Nancy Elena Ferreira Gomes

UNIÓN EUROPEA – AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: EDUCACIÓN Y CULTURA PARA LA COHESIÓN SOCIAL

Los escenarios estratégicos se están transformando, no por causa del virus SARS-CoV-2 sino por “fuerzas profundas” que operan a más largo plazo, como por ejemplo, los intereses económicos y financieros, los movimientos demográficos, los conflictos y las alianzas[1]. Nada de nuevo si consideramos la evolución de las sociedades a lo largo del tiempo. En la visión de las estrategias nacionales se verifica, igualmente, una tendencia: en la medida que las políticas públicas se alejan de la persona, imposibilitan respuestas prontas y eficaces a las necesidades materiales y culturales de la humanidad. ¡Esto si nos parece, es el gran drama de nuestros días! No obstante, en una sociedad globalizada como la nuestra, la pandemia de COVID19 ha creado una oportunidad única de aproximación entre todos los agentes, estatales y no estatales, porque acelerando los cambios mejora la percepción común de amenaza, de deterioro o falta de herramientas de combate con las que contamos, de necesidad de un frente común. Hoy, si consideramos exclusivamente el peso de los elementos de naturaleza económica y/o comercial en la relación entre la Unión Europea y América Latina, la última no figura como una prioridad para la primera (Fernández, Tirado y Romano 2019; Grieger 2019). [2] Sin embargo, en este ámbito, la doctrina europea evolucionó incluyendo las dificultades de la relación, no superándolas. Véase por ejemplo, el camino sin fin de los acuerdos entre la Unión Europea y MERCOSUR. Sin duda, hay aquí todavía mucho que hacer. Pero existen áreas en que la cooperación avanza más fluida y fácilmente, y son otros los actores de la relación, universidades, centros de estudio, fundaciones, empresas, o sea, la sociedad civil como un todo. Volviendo al tema de la pandemia y sus efectos, junto a la pobreza, la educación será para América Latina – la región más desigual del mundo – , uno de los sectores más afectados. Según la CEPAL, en 2019, el 42% de los menores de 25 años y el 54% de los mayores de 66 años no tenía conexión a internet (Reuters 2020). Y si pensamos que, “la diferencia entre los estratos económicos más altos y más bajos condiciona el derecho a la educación y profundiza las desigualdades socioeconómicas”, como refiere Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, es fácil deducir que en la post pandemia, la relación entre europeos y latinoamericanos se hará en este ámbito todavía más desigual (Reuters 2020).[3] Más allá de las desigualdades que genera el poco o ningún acceso a las herramientas digitales, para Barreto Xavier, las desigualdades sociales se manifiestan no solo en la diferencia de capital material sino también en las diferencias de capital cultural. Para el exministro de la Cultura de Portugal, el desarrollo cultural es decisivo para aumentar los niveles de calificación y disminuir las desigualdades sociales (Xavier 2020), ambos desafíos en estrecha relación. ¿Cuál es el capital cultural del que hablamos? Una mirada hacia América Latina nos da la noción de la diversidad cultural que existe en la región. De los 143 bienes inscritos por los 33 Estados latinoamericanos en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO: 97 son bienes culturales (Unesco). Esto es solo una muestra. Mirando para fuera, relevamos también entre aquellos factores que vinculan a América Latina al mundo occidental, la cultura. Más allá de los aspectos positivos que retenemos del proceso de mestizaje[4]; antes, ahora y después, la articulación de sociedades diferentes es algo difícil de alcanzar y exige la continuidad en la implementación de políticas orientadas, por ejemplo, a crear condiciones favorables para la producción y difusión de bienes y servicios culturales diversificados. En este sentido, y en concreto, el Boletín EU-LAC 03/2020 – sobre el Patrimonio Cultural en la UE, AL y el Caribe gana importancia como soporte para la promoción y divulgación de la cultura (Fundación EU-LAC 2020). En relación con lo anterior, Koishiro Matsuura nos recuerda que “El pluralismo cultural constituye una respuesta política a la diversidad cultural (…). Si no redoblamos nuestros esfuerzos, corremos el riesgo de presenciar una fragmentación todavía más grave y confirmar, a corto plazo, la ruptura de los nexos más profundos de la cohesión social”. Además, cuestionándose sobre los campos de acción, el ex director de la UNESCO responde categóricamente: la educación, en primer lugar (Matsuura 2006). En el mismo sentido, Arnold Toynbee observó en su tiempo que, entre las características más importantes de la naturaleza humana, la educación constituye un “elemento espiritual” que favorece el cambio (Toynbee 1968, 27). Fuentes y Bibliografía: Fernández, Aníbal García, Arantxa Tirado y Silvina Romano. «La Unión Europea en la disputa por América Latina y Caribe». CELAG, 19 de septiembre de 2019. Acceso el 6 de Octubre de 2020. https://www.celag.org/la-union-europea-en-la-disputa-por-america-latina-y-el-caribe/# Fundación EU-LAC. «Patrimonio Cultural en la Unión Europea, Latinoamérica y el Caribe».  