Oscar Hernández Bernalette

La Vigencia del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA)

Oscar Hernández Bernalette Las organizaciones   internacionales, al igual que los cuerpos vivos, sufren trasformaciones a lo largo del tiempo y del espacio. Su vigencia y su capacidad de contribuir con los objetivos fundacionales depende en gran medida de su capacidad de adaptación ante los nuevos retos y a la vigencia de los mandatos originales que le dieron sentido en un momento determinado. Siempre es un ejercicio importante evaluar la vigencia de las organizaciones a luz de contribución que pueden dar independientemente de su vocación o naturaleza. No dejan de haber escépticos que afirman que muchos OI han dejado de ser eficientes y poco contribuyen a objetivos originarios, pensemos por ejemplo en las naciones unidas (ONU) cuyo mandato fue el de preservar a paz luego de la terrible experiencia que vivió el planeta durante la segunda guerra mundial. Sin embargo, el inventario de sucesos bélicos que han originado y aún se mantienen a pesar de las Naciones Unidas generan dudas sobre su capacidad, pero, por el contrario, se nos olvida preguntar precisamente, ¿cuántos conflictos se han reducido a su mínima expresión gracias a la actuación de los mecanismos de mantenimiento y de preservación de la Paz con que cuenta la organización? . A lo largo del tiempo y no sin sus respectivas deficiencias y dificultades el propio sistema de Naciones Unidas ha logrado impulsar extraordinarios programas, que sin bien muchas veces no logran los objetivos esperados debido a razones exógenas, nos dan garantía de un mundo con mayores opciones para superar muchas de las dificultades del planeta. Pocos ponen en duda la importancia del multilateralismo como la herramienta para   buscar equilibrar todas las visiones, aspiraciones, encuentro de culturas en la búsqueda permanente de frenar las tendencias perversas del planeta, sean estas bélicas, políticas sociales y/o económicas a las que la humanidad está permanentemente sometida, por ello y en el caso de interés de la presente nota, evaluar la vigencia del SELA en la actual coyuntura regional (2022) y a la luz de las    dificultades que atraviesa la región especialmente a raíz de la pandemia (COVID19) considero es una buena oportunidad para enfrentar los retos por delante y la capacidad del organismo de contribuir al desarrollo de la región. El leit motive   desde la creación del SELA ha estado dirigido a promover un sistema de consulta y coordinación para concertar posiciones y estrategias comunes de América Latina y el Caribe, en materia económica, ante países o grupos de naciones, foros y organismos internacionales e impulsar la cooperación y la integración entre países de América Latina y el Caribe. Como le decíamos en anterior entrega, no hay quien dude de que el SELA al igual que otros organismos regionales necesitan ajustarse a los nuevos retos. Hay que evitar el solapamiento   o la duplicación de mandatos que muchas veces se repiten por lo parecido de la naturaleza entre los organismos.  Cuando los países de ALC se reunieron para crear   este sistema regional partían del principio que era necesario establecer un mecanismo permanente de cooperación económica y social intrarregional, de consulta y coordinación de las posiciones de América Latina, tanto en los organismos internacionales como ante terceros países y agrupaciones de países I.- Aunque para aquel momento (1975)  la dinámica  de las relaciones internacionales, en los campos económico y social, no era  la misma que la de los actuales  tiempos que tiene   nuevos desafíos, la región igualmente necesita  trabajar en conjunto  y   alcanzar sinergias   entre los países y otros sistemas regionales  latinoamericanos para alcanzar  un sistema permanente e  incluyente que asuma los acuerdos y principios de integración que han acordado  la mayor parte de los países de América Latina.  