Omar Zurita A

Venezuela y la Solución de Controversias Internacionales

 Por Omar Zurita A. Las controversias internacionales son para algunos estudiosos, consustanciales a la existencia misma de las relaciones entre los sujetos del derecho internacional, entendido este último como el conjunto de normas que han sido creadas por entes soberanos a los cuales en definitiva, le serán preferiblemente aplicadas. Es comprensible que para la solución de toda divergencia o discrepancia en la aplicación o interpretación del derecho existente o sobre la exigencia de obligaciones internacionales, los Estados hayan sido extremadamente cuidadosos en la utilización de mecanismos o procedimientos de solución de controversias basados en el recíproco reconocimiento de su personalidad. Entre los mecanismos diplomáticos de solución de conflictos internacionales más utilizados está el arreglo directo por vía amistosa, así como los Buenos Oficios y la Mediación, ambos caracterizados por la más o menos discreta acción amistosa de un tercero destinada a obtener un arreglo. La Investigación o sometimiento de un conflicto a unos investigadores cuya misión es aclarar las cuestiones de hecho, deja a los Estados involucrados en libertad de resolver el incidente por el método de su escogencia. Después de 1.919, se introduce en la práctica internacional el procedimiento de la Conciliación que tiene por objeto resolver los conflictos de intereses mediante su examen y la presentación de informe por parte de una Comisión de Conciliación de las partes, con concretas propuestas de arreglo. Como muchas veces se ha dicho, es reconocida la vocación de Venezuela al derecho y su propensión a evitar el recurrir a la fuerza para resolver sus controversias internacionales. El auge alcanzado por el principio del arbitraje como medio de solución de controversias en el transcurso del Siglo XIX, se hizo patente al aparecer siempre como precepto constitucional en numerosas cartas fundamentales a partir de la Constitución de 1.864, promulgada después del triunfo de la Revolución Federal. Disponía el artículo 119, de dicho texto constitucional, que en los tratados  internacionales de comercio y amistad se incluiría la cláusula de que “todas las diferencias entre las partes contratantes deberán decidirse sin apelación a la guerra por arbitramento de potencia o potencias amigas”. El mismo precepto se mantuvo en las constituciones de 1.874 (Artículo 112), 1.881 (Artículo 109) y 1.891 (Artículo 109). En el texto constitucional de 1.893 (Artículo 141), la cláusula se hizo extensiva a toda clase de acuerdo internacional y así se conservó en las constituciones de 1.901, 1.904 y 1.909. Pasado el período romántico después de la Guerra de la Federación, el precepto pasa a tener un valor positivo como condenación de la guerra, más bien que un sentido de obligación arbitral propiamente dicha, por cuanto el arbitraje quedaba siempre sometido al acuerdo de las Partes, o sea al compromiso, que podía o no lograrse. La disposición constitucional no pasaba de tener un valor moral más que de política internacional efectiva. Bajo la vigencia de este precepto constitucional se celebraron los arbitrajes con Colombia en 1.881, y con la Gran Bretaña en 1.899, que cercenaron el territorio nacional; el arbitraje con Francia sobre el caso Fabbiani, el celebrado con los Estados Unidos para solucionar el caso de la Compañía de Transporte, así como las Comisiones Mixtas de 1.865 y 1.885, con Francia y los Estados Unidos. Son todas páginas muy oscuras de la historia diplomática venezolana, en que el principio arbitral proclamado y profesado por la República se había vuelto contra ella, y apenas se conocía como caso aislado la victoria sobre Holanda en el caso de la Isla de Aves, en el diferendo decidido por el Rey de España en 1.865. La Constitución de 1.914, mantuvo el mismo precepto suprimiendo tan solo la parte relativa a que no se debía recurrir a la guerra, en tanto el texto constitucional de 1.922, ordenaba que en los tratados internacionales se pondría una cláusula según la cual todas las diferencias entre las partes contratantes, relativas a la interpretación o ejecución de un tratado, se decidirían por arbitraje. Al eliminar de la cláusula la prohibición a la guerra, el texto constitucional convertía en cierta manera obligatoria el arbitraje, de un modo unilateral. La Constitución de 1.925, incluyó el precepto entre las atribuciones del Presidente de la República pero conservó la misma forma de redacción que en la Constitución de 1.914, que se repetiría en los textos constitucionales de 1.928 y 1.929. A partir de la Constitución de 1.931, la obligación arbitral que debía estipularse en los tratados celebrados por la República, desapareció al establecer que todas las diferencias sobre la interpretación y ejecución de un tratado se decidirían por los medios pacíficos de solución de controversias reconocidos en el derecho internacional. Tan novedosa redacción del principio constitucional se conservó en las constituciones de 1.936 y de 1.945, y fue mejor desarrollado por el constituyente de 1.947, al establecer en el artículo 106, el siguiente texto: “En los compromisos internacionales que la República contraiga, se insertará una cláusula por la cual las Partes se obliguen a decidir por las vías pacíficas reconocidas en el Derecho Internacional, o previamente convenidas por ellas, si tal fuere el caso, las controversias que pudieren suscitarse entre las mismas con motivo de la interpretación o ejecución del Pacto, siempre que ello se juzgue necesario dada la índole de éste o así lo permita el procedimiento que deba seguirse para su celebración.” En el Artículo 129 de la Constitución de 1.961, se repite la redacción del precepto salvo que en lugar de las palabras “compromisos internacionales”, el constituyente utilizó la frase “tratados, convenios y acuerdos internacionales”. El constituyente de 1.999, consecuente con la tradición republicana, mantuvo en líneas generales, la redacción del anterior artículo 129,  cuando establece en el Artículo 155, que las controversias que pudieren suscitarse entre las partes con motivo de la interpretación o ejecución de un tratado, deberán ser resueltas “por las vías pacíficas reconocidas en el derecho internacional o previamente convenidas por ellas”, pero siempre que ello “no fuere improcedente y así lo permita el procedimiento que deba seguirse para su celebración”. Se deja abierta así la posibilidad para

