Las pavorosas imágenes que se transmitieron hace algunos días desde Iquique, Chile, en contra de grupos de migrantes venezolanos, se han tornado cada vez más recurrentes. Mientras las escazas pertenencias de los migrantes ardían en hogueras azuzadas por la saña y el reconcomio, circulaba por las redes un mensaje atribuido a un candidato peruano que con exagerada teatralidad amenazaba con actuar contra los venezolanos, envenenado sus palabras con epítetos, falsedades y hostilidad. Todo ello se une a las funestas declaraciones de la alcaldesa de Bogotá que, en los aprietos en los que se mete, no encuentra otra carta de salida que exacerbar la xenofobia, queriendo ocultar con la supuesta culpabilidad de los venezolanos, sus torpezas y desatinos.
Ante los abusos que se cometen contra los venezolanos en el exterior vemos un cada vez mas disminuido servicio exterior venezolano, sumido es una especie de estado catatónico. El drama migratorio venezolano es alarmante y se equipara a las funestas realidades de Siria y el África subsahariana. Improvisadas embarcaciones rumbo a las Antillas, caminatas riesgosas para llegar a Colombia, Brasil o Guyana –bien sea para quedarse allí o seguir a otros destinos- y largos periplos en autobús o caminando, son el escape que encuentran muchos para tratar de conseguir en otras latitudes las condiciones mínimas para vivir y tratar de ayudar a sus familias, mientras la región habla bonito, pero pone trabas para cualquier inserción migratoria plena.
El gran inconveniente es que la comunidad internacional y los analistas solo están observando el asunto concreto del impacto que tiene la llegada de migrantes a sus regiones, sin entender que el problema radica en las causas que provocan dicho éxodo. Mientras en Venezuela se mantenga un régimen que recurre al empobrecimiento de la población como mecanismo para someterla, utilizando la represión, a la censura y al terror para mantenerse en el poder, atornillado además por unos poderes mal constituidos que no permiten la institucionalidad necesaria, la salida de ciudadanos se seguirá incrementando ante la mirada indiferente de quienes usurpan el mando, que a la larga, parecieran actuar con interés de que se marchen los individuos, para de esta manera tener que atender menos población y también para atestar los servicios de naciones cercanas, buscando que internamente se generen caos y desorden contra las administraciones de dichos Estados.
Toca a la comunidad internacional seguir presionando para una salida rápida y lo menos traumática posible a la crisis que afronta Venezuela, De lo contrario continuara siendo imposible evitar que los venezolanos continúen huyendo de su trágica realidad. Los enseres ardiendo de los venezolanos en Iquique, es la evidencia de que si el problema no se atiende, experiencias humanitarias como las del Medio Oriente, la antigua Yugoslavia o África, serán cada vez menos lejanas. Lo fundamental pasa por entender que si no cambia, para bien, la situación interna de Venezuela, las cumbres internacionales, los recursos de la cooperación internacional y las declaraciones, no serán más que sentidos deseos y cosméticos exhortos.
Un análisis claro, preciso y contundente de la situación de los migrantes venezolanos, en países del Continente. La migración su origen, razón y consecuencias.