Aún es imprescindible propiciar una mayor unidad de los países de la América Latina, para garantizar acciones solidarias en el terreno de la cooperación económica y social intrarregional, acrecentar el poder de negociación de la región y asegurar que la América Latina ocupe el lugar que legítimamente le corresponde en el seno de la comunidad internacional y sin duda un organismo como el SELA tiene la capacidad institucional y el mandato para lograrlo. A pesar de los vaivenes, diferencias políticas e ideológicas a lo largo de los años se hace necesario igualmente, después de 47 años de su creación, un sistema permanente de coordinación intrarregional, de consulta y de cooperación de América Latina. Tema fundamental del espíritu creador y totalmente vigente es fortalecer y complementar los diversos procesos latinoamericanos de integración, mediante la promoción conjunta de programas y proyectos específicos de desarrollo. II.- Tal como lo indica el acta constitutiva, son propósitos fundamentales del SELA: a) promover la cooperación intrarregional, con el fin de acelerar el desarrollo económico y social de sus miembros; b) promover un sistema permanente de consulta y coordinación para la adopción de posiciones y estrategias comunes sobre temas económicos y sociales, tanto en los organismos y foros internacionales como ante terceros países y agrupaciones de países. Tal como reza la carta constitutiva las actividades del SELA se basarán en los principios de igualdad, soberanía e independencia de los Estados, la solidaridad y la no intervención en los asuntos internos, y el respeto a las diferencias de sistemas políticos, económicos y sociales. Asimismo, las acciones del SELA deberán respetar las características propias de los distintos procesos de integración regional y subregionales, así como sus mecanismos fundamentales y su estructura jurídica.  Tan como lo establece el artículo 5 del instrumento en comento; Los objetivos del SELA son: 1. Promover la cooperación regional, con el fin de lograr un desarrollo integral, autosostenido e independiente particularmente mediante acciones destinadas a: a) Propiciar la mejor utilización de los recursos humanos, naturales, técnicos y financieros de la región, mediante la creación y fomento de empresas multinacionales latinoamericanas. Dichas empresas multinacionales latinoamericanas podrán constituirse con aportes de capital estatal, paraestatal, privado o mixto, cuyo carácter nacional sea garantizado por los respectivos Estados Miembros y cuyas actividades estén sometidas a la jurisdicción y supervisión de los mismos; b) Estimular niveles satisfactorios de producción y suministro de productos agrícolas, energéticos

Tres historias en el trajinar diplomático

Por Oscar Hernández Bernalette Con gusto reacciono a la   cordial invitación del Profesor Juan Francisco Contreras quien me pidió escribiera un artículo para la página web del Colegio de Internacionalistas de Venezuela, sobre “algún tema relacionado con tu experiencia en el Servicio Exterior Venezolano o algún otro tema”. Pues confieso que había preparado un articulo relacionado a los retos del los Organismos Internacionales a partir de la Pandemia, pero reconsiderando, pensé  que no todos los días tenemos la oportunidad de recordar situaciones relacionadas con quehacer diplomático y dar a conocer esas historias a una audiencia amplia e interesada en estos temas. Me decidí, por enviar estas tres historias entre tantas otras que suman el acervo de la vida en el servicio exterior y que se desarrollaron a lo largo de más de 30 años  de carrera diplomática. Algunas de ellas se convierten de situaciones que obligan a la debida actuación que se resume en estar preparado para las alertas tempranas y saber hacer control de daños cuando ello así se requiere. En ese sentido , a lo largo de nuestras carreras diplomáticas no son pocos los episodios de alta política  y  hasta sencillas anécdotas que se producen como parte de nuestro ejercicio profesional en distintas categorías del servicio, en disímiles  países y por el hecho de vivir en culturas diferentes, no es extraño que funcionarios diplomáticos cumplan responsabilidades o sean testigos de excepción de hechos que muchas veces quedan atrapados en los archivos de nuestras cancillerías, sean como papel en viejos muebles arrumados, o ahora en  la data en donde quedan registrados episodios, anécdotas y situaciones que solo el historiador acucioso a veces desempolva cuando se trata de alguna investigación históricas. Muchas otras situaciones se nos presentan como resultado de vivencias, encuentros con personalidades nacionales o extranjeras o también como parte del inevitable recorrido que hacemos por la burocracia internacional. En esta oportunidad, les quiero ofrecer estas tres   “anécdotas del oficio”, de un grupo mayor de notas que resumo como parte de mi ejercicio profesional. Para este medio y como homenaje a cientos de colegas que a lo largo del tiempo han dejado lo mejor de sus capacidades para servir a su país, cuento estos episodios aislados, pero parte de los recuerdos que florecen del ejercicio de una actividad noble y llena de vivencias que hoy recordamos con nostalgia. El asilo que fue negadoEs el año 1985. República Dominicana. Tengo como responsabilidad en la Embajada la Sección Política. El Embajador era Abel Clavijo Ostos, diplomático de larga trayectoria y con quien había servido en Egipto años antes. Un martes, si mal no recuerdo. Un día más en la rutina de una Embajada. Me había correspondido revisar el télex en mi oficina y enviar algunos cifrados a la Cancillería. La embajada era una vieja casona en una avenida de bastante circulación en la capital, Santo Domingo. Desde mi oficina escucho unos gritos y salgo corriendo a la recepción. Me encuentro con un grupo de gente saltando las paredes de la Misión Diplomática mientras un policía de seguridad con  su fusil reglamentario estaba seriamente dispuesto a disparar a los intrusos. Lo obligo a no hacerlo y ordeno que deje que terminen de saltar a la sede. En esos momentos el Embajador se encontraba fuera de la capital. Se trataba de una treintena de ciudadanos haitianos que ingresaron violentamente para pedir asilo. Se le informa de inmediato a todo el personal lo que ocurría y se le pidió a los solicitantes que tuvieran calma y respetaran la sede diplomática. Su primera demanda es que querían hablar con el Embajador. Vía telefónica, éste, quien se encontraba fuera de la ciudad instruye al consejero de la Embajada -para aquel entonces Vasco Atuve- y a mi persona, que les pidiéramos que se retiraran de la entrada y esperáramos a que regresara a final de la tarde. Los exaltados aceptaron educadamente, nos acompañaran a la parte posterior de la Misión. El embajador se incorpora, nos reúne al personal diplomático incluyendo al agregado militar, el coronel Level y se comunica de inmediato con la Casa Amarilla, sede de nuestra Cancillería en Caracas, en donde ya un personal de la Dirección de Política Internacional monitorea y evalúa  la situación en la sede diplomática. El canciller para aquel entonces era Simón Alberto Consalvi, intelectual y político, quien fue un hombre de gran significación para la democracia venezolana. Las instrucciones y recomendaciones de Caracas eran las de que el Embajador no se apersonara para hablar con los demandantes y que recayera el contacto en mi persona como responsable del área política y  en ese momento el tercero en la  línea de precedencia de nuestra Embajada. Inicié así un proceso de negociación con los solicitantes. Todos ciudadanos haitianos dirigidos por un teniente retirado del ejército de Haití y quien desde ese momento y hasta la fecha en que se retiraron se convirtió en el único portavoz del grupo. Su demanda era simple. Querían salvoconducto para ser trasladados a Caracas en condición de asilados políticos. Su justificación era que a pesar de ser huéspedes como extranjeros del Gobierno de RD se consideraban perseguidos por las autoridades de ese país, cuyo Presidente era Joaquín Balaguer y el de Venezuela era Jaime Lusinchi. Su presencia duró 25 días mientras esperaban se les otorgara asilo. Me correspondió ser el único funcionario de la embajada que los trataba. Nos afectaba el trauma humano que su presencia significaba dentro de la Misión. Confinados a un patio trasero sin mayores facilidades y sometidos todos a presiones que incluían actos de desesperación y amenazas de su parte. Mi contacto con ellos tenía altibajos, entre  simpatías por su demanda, hasta sinsabores por su actitud violenta y amenazante a mi persona, toda vez que las autoridades de Caracas no otorgaban el asilo ni las de RD el salvoconducto respectivo. Después de mucha negociación, evaluación con nuestra cancillería y la de Santo Domingo, el Gobierno de Venezuela por primera vez negaba otorgar el correspondiente asilo. Me correspondió la dura tarea de comunicárselos y pedirles que se retiraran pacíficamente de nuestra Misión.