alguna autoridad de un país respecto del otro en relación al territorio en reclamación, por insignificante que fuera, podia empañar la transparencia de las relaciones y producir un impacto emocional desfavorable en la opinión pública. Algo similar, pero en menor grado, sucedía con algún incidente pesquero con Trinidad y Tobago o alguna situación en la cual Isla de Aves pudiera ser protagonista. A estos temas CARICOM les ha seguido la pista y puede activar una suerte de mecanismo automático a favor de alguno de sus socios afectado, incluso a veces el organismo ha tratado de multilateralizar el inconveniente al plantear un problema en su seno que normalmente se ha resuelto mediante la aplicación de instrumentos bilaterales. En todo caso, la actitud venezolana en los 40 años que nos ocupan, abrió caminos diplomáticos que, de lo contrario, las armónicas relaciones entre ambas partes se habrían agrietado. ¿Dónde ha sido exitosa nuestra política hacia el Caribe? Si pudiéramos hacer una suma algebraica de las fortalezas y debilidades de la política exterior venezolana entre los años 58 y 98 hacia ese territorio cuyas aguas son salpicadas por el níveo plumaje de su ondulación atlántica, el balance habría resultado positivo y prueba de esta aseveración es la creación por el Estado venezolano de la Dirección de Cooperación con el Caribe y Centroamérica en el Ministerio de Relaciones Exteriores y del interés traducido en hechos tangibles que los diferentes gobiernos venezolanos en los 40 años le otorgaron al área. Venezuela a principios de los 90 mostró su empeño en participar en las reuniones de CARICOM, sin embargo, el organismo no hizo un pronunciamiento claro sobre el particular, como era de esperarse. La cuidadosa diligencia venezolana en esencia perseguía incitar a los vecinos caribeños anglofonos a constituir una unidad práctica, amplia y funcional sin violentar la identidad y soberanía de los actores involucrados, iniciativa que provocó a que un grupo de educadores y estadistas caribeños elaboraran el informe “Time for Action” que sirvió de base para la creación de la Asociación de Estados del Caribe. De esta manera, se fueron eliminando baches en la vía y se le dio una respuesta inteligente al planteamiento venezolano cuyo único objetivo no era otro sino el de expresar sin ambages la significación que Venezuela, como país geográfica e históricamente caribeño, le otorgaba a la necesidad de participar más activamente en los procesos de decisión que de mil maneras han tenido que ver con la cuenca del Caribe. ¿Dónde hemos fallado? A veces se falló por falta de recursos, por descoordinación, por incumplimiento de compromisos, por sectores que tildaban el area de insignificante desde el punto de vista comercial. Venezuela, como se hubiese deseado, no pudo expandir más sus actividades hacia el Caribe desde el punto de vista económico-comercial, siendo este su mercado natural. El petróleo debió actuar como punta de lanza para incursionar con inteligencia en el terreno económico y comercial. Se debió emprender una tarea de concientizacion nacional con el propósito de inculcar que el interés geopolítico era tan importante como los objetivos lucrativos. Difícil fue combinar una presencia proactiva de los sectores públicos y privados. Nuestra frontera marítima aún sigue medio abierta. Se desplegaron esfuerzos para cerrarla pero lamentablemente fueron infructuosos. El Caribe Oriental sabe de la aspiración venezolana. El Primer Ministro de Dominica, Edison James, en un encuentro oficial con el Presidente Rafael Caldera, en 1998, dio señales de reiniciar las conversaciones bilaterales acerca de la delimitación, pero otros temas predominaron. Venezuela debería insistir de nuevo pero con firmeza y propuestas claras. A veces parecería que se tocó de oído sin realizar los estudios necesarios que requiere el tratamiento de un área de interminable cornucopia de colores, sonidos, credos y prácticas mágicas o supersticiosas. Comentario final. En esa extensión territorial denominada Gran Caribe, bañada por el océano de clara espuma y su caravana de gaviotas de blancas plumas, como lo asoma la balada quisqueyana, Venezuela convirtió su estrategia en un plan de estado orientado hacia la acción a pesar de la partitura política de cada gobierno. Sus representantes se dieron cuenta durante esos cuarenta años, que quien actúa sin entendimiento puede hacer sonar el instrumento pero no que suene bien. De tal manera que con tropiezos y