El tema de la apertura comercial y la integración económica, no obstante las contradicciones y dificultades que ha enfrentado en varias décadas, se mantiene como una de las prioridades en la agenda internacional en el mundo global. Con el inicio de la pandemia del covid-19, se presentaron tendencias nacionalistas y proteccionistas que vislumbraron tiempos complejos para la apertura comercial; empero, finalizado el 2020, el panorama se proyecta paradójico, pero interesante, con potenciales oportunidades para la región, si los gobiernos asumen con responsabilidad los compromisos pendientes en la agenda desde hace varios años.
Conviene recordar brevemente que la década de los ochenta del siglo pasado fue calificada como fase perdida de la integración económica, se contaba con varios proyectos: ALALC, ALADI, Grupo Andino, Mercado Centro Americano, etc.; muchos discursos, pero muy pocos avances. Luego, desde los noventa se inicia un proceso de avances interesante, con la suscripción de múltiples acuerdos de libre comercio, varios de ellos suscritos en el marco de la ALADI.
También se desarrolla una interesante transformación de la agenda de negociación, incorporando a los temas clásicos de bienes, los llamados nuevos temas que abarcan: servicios, inversiones, propiedad intelectual, compras públicas; con el tiempo se han incorporado los temas ecológicos, laborales y sociales vinculados al comercio.
Estados Unidos ha jugado un papel importantes en tales cambios, esa fue la agenda que utilizó, tanto en las negociaciones que concluyeron con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC, 1994) con Canadá y México; como en la Ronda Uruguay del viejo GATT, que culmina con la firma de los acuerdos de Marrakech y la creación de la Organización Mundial del Comercio (0MC, 1995).
Por otra parte, progresivamente se fue conformando una tendencia de cuestionamiento radical, que aprovechó algunas de las debilidades de la fase de crecimiento liberal de la apertura comercial y la integración económica, como la deficiente participación social y la poca atención por la equidad frente a los más débiles y perdedores; pero, menospreciando los avances alcanzados, entre otros, en la generación de empleos, atracción de inversiones, mejoras en productividad y bienestar social.
La crisis financiera del 2008 representó otro hito en el cuestionamiento de la hiperglobalización económica y, en consecuencia, la apertura comercial y la integración económica. En buena medida se asumió que la apertura comercial contribuía directamente en la generación de las contradicciones de la globalización, lo que estimuló otro movimiento también critico desde la perspectiva liberal conservadora, que retomó las banderas del nacionalismo, la soberanía absoluta, la exclusión, la xenofobia y la satanización de la apertura comercial.
La visión crítica radical fue promovida en la región, entre otros, por el partido de los trabajadores en Brasil, el movimiento bolivariano en Venezuela y el Foro de San Pablo a escala regional. Esta nueva tendencia, definida como fase postliberal de la integración regional, logró un importante respaldo cuando varios gobiernos críticos, populistas y radicales asumen el poder en la región y adoptan nuevos proyectos como la ALBA, la UNASUR y la CELAC. Se paraliza el proceso de apertura comercial, pero no se superan las debilidades, ni se avanza ni en el fortalecimiento de la integración, todo lo contrario, nos encontramos con una región más fragmentada, desintegrada y con mayores niveles de pobreza y exclusión.
La situación de la UNASUR, ilustra claramente sobre el fracaso del proyecto postliberal. Creada en el 2008 como una transformación de la Comunidad Suramericana de Naciones por doce países de la región, entró en vigencia en el 2011 y para agosto del 2018 Colombia anunció su retiro, posteriormente, en marzo del 2019 se retirar el gobierno de Ecuador, país sede de la organización y unos meses después informaron su retiro Argentina, Brasil, Chile y Paraguay. Por otra parte, luego que el expresidente Ernesto Samper culminó su periodo como Secretario General (2014-2017), por las serias diferencias entre los países miembros no ha sido posible designar un nuevo Secretario.
Pero la situación es más compleja, toda vez que en la perspectiva liberal también se va conformando una tendencia crítica conservadora, que cuestiona la globalización y la integración económica; fortaleciendo el nacionalismo, la visión rígida de la soberanía, la exclusión, el proteccionismo comercial y la xenofobia. Dicha tendencia se vincula en Europa con el euroescepticismo, que logra su máxima expresión con el Brexit, el retiro del Reino Unido de la UE. En el caso de Estados Unidos destaca el discurso nacionalista y las prácticas proteccionistas de Donald Trump.