Simón Bolívar de píe y a caballo

La figura del Libertador Simón Bolívar, inmortalizada en bronce, se encuentra en innumerables lugares en todo el mundo. De todas esas estatuas quiso mi trayectoria en el Servicio Exterior, que tuviera ocasión de conocer de primera mano, la historia de dos de ellas. Me refiero a la estatua en Londres y a la ubicada en México. Bolívar de pie en Londres.- Entre los años de 1971 y 1974, me encontraba desempeñando el cargo de Tercer Secretario de la Embajada de Venezuela en el Reino Unido, misión que para entonces estaba presidida por el doctor Carlos Pérez de la Cova, quien como integrante de la llamada Generación del 28, había padecido los horrores de la represión gomecista, como bien lo demostraban las cicatrices que en sus tobillos habían dejado los grilletes aplicados en prisión. Formaba parte de la acción diplomática encomendada a nuestra Misión, en el área histórica cultural, la de lograr erigir en la capital londinense una estatua de Simón Bolívar y hacerse de la propiedad de la casa donde había vivido el precursor Francisco de Miranda. La Agregaduría Cultural estaba a cargo de la doctora Miriam Blanco Fombona de Hood, quien con su tesón, voluntad, dedicación y empeño de carbonero, que contrastaba con su frágil y delicada humanidad, se puso al frente de la tarea hasta lograr obtener, tras largas y complicadas negociaciones con las autoridades inglesas, todas las aprobaciones y autorizaciones para colocar en la ciudad de Londres una estatua de Bolívar. El sitio finalmente acordado fue la esquina sureste de Belgrave Square, una plaza ubicada dentro de la City of Westminster que alberga los principales símbolos de la monarquía británica como el Palacio de Westminster, el Palacio de Buckingham y la Abadia de Westminster. La estatua en bronce es obra del escultor Hugo Daini y fue develada el 13 de Julio de 1.974, por James Callaghan, Secretario de Asuntos Exteriores y de la Comunidad Británica de Naciones. En representación del Gobierno de Venezuela, se hizo presente el doctor Rafael Caldera, quien tres meses antes había concluido su mandato presidencial, y pronunció en inglés el discurso de orden en el cual la describió así: “La estatua lo representa en el momento de pronunciar su histórico discurso ante el Congreso de Angostura, viste el uniforme militar, lleva en una mano el célebre texto y levanta la otra en ademan de persuadir y de arengar”. Bolívar a caballo en México.- Como dije antes, el curso de mi trayectoria en el Servicio Exterior hizo posible que estuviera directa y sucesivamente involucrado en la develación de dos estatuas de Simón Bolívar. En efecto, por decisión del Ministerio de Relaciones Exteriores, fui trasladado de Londres a la Embajada de Venezuela en México, ascendido a Segundo Secretario. El 1º de Enero de 1975, procedente de Nueva York en vuelo de un DC10 de Aeroméxico con solo ocho pasajeros a bordo, llegué con mi familia a la ciudad de México. El recibimiento del Embajador, doctor Francisco Herrera Luque, fue muy amable al  tiempo de advertirme que me esperaba un duro trabajo, pues me integraría de inmediato al reducido equipo, la Ministro Consejero y el Primer Secretario, que estaba a cargo de todo lo relacionado con la visita en Marzo de ese año, del Presidente de Venezuela a México. Para mi sorpresa, entre los actos protocolares del programa estaba la develación de una estatua, esta vez ecuestre, del Libertador Simón Bolívar en la ciudad capital mexicana. Los preparativos de la visita del Presidente de Venezuela, marcharon a toda prisa, se sucedían a diario reuniones en la Secretaria de Relaciones Exteriores de México y en la sede de la Misión en la Calle Londres; las llamadas telefónicas, los mensajes cifrados a Caracas, la revisión y envío de los proyectos de los quince convenios a ser firmados, aparte del trabajo rutinario de la Misión, nos hacían laborar horas extras. Todo estaba sucediendo según el cronograma acordado con Tlatelolco, la reservación del Hotel Camino Real, la contratación de los automóviles e inclusive se terminaron a tiempo los trabajos de remodelación de la glorieta del Paseo de la Reforma Norte con Calle Violeta, y del pedestal donde se colocaría la estatua del Libertador. Se trataba de una réplica en bronce de la escultura original realizada por Pietro Canónica en 1934, pieza escultórica que se vació en Roma en la Fundición Bruni en 1962. Transcurría ya la segunda quincena del mes de Febrero y las autoridades mexicanas comenzaban a manifestar su preocupación por la tardanza en la llegada a México de la estatua. Ante tal situación, el Embajador Herrera Luque, me llamo a su oficina para dictarme un cablegrama dirigido al Ministro de Relaciones Exteriores que decía lo siguiente: “vergüenza llena y pedestal vacio”.  Ese texto constituyó sin dudas una genialidad del insigne escritor y en buena medida determinó sacar del programa de actos protocolares la develación de la estatua.   La historia de la estatua de Bolívar a caballo en México tuvo su conclusión un año después, cuando se develó el 22 de Junio de 1976, fecha para la cual me encontraba, desde hacía un año, en la Cancillería desempeñando el cargo de Jefe de Gabinete del Ministro de Relaciones Exteriores. OMAR ZURITA A. Lic. Estudios Internacionales UCV 1964, Abogado UCV 1966, Magister Ciencias Políticas USB, Embajador de Carrera jubilado, desempeñó cargos en Londres, México, Washington, Director de Gabinete del Ministro, Director Inmunidades y Privilegios, Consultor Jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Esa hermosa casa pintada de amarillo