Alemania, marzo de 2020. Acceso el 6 de octubre de 2020. https://eulacfoundation.org/sites/eulacfoundation.org/files/files/ES_Boleti%CC%81n_PatrimonioCultural_03-2020.pdf Matsuura, Koïshiro. «El reto cultural en el centro de las relaciones internacionales». (trad. Hilda Becerril – Título original «L’enjeu culturel au coeur des relations internationales». Revista Politique Étrangère, 4º trimestre de 2006). Julio de 2007. Acceso el 23 octubre de 2020. https://www.diplomatie.gouv.fr/IMG/pdf/0903_Matsuura_ESP.pdf Reuters. «Coronavirus revela desigualdad en acceso a internet y tecnología digital en América Latina». El Economist, 26 de agosto de 2020. Acceso el 27 de octubre de 2020. https://www.eleconomista.com.mx/economia/Coronavirus-revela-desigualdad-en-acceso-a-internet-y-tecnologia-digital-en-America-Latina-Cepal-20200826-0036.html Toynbee, Arnold. O desafio de nosso tempo. (trad. Edmond Jorge – Título original Change and Habit – The Challenge of Our Time, 1966. Oxford University Press) Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1968. Unesco. «América latina y el Caribe». Acceso el  10 de octubre de 2020. https://whc.unesco.org/es/lac/ Xavier, Jorge Barreto. «Cultura para todos». Publico, 26 de mayo de 2020. Acceso el 26 de octubre de 2020. https://www.publico.pt/2020/05/26/culturaipsilon/opiniao/cultura-1917983 [1] Las “fuerzas profundas”, según P. Renouvin e J. B. Duroselle, son las condiciones y factores que llevan al estadista a tomar decisiones en las relaciones internacionales. En la visión de autores como Fernand Braudel, lo que estaríamos viviendo hoy sería  un cambio histórico. [2] Actualmente América Latina ocupa el quinto  lugar como destino para las exportaciones europeas, y Europa ocupa el tercer

El COVID19, la 4ta. revolución industrial y las relaciones internacionales

NANCY ELENA FERREIRA GOMES – Se ha convertido en un lugar común afirmar que la crisis generada por el Coronavirus (Covid19) está acelerando tendencias, por ejemplo, en relación a la que denominamos “nueva industrialización”, pero también a la emergencia de nuevos poderes en una Sociedad Internacional particular como en la que vivimos. De hecho, frente a la pandemia, el teletrabajo, por ejemplo, evidencia una transformación “silenciosa”, pero no por eso menos estructurante, por la que atraviesa el mundo que vimos emerger en los primeros años del post-Guerra Fría. Para Klaus Schwab, lo que distingue a la Cuarta Revolución Industrial de otras revoluciones es su impacto sistémico, amplitud, profundidad y velocidad.[i] La robótica, inteligencia artificial, big data, internet de las cosas, comunicaciones y computación cuántica, potencian la substitución del hombre por el robot en áreas como, administración, salud, investigación, justicia, defensa, etc.  En 2019, 24% de las personas empleadas en los Estados Unidos trabajaron remotamente.[ii] Tres años antes, en 2016, en Suecia, 20% de la población empleada ya trabajaba desde sus casas. En 2017, en Dinamarca, ese porcentaje subía para 23%.[iii]. Más recientemente, desde la primavera pasada, se calcula que sean 300 millones las personas con empleo, que en la China, trabajan remotamente.[iv] Pero estas tecnologías no están llegando a todos los sitios al mismo ritmo. En países como la República Bolivariana de Venezuela, la falta de luz y de servicios en general, son los principales enemigos del teletrabajo. Y según Andrés Azpúrrua, director de Venezuela sin filtro y Venezuela Inteligente, “la mayoría de los venezolanos tiene una conexión a Internet de 1 mega o por debajo de 1 mega”[v]. Para José António Sanahuja, los cambios tecnológicos más recientes  están facilitando  la relocalización productiva anunciando una Nueva División Internacional del Trabajo, soportada a su vez por la automatización y ascensión de las plataformas digitales.[vi] En este escenario, el crecimiento para países con baja inserción en las cadenas de valor globales de la Cuarta Revolución Industrial estará, seguramente, comprometido. Desde el punto de vista de las Relaciones Internacionales como ciencia, a partir de la década de 1970, la “tercera ola” (Alvin Toffler) provocada por la internet, las comunicaciones y los transportes, convierte el factor tecnológico en objeto de análisis del teórico. Varias generaciones de transnacionalistas (Joseph Nye, Robert Keohane, Margaret E. Keck, Kathryn Sikkink, Helmut K. Anheier, Marlies Glasius, Mary Kaldor, entre otros) con una visión interactiva y cooperativa de las Relaciones Internacionales, destacan la existencia de una diversidad de actores, más allá del Estado. En el transcurso del pensamiento teórico, todavía en el ámbito de nuestra ciencia, la corriente globalista (Marshall Macluhan,  Zbigniew Brzezinski, Theodore Levitt, y  Ulrich Beck) observaba los impactos globales generados por los fenómenos locales, identificando las oportunidades y riesgos de un proceso caracterizado como siendo multidimensional. Hoy, en plena pandemia, gana vigencia la teoría de la “Sociedad de Riesgo” de Beck. Por otro lado, las teorías estruturalistas (Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein, y otros) revigorizan, ahora con la atención puesta en las transformaciones que se generan a largo plazo. En ese sentido, autores como José António Sanahuja defienden la tesis de que el orden liberal que sustenta la Globalización está en crisis.[vii] Entretanto, una generalidad de otros teóricos, en línea con el neorrealismo de Kenneth Waltz, actualizan la imagen de un mundo bipolar, ahora dividido en áreas de influencia entre las dos Grandes Potencias del momento. Frente a las teorías enunciadas atrás, observamos que, si bien es verdad que los EUA y China compiten hoy, lo hacen, principalmente, en las áreas económica y comercial. En el campo tecnológico, la competencia incluye otros actores, grandes consorcios internacionales como Google, Facebook, etc. Por otro lado vemos que, los valores occidentales asociados al orden liberal se muestran insuficientes delante del déficit de responsabilidad democrática que existe en la gobernanza internacional[viii]. La Gobernanza se deslegitima y falla. Y como “efecto perverso” de la Globalización, la comunicación internacional (propaganda) en vez de ayudar a preservar el orden que sustenta todo este proceso,  ataca sus cimientos, valores e instituciones. El resultado está a la vista de todos. Anárquica, y desprovista de orden, la Sociedad Internacional (en el sentido de la Escuela Española de António Truyol) tiende al caos. Aumenta la imprevisibilidad e incertidumbre, impidiendo que agentes, incluyendo los Estados, puedan definir estrategias que les permitan competir, sin alterar el equilibrio del sistema. En relación al gigante asiático, por ejemplo, Arturo Oropeza García observa que “China participa en el desorden pero también sufre”[ix]. Para el teórico chino Yan Xuetong, en un sistema internacional anárquico, el poder es fundamental y “los intereses nacionales no son negociables”.[x] Se abre espacio para el enfrentamiento. Pero hoy, es evidente también, que el poder está más difuso. La diplomacia y la guerra en sus acepciones clásicas van perdiendo eficacia, poniendo en evidencia la erosión de las soberanías y la emergencia de nuevos poderes, como vimos, menos legítimos. ¿Cómo combatir las malas consecuencias del poder? Arnold Toynbee responde: Ética y más ética.[xi] Y ¿Qué sabemos sobre el nuevo orden internacional? Para responder a esta pregunta, el debate entre paradigmas será más o menos útil según sean las insuficiencias que asuman los teóricos de nuestra ciencia. [i] Schwab, K. (2019). A quarta revolução industrial. Trad. Daniel Moreira Miranda (Título original: The Fourth Industrial Reviolution).  São Paulo: Edipro. [ii] US Bureau of Labor Statistics, American Time Use Survey Summary. Contenido on line, disponible en https://www.bls.gov/news.release/atus.nr0.htm [iii] World Economic Forum, “Working from home was a luxury for the relatively affluent before coronavirus – not any more. Contenido on line, disponible en https://www.weforum.org/agenda/2020/03/working-from-home-coronavirus-workers-future-of-work/” [iv] Según datos de la consultora iiMedia Research, disponibles en https://www.iimedia.cn/c400/68850.html [v] “El teletrabajo crece en el mundo, pero es cuesta arriba en Venezuela”, Periódico El Nacional on line, 5/06/2020. Disponible en https://www.elnacional.com/ciencia-tecnologia/el-teletrabajo-crece-en-el-mundo-pero-es-cuesta-arriba-en-venezuela/ [vi] Sanahuja, José Antonio, “¿Bipolaridad en ascenso? Análisis equívocos frente a la crisis de la globalización” en Foreign Affairs Latinoamérica vol. 20 No. 2. 2020. [vii] Ibíd. [viii] Mazower, Mark (2017) , Governar o Mundo. Trad. Miguel Mata (Título original: Governing the Worls, 2012). Lisboa: Edições 70,  p. 445.