rectificaciones, fue mejorando y ampliándose la política hacia esa porción de tierra con sus ondas marinas que semejan un encaje similar a un hermoso collar de perlas finas, parafraseando una composición venezolana. La tendencia política de algún gobierno no fue óbice para que el tema caribeño formara parte de un programa de largo alcance ya que siempre se le caracterizó de alto valor estratégico que respondía a un objetivo nacional y no a una política del gobierno de turno. Se evitó caer en planteamientos populistas o manchados de intereses ocultos o personales que no tenían nada que ver con un proyecto de carácter estrictamente subregional. En otras palabras, se trató de pasar por alto un condicionamiento de la cooperación a cambio de apoyo a una posición venezolana o votos por una candidatura del país en organismos internacionales. Las representaciones diplomáticas y consulares, los IVCC, los diferentes mecanismos comerciales y de cooperación suscritos jugaron un papel esencial. Respecto al petróleo, si bien se reconoció que las facturas petroleras de muchas de las Islas-Naciones caribeñas eran pequeñas, a la vez, no eran desdeñables. El nombre de Venezuela habría sido repotenciado aún más si se hubiera establecido una relación basada en el aprovisionamiento del estratégico bien con el soporte económico y comercial del sector privado. Los mecanismos de consulta y coordinación, desvinculados de excesos ideológicos, contribuyeron a lograr un mayor flujo de información y contacto con el objetivo de crear nexos de diversa índole más concretos. Las actividades de cooperación con que cuenta Venezuela se revisaban con frecuencia según las nuevas realidades, al tratar en la medida de lo posible, de interactuar con mayor énfasis en un área policromática a la cual Venezuela pertenece y que tanta atención merece. Con los países miembros del Caribe Oriental, en relación a la negociación y suscripción de un acuerdo de delimitación de áreas marinas y submarinas, partiendo de Isla de Aves y, por ende, de Dominica, la isla-nación más cercana a Isla de Aves, se estudió la viabilidad de llevar a la práctica un programa multidisciplinario de cooperación que presentaría Venezuela sobre la base de las necesidades de cooperación de todas las islas-naciones del caribe Oriental. En otras palabras, la fijación de los linderos marítimos no debía constituir un grillete que pudiera estorbar los movimientos de acercamientos entre ambas partes. No se pretendía recibir todo a cambio de nada. Por el contrario, la delimitación, inexorablemente, debía generar dividendos sustanciales en varios sectores en la búsqueda de configurar un marco legal internacional que permitiera la puesta en práctica del programa de cooperación y aplicar en “stricto sensu” el principio de reciprocidad que debe privar en toda acción diplomática. Durante la etapa en cuestión, se inició el estudio acerca de la posibilidad de reducción o concurrencias de embajadas y consulados. Se examinó el binomio presencia y acción. La presencia es relevante siempre y cuando la acción no esté ausente. Lamentablemente la presencia venezolana no siempre fue aparejada con el apoyo institucional de Caracas. A veces cuando se trató de ejecutar un acuerdo suscrito, aún estando bajo la coordinación directa de la Cancillería, los diferentes sectores públicos y/o privados involucrados en su implementación actuaban de manera dispersa y, en consecuencia, se convertían en factores perturbadores de las actividades de las embajadas al quedar estas aisladas o desvinculadas sin lineamientos firmes. No obstante, la actitud venezolana frente al Gran Caribe durante los 40 años de vida constitucional identificados en el título de este escrito, siempre fue cautelosa y firme a la vez. Se actuó con aplomo y sin perder los estribos. En conocimiento de que el caribeño es sensible y en ocasiones observa al venezolano con recelo, Venezuela supo bailar al paso del Caribe y de sus cantares con “el vaivén de las olas que vienen y van”, moverse con la cadencia del instrumento de percusión “steel pan”, oír cómo suena la clave, escuchar como vibra el bongó y acompañar con las maracas al ritmo del son y del danzón. | |
Pedro Alexis Camacho
Diplomático venezolano con un ejercicio de 30 años en la carrera (1972-2002). Alcanzó el rango de Embajador y su último cargo fue Director General Sectorial de Economía y Cooperación Internacional.
Un trabajo completo, muy didactico y lleno de historia. Digno del Embajador Pedro Camacho.