La decisión del Reino Unido de retirarse de la integración europea, a la que ingreso tardíamente en el año 1973, y desde su incorporación mantuvo una actitud crítica, es así como para el año 1975 ya convocó a un referéndum consultivo para definir su presencia en el proceso, definición que finalmente se adoptó en el año 2016, cuando otro nuevo referéndum consultivo, arrojó un 52% a favor del retiro de la Unión Europea, proceso, que luego de unas complejas negociaciones, ha concluido al finalizar el 2020.
Todo indica que el nacionalismo y el euroescepticismo se están incorporando como temas permanente en la agenda de algunos partidos conservadores en varios países miembros de la UE. En tal sentido, no debería sorprendernos que la equivocada estrategia del retiro del bloque europeo se convierta en una bandera de manipulación política e ideológica.
Otra expresión del pensamiento conservador crítico de la apertura comercial y la integración económica ha sido Donald Trump en los Estados Unidos. Conviene recordar que en la campaña electoral para llegar a la presidencia, desarrolló una narrativa que vinculaba directamente la apertura comercial con los problemas sociales que enfrentaba el país, desconociendo los problemas estructurales de productividad y competitividad que viene arrastrando Estados Unidos; pero además menospreciando las bondades de la apertura comercial.
Fundamentado en el discurso crítico al asumir la presidencia de los Estados Unidos, en sus primeras decisiones se retiró de las negociaciones del acuerdo transatlántico con la Unión Europea, se retiró del acuerdo transpacífico ya concluido con varios países de Asia, que por razones geopolíticas expresamente excluía a China; también promovió la revisión del acuerdo de libre comercio suscrito con Canadá y México en el año 2004 y ha mantenido una agresiva postura contra la Organización Mundial del Comercio (OMC), que ha logrado paralizar el órgano de apelaciones en el mecanismo de solución de diferencias y, en gran medida, mantener en estancamiento las negociaciones de la Ronda Doha que iniciaron en el año 2001.
Al llegar la pandemia del covid-19, ya avanzaba la atmosfera de escepticismo frente a la globalización y la apertura comercial; en tal ambiente, y con las incertidumbre que genera la expansión del virus, se incrementan las posturas nacionalistas, la visión rígida de la soberanía y de la seguridad (alimentaria, sanitaria, etc.) y el proteccionismo comercial. Todo hacía pensar que iniciaba una nueva fase de retrocesos para la apertura comercial y la integración económica; incluyendo la revisión de las cadenas globales de valor y el papel de China como fabrica del mundo híper globalizado; empero, los últimos meses han evidenciado cambios interesantes que fortalecen la apertura comercial y abren potenciales oportunidades a la integración económica.
Ahora bien, en un contexto poco alentador para la apertura comercial y la integración económica, finalizando el 2020, nos encontramos con algunas señales esperanzadoras. Por una parte, en los medios de comunicación ha dedicado especial atención al hecho que finalmente se ha logrado un acuerdo para el retiro definitivo del Reino Unido de la Unión Europea; también destacan los acuerdos comerciales que aceleradamente está negociando (Japón, México, Colombia, etc.) para garantiza las condiciones comerciales que existían siendo miembro de la UE. Todos esos avances son positivos, pero no representan mayor innovación, simplemente son el resultado de un retiro caprichoso de la integración.
Otros hechos más relevantes en materia de apertura comercial e integración económica podemos destacar en la fase final del 2020; al respecto cabe destacar: i) la firma del Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en ingles), uno de los acuerdos comerciales más importantes del mundo en términos de corrientes de comercio, suscrito por quince países, diez de ellos miembros de la ASEAN a los que se han sumado: Australia, China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelandia (15/11/2020); ii) la firma de un impactante acuerdo económico y de inversiones entre la Unión Europea y China (29/12/20); iii) también destaca la entrada en vigencia del Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA, siglas en inglés) la zona de libre comercio más grande del mundo por el número de miembros, 44 países de la Unión Africana; iv) como un precedente significativo para la región, destaca la firma de una primera fase de un acuerdo de libre comercio entre Ecuador y Estados Unidos (08/12/20); v) también conviene señalar que en la reciente Cumbre semestral de Jefes de Estado del Mercosur (15/12/20) se ha reiterado el interés de avanzar en la inserción del bloque en la economía mundial.
Por otra parte, la potencial revisión de la globalización y, en particular de las cadenas globales de valor a escala mundial, puede generar oportunidades para escenarios más limitados como la integración regional, que cuenta con herramientas importantes como: los programa de liberación, las normas de origen y los mecanismos de solución de diferencias, pero resulta fundamental la voluntad política para avanzar en los cambios estructurales que requieren los procesos de integración en la región.
Por Félix Gerardo Arellano Porras
Internacionalista UCV, Ex Director y Profesor Titular de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV