Gonzalo Álvarez Dominguez

El dilema de la inteligencia artificial

Por Gonzalo Álvarez Domínguez No hay duda alguna de que los adelantos tecnológicos han alcanzado un auge en los últimos tiempos y entre ellos se encuentra la inteligencia artificial. Con ella, existente hace pocos años en la mente acuciosa de algunos, se ha pretendido beneficiar a la humanidad, pero al hacerse realidad, ha producido peligros e inquietudes de gran magnitud. Hacia mediados del siglo pasado, circuló un álbum de cromos o barajitas, como los solíamos llamar, donde se auguraba que ya no sería necesario caminar por las calles, pues las aceras serían automáticas, igual a las escaleras eléctricas; las labores domésticas estarían a cargo de robots; los vehículos volarían como aviones: estos últimos serían sin pilotos y, en fin, muchas otras cosas que solo se percibían en la imaginación. Todo ello y mucho más, en pocos años se ha hecho realidad. No hay ningún aeropuerto en los países desarrollados que no tenga pasarelas eléctricas para que los pasajeros se dirijan de una puerta a otra. De igual manera, existen ofertas de “robotinas” – nombre que le daba a la robot, en la versión en español de los dibujos animados del siglo veinte que predecían el futuro entonces lejano- que lavan ropa, planchan, cocinan y hasta le dan café a sus dueños. Incluso, se proyectan autos voladores, se hacen vuelos en naves no tripuladas por seres humanos, se construyen autos sin chofer, se utilizan drones para hacer grabaciones u otras funciones, se hacen intervenciones y tratamientos quirúrgicos a través de máquinas, y se adelantan muchísimas cosas que antes eran inconcebibles. Todas ellas, desde ese punto de vista, sin lugar a duda, favorecen a la humanidad. Sin embargo, también se crean problemas. Con todos los adelantos ha aumentado la producción de desechos. Por ejemplo, cada día se fabrican cosas superiores a las anteriores y las “viejas” se hacen obsoletas y se descartan. Además, se aumenta el sedentarismo y hay cada día más personas obesas, incluso entre las de menor edad. Fuera de ello, se ha suplantado al hombre en sus funciones, haciendo crecer la pobreza y la desigualdad, pues no todos tienen acceso a una máquina que los ayude o a disponer de los medios financieros para sufragar los gastos que acarrea una operación quirúrgica efectuada por sofisticadas máquinas. Por supuesto, hay muchas otras dificultades y riesgos en todo ámbito y así lo vemos en el campo jurídico. Si ya no va a haber un ser humano en el trabajo porque va a ser sustituido por una máquina que no se enferma ni tiene descanso, ¿de quien es la responsabilidad de los daños que pueda acarrear? ¿Existen normas jurídicas al respecto de la relación nueva que surge entre hombre y máquina? No se trata solo de un problema jurídico, pues también hay incidencias éticas que corresponden a la Filosofía, como sucede con la utilización de los drones con fines bélicos, los cuales no distinguen si su objetivo son civiles inocentes e incluso niños; o con la manipulación del ADN sólo para cambiar la fisonomía de un feto. Sería muy largo enumerar los aspectos negativos derivados de la tecnología y de la inteligencia artificial, pero sin duda son numerosos y de distinta especie. Eso nos hace plantear el dilema a que se hace mención en el título de este artículo. Por una parte, produce grandes beneficios, pero por la otra surgen riesgos y peligros para la humanidad. De esta manera, la pregunta que se hace es si se detienen los adelantos o si se deja que vayan deteriorando a la especie humana. La respuesta es mas sencilla en la teoría que en la práctica. Nada puede detener el auge de la inteligencia artificial y su desarrollo y progreso, pero hay que reflexionar sobre sus peligros y en forma multidisciplinaria, buscar los correctivos, la legislación necesaria y los controles para minimizarlos y así tendremos un mundo en el que el ser humano continúe viviendo. De no hacerlo, una “rebelión de las máquinas”, no será una únicamente un macabro argumento de una película de terror. Gonzalo Álvarez Domínguez Abogado egresado de la UCV en 1968, con título homologado en Colombia. Magister de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y Especialista de la Universidad de Medellín. Miembro Honorario del Colegio de Internacionalistas de Venezuela y de la Asociación Latinoamericana de Comunicación y Análisis Político (ALCAP). Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia designado y juramentado por la Asamblea Nacional de Venezuela en julio de 2017. Profesor universitario.

Una visión cinematográfica de la diplomacia

Por Gonzalo Álvarez Domínguez             El cine se ha ocupado de enseñarnos hechos que pudieron haber ocurrido, episodios que se pueden dar en la actualidad y acontecimientos que también es posible que ocurran en el futuro. Mucho de lo tratado se basa en la vida real, según anuncian, pero siempre bajo la óptica de la ficción e imaginación de los guionistas.             La diplomacia no se escapa de sus parámetros y así hay cintas cinematográficas que, imaginaria o realmente, narran aspectos de la incumbencia de las relaciones diplomáticas del pasado, otras de lo que acontece en las épocas recientes y algunas de la visión hacia el futuro.             Ahora vamos a abordar en este artículo solo dos de ellas que motivan a la reflexión sobre aspectos políticos, éticos y humanos en cuanto a lo que reflejan. Se trata de las denominadas en español “En Tierra de Nadie” y “Enemigo Invisible”.             La primera de ellas es una película dirigida por Danis Tanovic, con un guion de su misma autoría y está referida a la guerra de Bosnia de 1993.  Narra el encuentro en una trinchera de un soldado bosnio y uno serbio, que aunque forman parte de las etnias provenientes de la misma región, eran enemigos en un territorio que no estaba adjudicado a ningún país y por eso el título del filme. Al soldado de Bosnia, erróneamente dado por muerto, se le coloca una mina para matar a quien lo mueva y un sargento de los cascos azules de la ONU trata de intervenir para salvarlo. En medio de su desespero, el soldado de la Organización de las Naciones Unidas recurre a sus superiores, quienes, tras hundirse en burocráticas e inútiles discusiones, le ordenan que no se inmiscuya. Tal actitud demuestra la pasividad y la carencia de valores en la diplomacia internacional. El sargento, pese a las órdenes recibidas intenta mediar, pero no lo logra. Paralelo a ello, la prensa internacional se entera y cubre la noticia, pero impera la irresponsabilidad periodística, pues más que velar por la vida de los involucrados, solo expresa su interés mediático. Hay, pues, muchas aristas que mueven a la reflexión y a la idea de perfeccionar mecanismos éticos y humanitarios que permitan construir organizaciones internacionales eficientes y probas.             La otra cinta con el título antes referido se estrenó en el 2016 bajo la dirección de Gavin Hood. Se desarrolla en Nairobi, Kenia, donde un grupo terrorista pretende un atentado civil en una misión suicida. Como respuesta, una fuerza multinacional conformada por altos mandos militares de diversos países pretende acabar con drones y misiles la amenaza, realidad que se tornará compleja, presentándose un dilema filosófico cuando la persona encargada de disparar el misil observa que se encuentra una niña vendiendo panes muy cerca de la casa donde están los terroristas. Indudablemente, la niña puede verse afectada e incluso morir, surgiendo el problema ético de los daños colaterales y la discusión de si se justifica la muerte de la niña en aras de la salvación de muchas personas que fallecerían en el atentado si no se impide. Finalmente se decide efectuar el disparo y mueren, tanto algunos terroristas con lo cual se aborta el ataque que pretendían realizar, como también la niña, tipificándose la baja como un simple “daño colateral”. Queda así en el tapete la reflexión sobre la posición ética más adecuada y si el sacrificio de la niña era imprescindible para salvar cientos de personas. ¿Han podido hacer algo más? Tal vez en otra producción cinematográfica nos den alguna respuesta.             El cine no proporciona las soluciones, sino que plantea las problemáticas. Está en manos de los diplomáticos y las personas a quienes competen las mismas, tomar sus propias decisiones y a la humanidad debatir sobre ellas. Sólo queda la esperanza de que sean las más favorables para el ser humano y el planeta, para que de esta manera la película tenga un final feliz.     Gonzalo Álvarez Domínguez Abogado egresado de la UCV en 1968, con título homologado en Colombia. Magister de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y Especialista de la Universidad de Medellín. Miembro Honorario del Colegio de Internacionalistas de Venezuela y de la Asociación Latinoamericana de Comunicación y Análisis Político (ALCAP). Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia designado y juramentado por la Asamblea Nacional de Venezuela en julio de 2017.