Por Omar Zurita A Imágenes de una época de la Cancillería Nuestra vieja Casa Amarilla, ha vivido cambios, no siempre para su bien. Con el correr de los tiempos y para adaptarla a servir de sede a las oficinas de Cancillería, se fueron haciendo modificaciones en sus instalaciones, así por ejemplo para permitir el uso de la electricidad, se incrustaban y escondían cables sin tener en cuenta la mas elemental técnica; un personaje regordete y bonachón a quien llamábamos “Tomazón”, fungía de electricista y acudía presuroso a empatar cables y poner cinta “tape”, cada vez que algún funcionario se quejaba de un apagón en su oficina o necesitaba enchufar una nueva máquina de escribir. Sobra decir que aquella maraña de cables, toma corrientes y fusibles constituían una bomba de tiempo que efectivamente estalló una madrugada de abril de 1989, cuando se desató un incendio que arrasó casi totalmente con el piso superior de la casa, incluido el amplio y majestuoso comedor con su fabuloso techo de madera, lámparas de cristal y sus tapices. Vienen a mi memoria algunas anécdotas de lo que otrora fue el centro de nuestro diario acontecer en la Casa Amarilla, aquellos marmoles negros y blancos siempre brillantes e inmaculados que reflejaban las columnas que cercan el patio y los fabulosos azulejos de sus paredes; algunos decían que era de mala suerte cruzar el patio por lo que para evitar alguna, se daban la vuelta por los pasillos para acudir a una oficina al otro lado. Muy cerca ya la Navidad, recuerdo que en diciembre de 1984, la esposa del para entonces Canciller, doctor Isidro Morales Paúl, colocó en el centro del patio central un inmenso y bello árbol navideño formado exclusivamente con las llamadas matas de navidad, alrededor del cual tuvo lugar la fiesta de navidad que en aquellos tiempos se ofrecía al Cuerpo Diplomático acreditado ante nuestro Gobierno. Como no recordar el Salón de Embajadores, antesala del despacho del Ministro, con su imponente “Dante y Beatriz” o el Salón Bolívar, quizás el mas protocolar de los espacios de la Casa Amarilla, reservado para la ocasión solemne de la presentación y saludo al Cuerpo Diplomático de un nuevo Canciller y alguna vez también para la salutación de estilo con motivo de Año Nuevo por el Presidente de la República. La tradición convirtió al Salón Bolívar en sala velatoria de Cancilleres y Embajadores, recordando con inmensa tristeza el del Canciller Calvani, su esposa Adelita e hija. Se dice que “la política exterior no la determinan los salones o despachos de una casa, sino quienes desde ella la conducen e instrumentan”. De nuevo el recuerdo acude presuroso: corría el mes de agosto de 1965, un grupo muy pequeño de jóvenes internacionalistas acudimos al llamado del primer concurso de oposición para ingresar al Servicio Exterior, los pioneros de la Carrera Diplomática en Venezuela; unas veces con apoyo y siempre venciendo obstáculos, la realización de concursos de oposición se fue imponiendo durante los años siguientes, con lo cual se logró incorporar al Servicio Exterior un numeroso grupo de profesionales altamente preparados, expertos en la materia. Lamentablemente, hoy la casi totalidad del personal de nuestro Servicio Exterior no es profesional, con el resultado del aislamiento cada vez mas evidente de nuestro pais en el ámbito internacional”. OMAR ZURITA A. Lic. Estudios Internacionales UCV 1964, Abogado UCV 1966, Magister Ciencias Políticas USB, Embajador de Carrera jubilado, desempeñó cargos en Londres, México, Washington, Director de Gabinete del Ministro, Director Inmunidades y Privilegios, Consultor Jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores.